miércoles, 20 de agosto de 2008

Reunión18/08/08

Aunque no soy la actera, tengo ganas de electronizar importantes pasos.
Nos encontramos después de larga y fria lejanía.
Recapitulamos.

Logramos al fin descubrir la delimitación, que luego de arreglos, quedó así:

"Acciones de comunicación realizadas por la mujer gestante durante el II y III trimestre de gestación y la posible respuesta del hijo (a) identificada e intrerpretada por la madre".

También visualizamos el título (a modo de publicidad) y luego de encuentros con un mundo mejor, decidimos bajarnos de la belleza inspiradora y situarnos en lo polvoriento.

"La relación existente entre la madre y su hijo (a) in útero, ¿es comunicación?"


entre las tareas:
Tamara hará blog
Carla se recomunicará con Verónica Hidalgo.
Cristi buscará en Amazón si es posible comprar "El Útero artificial" de Henry Atlan, y si existe una película que hable de sus ideas. (ectogénesis).
Todas las que podamos contactar algún médico buena onda con consulta privada, lo hará, para encontrar la muestra.
Propuesta de consentimiento informado.
Si encontramos algún estudio, pauli lo resumirá.

Proxima Reunión, Lunes 14:30hrs.

Tamara (encantandose de la interné)

martes, 19 de agosto de 2008

boris cyrulnik en chile

el murmullo de los fantasmas

EL MURMULLO DE LOS FANTASMAS

1) LOS CHIQUILLOS O LA EDAD DEL VÍNCULO

• Así es como los hombres hacen hablar a las cosas
En general se supone que los niños que tienen carencias afectivas sufren sin tener conciencia, el niño se adapta a este empobrecimiento sensorial mediante un embotamiento de sus percepciones. Se vuelve cada vez más difícil de estimular, y, dado que su entorno ha dejado de dividirse en las categorías de un medio familiar y otro desconocido, su visión del mundo se vuelve borrosa. Cada vez le cuesta más establecer la diferencia entre quienes le estimulan y quienes le angustian. Esta falta de afectividad explica la necesidad de una afiliación. Cuando, entorno del niño, llegan a faltar los tutores sensoriales de desarrollo, el mundo deja de perfilarse. Y cuando deja de haber una figura destacada y un objeto cubierto de relatos, cuando una información vale tanto como otra, el mundo psíquico se vuelve borroso y la vida mental deja de estructurarse. Esto explica la importancia de una estimulación temprana y constante. Que efectos a largo plazo puede tener la pérdida precoz de uno o dos parientes?: la falta de padres antes de la edad de la palabra convierte en un desierto el entorno sensorial y, cuando carece de análogos parentales o de sustitutos, los daños resultan duraderos. En cambio, si disponemos algunos tutores de resiliencia afectivos y sensatos entorno del pequeño que sufre una carencia, éste retoma rápidamente su desarrollo y puede recuperar incluso su retraso.

• La alianza del duelo y de la melancolía
Todo duelo precoz, toda pérdida afectiva producida durante los primeros años de vida hace que la persona sea duraderamente vulnerable y prepara para las depresiones de la edad adulta.
Cuando muere uno de los padres es el sufrimiento del padre superviviente lo que latera al niño.

• ¿Es más demoledor el vacío de la pérdida que un entorno destructor?
La pobreza de los padres no es lo que altera al niño, es el aislamiento afectivo, la ausencia de rutinas. Un niño al que se deja solo se queda atasado porque todo aprendizaje se vuelve para él una fuente de angustia. Al no obtener seguridad, no experimenta el placer de depender de un adulto contra cuyo cuerpo le gusta acurrucarse, no puede orientarse más que partiendo de su propio cuerpo, es decir, balanceándose, chupándose el pulgar, vocalizando a solas, y privándose de este modo de tutores de desarrollo. En las situaciones en las que el entorno está desprovisto de tutores afectivos, el futuro de los niños se va gravemente comprometido: el 77 % sufrirá una deficiencia intelectual grave, el 32% no obtendrá más que un certificado de aptitud profesional, y el 95% de los que no tuvieron infancia tendrá miedo de convertirse en padre o madre. Traspasados por el pánico ante la idea de tener un hijo, harán cualquier cosa para evitar tenerlos, ya que eso les haría sufrir. Cuando logran convertirse en padres, este hecho les angustia hasta tal punto que transmiten su angustia al niño.
Es posible prever semejante catástrofe evolutiva cuando no se hace nada, cuando los estereotipos culturales estigmatizan a estos niños, cuando se dice que son monstruos, que no tienen arreglo, que serán toda su vida unos retrasados, unos gérmenes de delincuencia, cuando el Estado no construye ninguna institución que les dinamice, cuando las familias exhaustas o mal constituidas impiden tejer cualquier vínculo afectivo, o cuando los adultos responsables, al no creer en la posibilidad de recuperar a esos niños, no disponen a su alrededor ningún tutor de resiliencia.

• Se sentían amables porque les habían amado: habían aprendido la esperanza
Niños increíblemente sucios, heridos, enfermos, drogados y en ocasiones prostitutos, trabajaron en la reparación de su propia estima (siglo XXI). Aquellos que no lo conseguían aprendían a su pesar la violencia y la desesperación. El momento en el que es más fácil lograr la impregnación de este vínculo protector es el correspondiente a los primeros meses. Todo lo que no se pone en marcha en el momento en el que resulta más fácil hacerlo podrá trabajarse más adelante, aunque con mayor lentitud.
La esperanza aprendida, impregnada en su memoria como una huella sin representación, crea en los niños una aptitud para soñar en el porvenir.
La ensoñación activa (esperanza aprendida) es una muestra de la forma en que se puede uno hacerse feliz a sí mismo. Desde luego la felicidad se presenta de forma virtual en un escenario de imágenes, pero esta escena con la que se fantasea da forma a la esperanza. Sin embargo, los que han aprendido la esperanza proyectan en el escenario de su teatro íntimo un sueño ideal en el que se adjudican el rol de un niño amado, de un heroe prestigioso o de un adulto de felicidad simple.
El desencadenamiento surge de un brote imaginario: Curar a estos niños, alimentarlos, lavarlos, es, desde luego, una necesidad física, pero no desencadena un proceso de resiliencia.

• Dar a los niños el derecho de dar
Deambular sin metas y sin ensoñación nos somete a lo inmediato. En cambio, si damos al niño ocasión de representarse lo que ha sucedido, podremos desencadenar un proceso de resiliencia. La empatía esa aptitud que nos permite ponernos en el lugar del otro, es sin duda un factor esencial de la resiliencia. Ponerse en el lugar del otro permite calmarle, o ayudar o complacer, ofreciendo un espectáculo.
Explica que eldibujo de un niño es la representación de dar amor, por el hecho de hacerse amar y de hacer felices a quienes aman por medio de un objeto que emana de lo más profundo de sí mismo. Al dar el niño se siente mayor, bueno, fuerte y generoso. Su propia estima agrandada por el regalo, provoca un sentimiento de bienestar y confecciona uno de los nudos del vínculo.

• No se puede hablara de trauma más que si se ha producido una agonía psíquicas
Tras una gran prueba, las modificaciones emocionales son la regla. Se experimenta un alivio, e incluso un cierto orgullo, cuando se logra superar la dificultad, mientras que después de un acontecimiento traumático lo habitual es la confusión.

• La narración permite volver a coser los trozos de un yo desgarrado
Para iniciar un trabajo de resiliencia, debemos iluminar de nuevo el mundo y volver a conferirle coherencia. La herramienta que nos permite realizar este trabajo dr llama “narración”.
• Cuando los niños de la calle resisten a las agresiones culturales
La organización mundial de la salud y la UNICEF estiman en más de cien millones el número de niños que viven hoy en la calle. En general se trata de varones con edades comprendidas entre 6 y 17 años, con una educación deficitaria, y procedentes de familias numerosas en las que el padre ha desaparecido.
Sin embargo existen familias en este universo que se parecen a familias cuya estructura afectiva y cuyos comportamientos ritualizados están inmersos en un miseria increíble, el padre y madre, fuertemente asociados, se reparten las tareas y estructuran los días mediante pequeños rituales de higiene, de religión y de ingenuos festejos que se impregnan en la memoria de los niños y vertebran su personalización. Estos niños a la ecedad de 7 años son enviados a la callea vender objetos, mendigan, vigilan los coches, hurgan montones de basuras o traman sus pequeñas raterías, pero saben que pueden volver a casa y dar a sus padres la mayor parte del dinero, un dinero que servirá para comprar comida, la ropa y los cursos de recuperación escolar de sus padres.
Es en el seno de estas familias donde encontramos el mayor número de niños resiliente. Sucios, con frecuencia retrasados, aprenden un oficio, fundan una familia y vuelan a socorrer a aquellos que aún pasan dificultades. Esto dado por una envoltura afectiva y una estructura ritualista.
Unas madres colocadas en una situación de vulnerabilidad por los prejuicios culturales aún pueden transmitir fuerza cuando, con su cuerpo, con sus gestos y con sus palabras componen la base afectiva que sirve de trampolín para el florecimiento del niño. Y ala inversa, determinados padres sólidos y bien desarrollados se valen de sus diplomas para calmar su apetito de éxito social. Estos padres a pesar de sus grandes cualidades personales y de la organización de un entorno confortable, no proporcionan una base de seguridad a sus hijos, ya que al no ocupar sulugar en el hogar, no dejan huella en la memoria del niño.

• La creencia en los propios sueños entendida como una libertad interior
El sentimiento de libertad interior, de tener la capacidad de autodeterminarse, es una adquisición precoz probablemente ligada a la impregnación del vínculo protector

lunes, 18 de agosto de 2008

Las aguas primordiales : La vida sonora del feto

Dr Bernard Auriol
(traduction Dr Hector Spivak)
(Coloquio Effervesciences « H2O mon Amour », 20 de¬ Septiembre de 2003)

"Para que un gitano fuera músico,
durante las seis semanas anteriores a su nacimiento
y las seis primeras semanas de vida,
todos los días, el mejor instrumentista debía tocar para él cerca de la madre embarazada,
y asimismo luego del parto, y mientras el niño mamaba".
Se dice que tiempo después el niño deseaba tocar ese mismo instrumento, y que lo hacía muy bien. (Dolto, 1985).

El ambiente sonoro del feto
En condiciones naturales, el feto se halla expuesto a toda clase de sonidos (Tomatis, 1963), empezando por los de los latidos cardíacos y los ruidos respiratorios, intestinales y vocales de su madre.
Se suma a ellos toda una cohorte de sonidos externos :
1. provocados por las acciones maternas (golpeteo de los tacones contra el suelo, motor del coche y retumbo del metro, ruidos de los quehaceres domésticos, del trabajo o de las actividades de esparcimiento)
2. o que provienen del ambiente (voz del padre o de otros miembros de la familia, de colegas del trabajo u otras personas, ruidos de la casa, de la calle, etc.).


Algunos de tales ruidos, extremadamente repetitivos, constituyen una especie de "paisaje sonoro" al que el pequeño ser no puede sino terminar por habituarse y dejar de reaccionar. El grado de esta redundancia es muy variable. Parece probable que los ruidos se escalonen aproximadamente en el orden recién mencionado, vale decir :
{corazón > respiración > intestino > pasos o motores > ruidos externos monótonos > voz materna > voces familiares > otras voces o ruidos inhabituales}.
Que el feto deja de reaccionar a estos ruidos significa que ya no los integra como informaciones. Los ruidos de todos los días se convierten en un "fondo" familiar necesario, factor de seguridad y elemento de orientación con respecto al cual habrán de diferenciarse "formas" que tendrán, sí, valor informativo.
La intensidad de los ruidos que rodean al feto va de 30 a 96 dB. Un cuchicheo es del orden de 30 dB ; una conversación normal supone unos 60 dB ; el tráfico de una carretera, unos 70 dB. Las palabras "gritadas" y las motos alcanzan unos 100 dB. La música rock llega fácilmente a los 115 dB. El umbral del dolor auditivo se sitúa en aproximadamente 125 dB. Un trabajo realizado con ayuda de hidrófonos demostró que la matriz es un lugar relativamente tranquilo (Deliege y Sloboda, 1996).
Gracias al hidrófono se disciernen los latidos cardíacos de la madre, su respiración y los borborigmos intestinales que, en conjunto, podrían constituir el origen de nuestra atracción por la resaca del mar, el ruido de una fuente o los ritmos musicales.
Las dos vías (líquida versus ósea)
Cuando la madre lee o habla en voz alta, el bebé recibe el sonido, en parte por conducción ósea.
Frecuencias
Según Rubel (1984), el feto responde primeramente a las frecuencias bajas y luego a frecuencias más altas.
¿Oye el feto?
La audición del feto es funcional, cuando más tarde, a la 30ª semana de gestación.
Hacia las 5 ó 6 semanas de edad gestacional el sistema coclear y el vestíbulo se diferencian. A las 7 u 8 semanas los huesillos empiezan a crecer, y a los 4 ó 5 meses el oído ya está definitivamente estructurado.
Como lo muestra la ecografía, el feto empieza a reaccionar a los sonidos hacia la 16ª semana, pese a que la construcción anatómica del oído aún no está del todo terminada (Shahidullah y Hepper, 1992). Las estructuras cocleares comienzan a funcionar de modo fragmentario hacia la 20ª semana. Se ha demostrado que existen sinapsis completamente constituidas entre la 24ª y la 28ª semana (Pujol et al., 1991).
Desde el primer trimestre se observaron por ecografía numerosas formas de movimiento que muestran la acción conjugada de los músculos y los receptores vestibulares (Van Dongen y Goudie, 1980).
De Mause (1982) resume así las reacciones del segundo trimestre : “ El feto flota en paz, patalea, se da la vuela, suspira, coge el cordón umbilical, se excita con los ruidos bruscos, se calma cuando la madre habla suavemente y, si ésta se pasea, se duerme acunado por sus pasos » .
Según Barbara Kisilevsky, de la Universidad Queen’s (Canadá), el comienzo sería menos precoz. Su trabajo (2000) abarca 143 fetos de 23 a 34 semanas, entre los que se cuentan 43 casos de embarazo riesgoso. Un computador produce un ruido blanco, mientras se registra ecográficamente el ritmo cardíaco y los movimientos del niño. En este protocolo los fetos no muestran ningún signo de reacción antes de la 30ª semana de gestación. Después oyen, pero para que reaccionen es necesario producir un ruido blanco muy intenso. Los resultados de la experiencia concuerdan con los estudios fisiológicos, según los cuales el sistema auditivo se encuentra desarrollado al octavo mes.
El Dr. Henry Truby, Profesor emérito de Pediatría y de Lingüística de la Universidad de Miami, señaló que a partir del tercer trimestre el feto se mueve según el ritmo del discurso materno. Coincide con William Liley (1972), quien descubrió que durante un concietrto sinfónico, el feto de 25 semanas o más podía moverse al ritmo del timbal de la orquesta.
El sistema auditivo es funcional desde el tercer trimestre de gestación. Ahora bien, ¿qué oye el feto? Abrams y Gerhardt contribuyeron a mostrar que la voz de la madre y los ruidos producidos por sus órganos ocupan un lugar importante en el paisaje sonoro fetal, pero que no se han de subestimar los sonidos provenientes del ambiente externo. Utilizando la oveja como modelo animal, mostraron que los sonidos graves del contrabajo atraviesan la pared abdominal sin gran deformación, como se observa al comparar los registros de un hidrófono colocado cerca de la sien del feto con los de un micrófono colocado cerca del contrabajo.
Un estudio de Gelman et al. (1982) determinó que un sonido de 2000 Hz provocaba un aumento significativo de los movimientos fetales. Este trabajo confirmó el de Johnsson et al. (1964), en el que se había mostado que, a partir de la 26ª semana, el feto sometido a ciertos estímulos vibroacústicos reacciona con aceleraciones cardíacas y otras reacciones de alarma, como movimientos de los brazos, extensión de los miembros inferiores y giro de la cabeza. Una vez que ha cesado el estímulo sonoro desencadenante pueden observarse bostezos (Cf. Birnholz y Benacerraf, 1983).
Shetler (1989) observó que el feto tenía reacciones diferentes según las modificaciones del tempo (pasar de una música rápida a otra más lenta).
Una investigación de Luz y al. (1980 y 1985) puso de manifiesto que el feto normal responde a los ruidos exteriores durante el parto. En particular, manifiesta reacciones de alarma cuando recibe estímulos breves.
Los sonidos que hayan estado presentes desde la concepción, aunque sean violentos y agresivos (por ejemplo, ruidos de avión en las inmediaciones de un gran aeropuerto como el de Osaka), quedarán mejor integrados y, después del nacimiento, causarán en el niño menos perturbaciones psicológicas que si hubieran aparecido en una etapa más tardía del embarazo. Los impactos tardíos pueden tener consecuencias alarmantes (angustia, insomnio, etc). En todos los casos, las agresiones que afectan a la madre y/o al niño inciden negativamente en la salud fisica de éste, que estadísticamente nace con menor peso (Ando, 1970). Como se sabe, la hipotrofia del feto puede tener consecuencias nefastas hasta en épocas muy avanzadas de la vida (tendencia depresiva, especialmente en el hombre).
Numerosas madres refieren que el bebé ha manifestado reacciones motoras intensas en correspondencia con fuertes ruidos del ambiente (televisión, cine, conciertos, etc.).
El lóbulo temporal del feto reacciona a las canciones infantiles
Hykin J. y col. utilizaron la resonancia magnética funcional[1] (FMRI) para estudiar la actividad del cerebro fetal en respuesta a estímulos auditivos. Esta técnica se vale del siguiente fenómeno : una activación local del cerebro provoca un aumento del metabolismo y el consiguiente aumento de la concentración local de oxihemoglobina paramagnética con respecto a la hemoglobina diamagnética de la sangre, lo cual aumenta la intensidad de la señal magnética (efecto dependiente de la concentración de oxígeno sanguíneo).
Se estudió a tres mujeres encintas con la cabeza fetal encajada en la pelvis (vale decir, inmóvil). Durante el barrido, mediante un altoparlante dispuesto frente al abdomen de la mujer (100 dB SPL en la superficie, 80 dB SPL a nivel de la cóclea fetal), se le dio a oír al feto una canción que la madre había grabado previamente. Alternando estímulos de 15 segundos con silencios de igual duración, se repitió este ciclo 18 veces (duración total : unos 10 minutos). En dos de los tres fetos se constató una activación significativa del lóbulo temporal.
Aprendizaje
Habiendo aceptado que el feto oye algunos sonidos externos, procede preguntarse si también los “procesa”.
Salk (1960) observó que los bebés hospitalizados a quienes se les hacía oir ruidos cardíacos respiraban con mayor profundidad y regularidad, y que aumentaban más rápidamente de peso.
Montagu (1962) sugirió que el atractivo universal de la música y el efecto sedante de los sonidos con ritmo podrían guardar relación con el sentimiento de bienestar que se supone que experimenta el feto al oir el corazón de la madre.
Murooka (1976) y De Casper (1983) demostraron asimismo que los recién nacidos podían recordar los latidos cardíacos maternos oídos in útero.
Szmeja et al. (1979) señalaron un vínculo entre ciertos problemas del nacimiento y los ruidos crónicos. Un autor refiere que, paseándose ante la jaula de los leones de un zoológico, una mujer embarazada de 7 meses vio -o más bien oyó- un conflicto entre dos de ellos por un pedazo de carne. El rugido, extremadamente intenso, provocó una fuerte agitación en su vientre, por lo que tuvo que marcharse. Mucho tiempo después, cuando el niño tenía siete años de edad, se le detectó un escotoma audimétrico en las bajas y medianas frecuencias. Por otra parte, el niño reaccionaba con intensidad cuando veía por televisión leones u otras fieras que rugían.
Según Satt (1987), los recién nacidos prefieren la melodía que la madre cantaba mientras estaban en el útero a una nueva melodía.
Peter Hepper (1991) descubrió que los bebés expuestos a la música de un programa televisivo antes del nacimiento se mostraban, después del mismo, atentos e intresados por esta música. Al oírla, los movimientos y el pulso de estos recién nacidos disminuían de modo significativo, como en un estado de alerta. Sallenbach constató que el feto expuesto a una música con disonancias puede responder mediante movimientos que él califica de rítmicos y ondulantes. También Sister Lorna Zemke observó que el feto responde rítmicamente a un golpeteo rítmico sobre el vientre materno.
Un estudio holandés (van Heteren y col.) sobre 25 fetos de 37 a 40 semanas demostró que el feto puede reaccionar, responder a un sonido particular, reconocerlo y “habituarse”. Cuando oye un sonido por primera vez, el bebé se mueve. Luego, si se le hace oir nuevamente ese mismo sonido ya no reacciona, porque lo recuerda y está acostumbrado a él.
Los 25 fetos reaccionaron a los sonidos “aplicados” directamente sobre el útero, en correspondencia con las piernas del bebé. Se aplicó 3 veces un ruido B formado por 4 sonidos consecutivos. Entre la primera aplicación (B1) y la segunda (B2) transcurrieron 10 minutos. Entre B2 y la tercera (B3) transcurrieron 24 horas. Todos los bebés se movieron por efecto de B1, pero 19 de los 25 ya no reacionaron a B2 ni a B3. Esto demuestra que los fetos poseen una memoria a breve plazo, y también a largo plazo.
Mulder EJH y col. (1999) ponen en tela de juicio la conclusión de C F van Heteren and colleagues (Lancet, Sept 2000, p. 1169), según la cual el índice fetal de habituación estaría relacionado con procesos de aprendizaje y memorización. La crítica se fundamenta en el hecho de que la reactividad a los estímulos externos puede depender del estado comportamental del feto en el momento en que se opera la estimulación. Cerca del término, el feto alterna entre dos estados principales :
1. Sueño tranquilo (1F) por períodos de aproximadamente 25 minutos;
2. Estados de sueño activo (2F) [¿“sísmico”?, ¿paradójico?] por períodos de aproximadamente 60 minutos.
En cuanto a su intensidad, la habituación es globalmente la misma en los dos estados, pero más rápida en el estado 1F que en el 2F. Van Heteren lo explica por el hecho de que la estimulación auditiva despierta al feto, pudiendo hacerlo más rápidamente en 1F que en 2F. Pero el nivel de habituación sigue siendo el mismo.
Si el feto procesa los sonidos, ¿conserva huellas de tal actividad después del nacimiento?
¬Hasta hace poco tiempo, la mayoría de las investigaciones sobre los primeros aprendizajes versaban sobre a la habituación (Querleu et al., 1981) o el condicionamiento (Van de Carr, 1988).
Resumiendo unos cuantos trabajos realizados principalmente en su laboratorio, Lecanuet y Granier-Deferre muestran que el feto humano es capaz de aprendizaje (como lo manifiesta la habituación de la desaceleración o de la aceleración del ritmo cardíaco). Este aprendizaje atañe a varios parámetros sonoros, como la altura, el timbre o la intensidad. Por otra parte, el feto sería capaz de memorizar ciertas características de los sonidos, puesto que el recién nacido de 2 a 4 días prefiere oir los sonidos a los que ha estado expuesto en el estadio fetal.

¿ Retener supone también comprender ?
Verny y otros advirtieron que los bebés prefieren claramente los cuentos, las canciones o los poemas que han oído antes de nacer.
El célebre violinista Yehudi Menuhin creía que su talento musical “se debía, al menos en parte, al hecho de que sus padres, ya antes de que él naciera, cantaban y hacían música permanentemente”.
La investigación de Polverini-Rey (1992) parece indicar que las canciones de cuna pueden calmar al feto.
¿ Significa esto que el feto comprende lo que oye? (cf. Efecto “dolto-mágico”).

El feto reconoce la voz de su madre y la diferencia de la de otra mujer.
En diferentes congresos y publicaciones, Tomatis (1981) y Feijoo (in Herbinet, 1981) polemizaron largamente sobre esta cuestión : entre todos los sonidos que recibe el feto ¿se incluye la voz de la madre? Y en tal caso, ¿qué parte de la voz materna llega hasta el útero? Por último : de todo cuanto recibe, ¿qué retienen el feto o el prematuro?
1. Tomatis, maravillado por el hecho de que los huevos de pájaros cantores empollados por pájaros no cantores dan nacimiento a pájaros que no cantan, considera que los pichones de hombre también deben de aprovechar la voz de su madre. Si de los huevos de pato a los que les hablaba Konrad Lorenz nacieron patitos que lo tomaban por su madre, ¿cómo imaginar que los niños de Dios puedan ser más salvajes e ignoren la voz de quien los ha llevado en su vientre? Tomatis considera que esta voz debe estar modificada por el líquido que rodea al feto, y que éste seguramente debe de arreglárselas para oir más el discurso de su madre que los intensos ruidos viscerales. Basándose en algunas manipulaciones acústicas y en su larga experiencia terapéutica con la voz materna filtrada a 8000 Hz (es decir, conservando sólo la banda pasante superior), Tomatis afirma que el feto está permanentemente en contacto con la voz de su madre, a la que tiende a oir por encima de todos los ruidos graves provenientes del funcionamiento orgánico (tamtam del corazón, fuelle de los pulmones, borborigmos intestinales, etc.).
2. Feijoo pretendía que solo los sonidos graves podían alcanzar el oído del feto. Éste, por consiguiente, oiría la voz del padre, pero no la de la madre. Cuando ésta se relaja, el feto —tal vez menos “comprimido” por las tensiones musculares— empieza a moverse. En varias ocasiones se le hace oir Pedro y el Lobo al feto poco antes de que la madre se ponga a descansar. El feto aprende entonces que esta música anuncia la relajación, y que puede moverse. Al cabo de varios ensayos empieza a moverse sin esperar a que desaparezca la sensación de compresión. Este condicionamiento puede persistir hasta mucho tiempo después del nacimiento. El niño sometido a la experiencia reacciona de modo espectacular cuando oye Pedro y el Lobo “por primera vez” (en su vída “aérea”). Abre los ojos, deja de llorar, y en lugar de moverse agitadamente lo hace con calma. Feijoo no obtiene tal aprendizaje con sonidos de más de 1000 ó 2000 Hz, lo que avala sus hipótesis.
El grupo de Reflexión sobre los Sonidos, coordinado junto con el Profesor Pierre Josserand (LAMI UPS – Toulouse), había propuesto una experiencia crucial a fin de aclarar el panorama. En realidad, el problema se despejó notablemente gracias a los trabajos de M.-C. Busnel (in Herbinet, 1981) y de Querleu (1981), quienes toman en cuenta nuestros debates con Feijóo. Colocando un hidrófono en miniatura dentro de la vagina, y después dentro del útero gestante, estos autores mostraron que el feto vivía en un ambiente sónico amortiguado por un efecto de filtro que deja pasar principalmente las frecuencias bajas. Físicamente, el feto puede captar todos los ruidos antes enumerados, incluida la voz materna, que se identifica con claridad en los registros experimentales. Sin embargo, la gama que mejor se transmite es la de los sonidos graves, mientras que la zona aguda (por encima de los 3000 Hz) se halla atenuada. Sobre este tema se puede encontrar un texto interesante en el sitio de LA FORGE (en francés).
Ahora bien : atenuada no quiere decir suprimida, y quedan suficientes vibraciones de la gama alta como para “tirar la escucha” hacia los agudos. Y éstos resultan más interesantes todavía por cuanto sólo llegan dificultosa y escasamente hasta el oído del pequeño ser. Aun los sonidos extremadamente agudos (situados más allá de las capacidades auditivas humanas), como los de la ecografía ultrasonora, parecen tener consecuencias (¿por un efecto térmico? ¿químico?) sobre el feto, que suele agitarse durante el examen [2] , y también en lo sucesivo, puesto que la dislexia sería más frecuente cuando se han practicado numerosas ecografías (si bien cabe objetar que los múltiples estudios probable fueran realizados porque el médico y los padres ya tenían algún motivo de inquietud) (Messadié, 1987).
Se siguen algunas implicaciones prácticas. Las curas Tomatis comprenden una fase de escucha de la voz materna filtrada (con eliminación de las frecuencias inferiores a 8 kHz). Estos sonidos, ¿son los que el paciente oía en el vientre de su madre? Si tomamos en consideración la opinión de Feijoo y los trabajos de Querleu, los sonidos de la cura corresponderían más bien a la parte de la voz materna descubierta al nacer. El llamado “parto sónico” (restitución de las frecuencias filtradas) puede tener efectos clínicos muy demostrativos (Dolto, 1985). Sin embargo, ateniéndose a esta hipótesis, los sonidos filtrados de Tomatis ya no suscitan una evocación de la vida intrauterina, sino que constituyen más bien una repetición sonora caricaturizada de los instantes inmediatamene posteriores al nacimiento. No hay por qué sorprenderse, pues, de que esta escucha posea tal poder dinamizante, ni de que en algunos casos pueda evocar ciertos elementos biográficos asociados a la vida posnatal (Auriol in Herbinet, 1981).
Pese a haberse topado con algunas dificultades experimentales (de las que dio claras explicaciones), y guiado por su notable intuición, Tomatis (1981, p. 50 y sig.) logró sus resultados clínicos con —por así decirlo— un error de signo (tomar por un filtro de graves lo que era un filtro de agudos). “Yo basaba toda mi experimentación en este hecho, pero todo era falso”.
Utilizando entonces algunos argumentos embriológicos discutibles y, más aún, el éxito considerable de su método de tratamiento con sonidos agudos obtenidos por filtración de las frecuencias inferiores, llegó a la audaz conclusión de que el filtrado uterino (que deja pasar principalmente los sonidos graves) sufre luego una hipercorrección por efecto del filtrado coclear, de sentido inverso. El esquema propuesto es el siguiente :
Fuente
Banda ancha (!!)

Filtrado uterino
Banda pasante baja (!)

Filtrado coclear
Agudos amplificados (?)

Recepción
Banda pasante alta (??)

Aún se está lejos de dilucidar, por ejemplo, el papel del tapón gelatinoso que obstruye el oído del feto (Moch, 1985) : ¿nivelará las escuchas aérea y ósea, creando una indistinción entre los sonidos provenientes del interior del feto y los provenientes de otra fuente (el cuerpo materno y el mundo exterior)? El simple hecho de la inmersión en un medio líquido podría restringir el mecanismo auditivo a una conducción puramente ósea (Hollien, 1969), más apta para transmitir la voz materna, especialmente en sus componentes medianamente agudos.
No pudiendo llegar a una conclusión firme a partir de estos debates teóricos, me conformaré con expresar mi opinión. Primeramente, el feto aprende a orientarse en un mundo de cuatro dimensiones gracias al sistema vestibular, con el que percibe el espacio estático y sus referencias vertical y horizontal. Dentro de este espacio, los conductos semicirculares suministran la información dinámica de las modificaciones más o menos bruscas correspondientes a los desplazamientos de la madre según tres ejes de aceleración.
Algunos de los movimientos son percibidos en función de un eje temporal marcado por la acumulación de ritmos bastante regulares, a saber : latidos cardíacos (aproximadamente uno por segundo), pasos, respiración (aproximadamente una cada 5 segundos), ciclos peristálticos (aproximadamente cada 90 minutos), alternancias de actividad y reposo (períodos de 24 horas), etc.
Sobre esta trama espaciotemporal el niño se prepara a comunicar, asociando movimientos inesperados y sonidos nuevos, el canto del lenguaje materno y los balanceos respiratorios, los ambientes ritmomelódicos y las variaciones del estado de consciencia (angustia o felicidad en correspondencia con las modificaciones químicas de la sangre), etc.
La seguridad de base está en relación con lo rítmico, mientras que la novedad (la información) lo está con lo melódico, particularmente la voz materna en la zona de las frecuencias medias. Algunos hechos excepcionales dan lugar a excursiones por los agudos.
En el momento del nacimiento, el paisaje sónico sufre una fuerte conmoción. El recién nacido posee sus ritmos internos, pero si no experimenta un contacto íntimo con su madre (amantamiento, transporte en la espalda, mimos, etc.), pierde los ritmos a nivel externo. Gracias a los componentes rítmicos vehiculizados por los sonidos graves reconoce la voz materna, a la que se aferra siempre que puede. Súbitamente los armónicos de esta voz le aportan una nueva riqueza, que a un tiempo lo excita y lo sosiega. El niño marca sus propios ritmos (por ejemplo, al mamar, aproximadamete dos movimientos de succión por segundo).
Esta metamorfosis en un ambiente de seguridad le permite integrar sin dificultad el enorme aflujo de los nuevos sonidos que le escoltan : los agudos de un mundo enceguecedor. Tal sería el origen de una asociación común a todos los seres vivos entre agudos y luminosidad, entre graves y oscuridad. Y asimismo (puesto que la luz viene desde arriba) el de la asociación agudo-alto, grave-bajo, etc. Todo este simbolismo de aspecto “arquetípico” —vale decir, común a todos los mamíferos— no se explica por un misteriosa inscripción genética ni por razones “espirituales”, sino que depende simplemente del cambio de medio (líquido/aéreo) en el momento del nacimiento.
La voz de la madre ocupa un lugar privilegiado, central, porque se sitúa a medio camino entre la costumbre y la variedad. Representa, pues, el prototipo de toda música, que no puede reducirse ni a la repetición, ni a lo imprevisible.

Verificaciones

De Casper y col. mostraron (1986) que si durante el último trimestre del embarazo la futura madre leía reiteradamente determinados pasajes de un texto, el bebé, después del nacimiento, prefería esos pasajes a otros.
Los niños que han oído repetidamente un cuento en el vientre materno, succionan más si oyen ese mismo cuento mientras están mamando. Los que no han sido acondicionados a dicho cuento no lo distinguen de otro.
Spence y col. (1987) también mostraron que a los bebés que habían sido habituados a un cuento antes de nacer les resultaba placentero oirlo filtrado en banda pasante baja, tanto como el mismo texto no filtrado. En cambio, los bebés que no habían oído el cuento no apreciaban la versión filtrada.
Barbara Kisilevsky (Psychological Sciences, Mayo de 2003) y un equipo de obstetras de Hangzhou (China) descubrieron que el feto puede aprender en el útero, puede recordar y reconocer la voz de su madre aun antes de nacer, y puede diferenciarla de la voz de otra mujer.
En otros estudios anteriores se había mostrado que los recién nacidos prefieren escuchar la voz de su madre a la de otra mujer, y que saben modificar su comportamiento para suscitar la emisión de esa voz.
Kisilevsky probó que tal posibilidad existe desde antes del nacimiento. La experiencia uterina de las interacciones del bebé con la voz de su madre tiene un impacto ulterior sobre el comportamiento de recién nacido y sobre la instauración del fenómeno de vinculación madre-hijo.
Estas investigaciones muestran que los fundamentos para la percepción de la palabra y la adquisición del lenguaje se instalan antes del parto. Por consiguiente, las competencias de lenguaje precoces observadas en los recién nacidos y en los niños muy pequeños se explican más bien por la interacción entre el feto y el ambiente, y no deben atribuirse a ningún módulo lingüístico cerebral “presinaptizado”.
En 60 fetos próximos al término (de 38 a 40 semanas de gestación) se realizó la siguiente experiencia : por medio de un parlante colocado cerca del abdomen materno, 30 de ellos fueron expuestos durante 2 minutos a la reproducción de una banda grabada con la voz de la madre (lectura de un poema); los otros 30 oyeron ese mismo poema en condiciones idénticas, pero leído por otra mujer. Los fetos sometidos a la voz de la madre “respondieron” con una aceleración del ritmo cardíaco [3]. En los otros, a la inversa, se observó una disminución de dicho ritmo [4] . El fenómeno se produjo a partir de los 20 segundos de reproducción del registro y persistió, como mínimo, durante los 2 minutos siguientes al final de la reproducción.
Así pues, los fetos oyeron y prestaron atención a ambos tipos de voz. Sin embargo, dado que respondieron de manera diferente, cabe llegar a la conclusión de que reconocieron la voz de su madre.
De Casper ya había mostrado que el feto puede reconocer un cuento especifico leído por su madre, pero que, tras esta lectura, no reacciona de igual modo al mismo cuento leído por otra mujer y a otro cuento leído por una voz extraña. El autor atribuyó la desaceleración del ritmo cardíaco a un efecto tranquilizante de la voz materna. Por el contrario, la aceleración in útero producida por la voz materna indicaría una suerte de excitación del feto.

Desde que nacen, los bebés distinguen el lenguaje humano del ruido.
Recientemente se publicaron en Tokio algunos extractos de un estudio que dejó fascinados a los investigadores. Según él, los bebés son capaces de diferenciar el lenguaje humano de los parásitos sonoros, prueba de que se produce un aprendizaje precoz in útero o de que tal función es innata en el ser humano.
Dicho estudio fue llevado a cabo por laboratorios de investigación italianos, japoneses (Hitachi) y franceses (CNRS) en 12 lactantes italianos. Para corroborar sus trabajos, los autores explotaron asimismo extractos de voces de dos madres cuyos bebés no habían participado en la experiencia.
Mediante un aparato óptico a rayos infrarrojos capaz de detectar las variaciones de la presión sanguínea se analizaron los efectos de la voz humana sobre el cerebro de los lactantes, y se confirmó la preponderancia del hemisferio izquierdo en el reconocimiento del lenguaje.
En cambio, los sonidos incoherentes y el silencio no dieron lugar a la aparición de diferencias significativas entre ambos hemisferios.
El estudio “demuestra que el cerebro del recién nacido reacciona específicamente a una voz normal pocas horas después de haber sido expuesto a señales sonoras fuera del útero”.

Arcaico, pero no perdido

Los efectos sedantes de la voz materna
Investigadores como Murooka et al (1976), Rossner (1979) y De Casper (1983) mostraron que el recién nacido se tranquiliza cuando se le hacen oir sonidos intrauterinos.

El corazón
Está suficientemente bien establecido que el ritmo cardíaco materno influye sobre la construcción neuronal del feto. Los ruidos del corazón de la madre ejercen un efecto calmante en el recién nacido. Se piensa que el “tempo motor espontáneo” del niño pequeño dependería del ritmo cardíaco de su madre : un niño de cuatro años al que se le pide que aplauda espontáneamente lo hace a un ritmo promedio de 170/minuto, que coincide perfectamente con el ritmo de los movimientos de succión del recién nacido. Cabe señalar (Carolyn Drake, 2001) que tal ritmo es el doble del ritmo cardíaco materno (fisiológicamente taquicárdico a causa del embarazo : 80-90 latidos/minuto en lugar de aproximadamente 70 latidos /minuto).

Borborigmos
Los obstetras refieren el frecuente estreñimiento de la embarazada debido a la compresión del intestino grueso y a la menor tonicidad de los músculos lisos por efecto de la progesterona. Sin embargo, esto no significa que el peristaltismo desaparezca, de modo que, dentro de las infinitas correlaciones posibles, se han de tomar en cuenta los ruidos intestinales.
La escuela Biodinámica de Gerda Boyesen destacó su utilidad para diagnosticar el estado psicoafectivo del individuo. Según su tipología, se observan las siguientes correspondencias :
• El sonido de río tranquilo es propio de un tránsito relajado y un estado mental agradable, apacible, sin conflictos de importancia.
• En los estados de angustia se produce un bloqueo del peristaltismo y un paro respiratorio en inspiración, lo que se manifiesta por un silencio.
• Cuando la tensión cede se oyen —asociados con un suspiro de alivio— unos borborigmos semejantes a gruñidos o a “rugidos de león”.
• Los “chirridos de puerta” indicarían una tensión más intensa y conflictos intrapsíquicos graves.

Planteamos entonces la siguiente hipótesis : las bandas espectrales correspondientes a estos distintos tipos de ruidos digestivos instituyen una biyección, especie de significación implícita que las vincula de modo casi inexorable y definitivo a los correspondientes estados emocionales. La aplicación entre sonidos uterinos y estados vivenciales no ofrece de elementos que pudieran explicitar una significación, pero no por esto es menos real. Imprime su marca en el sistema nervioso, un poco como la genética lo hace en el cuerpo (aunque, por cierto, de modo mucho más leve) : los ojos se dedicarán a ver, los oídos a oir etc. ¡Estamos, pues, en presencia de una adecuación que es previa al poder de hablar de ella!

A claire voie

Este individuo biológico experimenta un paralelismo masivo entre el conjunto de sus percepciones y el de sus vivencias subjetivas (aunque erróneamente se las crea muy pobres), y no puede distinguir con claridad las percepciones externas de los acontecimientos psíquicos internos.
En el ser humano maduro observamos un organigrama de tipo :
percepción —> llamado a la memoria —> significación —> reacción emocional central Y periférica —> acción / verificación.
En el feto, la acción no siempre da lugar a una verificación detallada. Desde este punto de vista, sus represenaciones son infalsificables. Unas cuantas simultaneidades entre sonido y otros acontecimientos psicofisiológicos se repiten con gran fidelidad. El sistema nervioso en proceso de maduración integra dichas simultaneidades en su propia estructura, a nivel de las selecciones de células y de sus conexiones. En adelante, cualquier acontecimiento sonoro sistemáticamente correlacionado con una variación de la química sanguínea específica evocará las “vivencias emocionales” apareadas.
Por ejemplo, si cierto ritmo cardíaco o respiratorio se repite en presencia de los testigos séricos de la angustia materna, dicho ritmo quedará sólidamente vinculado con ese tipo de vivencia, y su presentación ulterior (por ejemplo, musical) podría generar una emoción homogénea, cualquiera sea la cultura de pertenencia. Si habitualmente otros ritmos —o los mismos— corresponden en la madre a una excitación alegre, más adelante podrán recordar sentimientos análogos en el hijo. En cuanto a su propia acción, el feto puede hacer variar la posición de su cuerpo con respecto a la fuente sonora, mostrarse sensible al tacto transparietal —como lo demuestra la haptonomía—, y disminuir las tensiones que le impone la química materna dedicándose a la activdad autoerótica de chuparse el pulgar...

Conclusión

Lejos de limitar su vida perceptiva al mundo sonoro, el feto se informa asimismo a nivel vestibular, olfativo, gustativo y táctil. En determinadas circunstancias muy particulares puede incluso recibir informaciones visuales, y se sabe que es afectado por los exámenes ultrasónicos (ecografía). Otras comunicaciones, que ya no tendrán la misma forma después del nacimiento, lo informan emocionalmente por la vía de la circulación placentaria (algunos productos sanguíneos del estrés materno atraviesan la barrera fetomaterna). De todo esto cabe inferir que la vida fisiopsicológica del feto es muy rica, y que tiene gran importancia para el desarrollo ulterior del niño y del adulto.

LA COMUNICACIÓN PRIMIGENIA: EL PRIMER ENCUENTRO MADRE-HIJO O HIJA.

Dra. Noemi Reyes Partida
Dra. Silvia Molina y Vedia

Resumen:
En este trabajo se reportan algunos avances de investigación realizada con recién nacidos y sus madres en las que se observa específicamente el tipo de comunicación preverbal y verbal que mantienen durante la primera media hora de contacto. Tal comunicación se analiza desde la perspectiva psicoanalítica y de la teoría de la comunicación a partir de la aproximación de N. Luhmann. La información procesada ha sido producto de la videograbación de la primera media hora de contacto entre madre e hijo o hija y su análisis minuto a minuto. El estudio reviste importancia particular debido a la escasez de investigaciones previas sobre la primera vez que un recién nacido (a) es interpelado directamente por medio de una comunicación dirigida exclusivamente a él o ella, (b) se le atribuye una identidad (“hijo” o “hija”) y (c ) se lo encauza en el proceso comunicación.

Introducción:

Esta ponencia presenta avances de un trabajo de investigación de mayor alcance, que dirige la Dra. Noemí Reyes Partida sobre “El primer encuentro entre neonatos y sus madres”, que se inició en 1996 y en el que colabora -además de las autoras de esta ponencia- la Lic. Alejandra López-Duplan.
El objetivo general de la investigación fue estudiar el universo de comportamientos que se desencadenan en el primer encuentro madre-hijo o hija. El objetivo de esta presentación es tratar, no los comportamientos, sino las características principales de la comunicación que se establece en este primer encuentro.
El material que sirvió de base para hacer las observaciones pertinentes es: a) el registro videograbado de la primera media hora de contacto madre-hijo o hija, es decir, lo que ocurre cuando por primera vez se encuentra la madre con su bebé, b) una entrevista semiestructurada con orientación psicoanalítica a cada una de las madres, realizada después del parto y de la videograbación del primer encuentro con su o sus bebés y c) las viñetas descriptivas de cada uno de los videos, con registros minuto a minuto.
En todos los casos quienes recogieron la información tuvieron entrenamiento psicoanalítico. Las madres no fueron advertidas previamente que serían videograbadas, sino que con posterioridad se les solicitó su aprobación para utilizar los videos, evitando así que al saberse observadas modificaran su conducta o que no fueran del todo espontáneas. Asimismo, se instaló sólo una cámara fija, para evitar que el técnico hiciera una selección previa del material a registrar, impidendo de este modo que pudiera estar contaminado por su experiencia subjetiva. El número de viedograbaciones fue de 30, que es el mismo de mujeras entrevistadas y cuestionarios respondidos.
La interpretación de los datos se hizo con base en la teoría psicoanalítica y la teoría de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos , ya que ambas teorías mantienen una relación de complementariedad (tal como se podrá observar a continuación).

Antecedentes teóricos.

Antecedentes desde la teoría psicoanalítica: En los últimos treinta años la investigación y la observación directa con niños asociadas al estudio e interpretación del material clínico en el campo del psicoanálisis se ha incrementado en forma preponderante; esto es especialmente notable en la última década.
Con anterioridad la teoría psicoanalítica se desarrollaba a partir de las hipótesis sustentadas por la reconstrucción del material proporciondo con el trabajo de pacientes adultos en tratamiento, ahora en cambio, el ejercicio y la influencia de la observación directa con niños ha permitido, no sólo la reconfirmación de dichas hipotésis sino que las ha ampliado y ha generado nuevas teorías con respecto al desarrollo infantil, al realizar un seguimiento longitudinal de manera detallada y minuciosa de su desarrollo.
Spitz , al introducir las técnicas de análisis cinematográfico en la observación de infantes, amplió el campo de la investigación de las primeras etapas formativas del individuo y dio lugar a otra disciplina: la teoría evolutiva psicoanalítica. En Inglaterra desde 1948 en la Clínica Tavistock se implantó la observación dinámica de niños. En 1950 Kris y Lowenstein y posteriormente, Ana Freud en el 1958, convocaron a diversos colegas para realizar observación directa en niños pequeños y así comprobar hipótesis previas en psicoanálisis.
En el XX Congreso Internacional de Psicología en París, se concluyó que la observación directa de niños constituía un elemento complementario indispensable en la revaloración de las hipotésis metapsicológicas. El ejercicio de la observación directa y longitudinal, como por ejemplo los estudios de Stoller (1968), han aportado nuevos datos en torno al desarrollo psicosexual temprano del niño y de la niña. Spitz en 1965 y Stern en 1977 observaron en sus estudios los intercambios afectivos en la díada madre hijo.
Algunos especialistas en la materia comparten el criterio de que el bebé es fundamentalmente activo en su avance hacia una complejidad psicológica creciente, que llegan al mundo prederminados por la evolución y de que innatamente contienen una serie de capacidades que se reactivan en el vínculo con la madre o con aquella persona que se haga cargo de ellos.
De acuerdo con Emde , el bebé es un ser activo, de organización compleja, que se desarrolla siguiendo ciertas transformaciones rectoras, como por ejemplo, su preadapatación para participar, iniciar, mantener y terminar interacciones humanas; una sensibilidad de respuesta para ser activado o calmado por holding , contacto corporal y acunamiento. De acuerdo con Stern, en los niños existe una propensión a manifestar estados de alerta prolongada ante rasgos de estímulos contenidos en la voz y rostros humanos.
Según Lozoff , la evolución ha predispuesto al neonato para responder selectivamente a estímulos de la madre, como son su voz, su olor, su presencia. La evolución también plantea la presencia de conductas del recién nacido que propician la interacción humana, como son los diversos tipos de llanto.
Antecedentes desde la teoría de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos: Las ciencias sociales y en especial, la comunicación presentan un enorme e inexplicable vacío en el estudio de la comunicación en el primer encuentro entre la madre y su bebé. Las escasas referencias al nacimiento y la maternidad, así como a la comunicación primigenia son, por lo general, producto de deducciones más que de la investigación sistemática. Sin embargo, las ciencias sociales han desarrollado teorías capaces de abordar productivamente tal investigación.
Entre estas teorías se ha seleccionado la de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos formulada por Niklas Luhmann porque implica una forma de observación de la realidad particularmente afín al tipo de fenómeno (la comunicación en el primer encuentro madre-hijo o hija) que se está tratando.
Luhmann señala que muy tempranamente los bebés (él lo ubica alrededor de los dos meses) expresan “ciertos modos de comportamiento que se entienden como comunicación, y que como tal reciben respuesta”, es decir, esto sucede aún antes de que hayan adquirido el lenguaje “y casi al mismo tiempo que el desarrollo de la capacidad perceptiva” . Pero es posible demostrar actualmente que la capacidad de diferenciación perceptual del bebé es mucho más temprana, de modo que su observación tendría que ser aplicable también al recién nacido.
La posibilidad de que el bebé se considere como un alter en el sistema de comunicación que Luhmann desarrolló en teoría (y que más adelante se demostrará en esta ponencia), presupone que prácticamente desde su nacimiento las personas están acopladas estructuralmente a la sociedad, ya que la comunicación es un fenómeno básicamente social. En otras palabras, el sistema psíquico “madre” y el sistema psíquico personificado en el bebé se encuentran en interpenetración, y ésto estimula el desarrollo del psiquismo, porque le ofrece la posibilidad de evolucionar apropiándose selectivamente (autorreferencialmente) de la complejidad de su entorno.
El acoplamiento estructural es un empalme temporal de unidades independientes; tal empalme o acoplamiento, en el caso de la comunicación, implica la participación de dos o más sistemas que se prestan mutuamente parte de su complejidad con fines productivos o reproductivos, pero sin que uno intervenga sobre el otro, sino manteniendo su autonomía funcional. A este fenómenos se lo llama interpenetración.
Todo el proceso de comunicación es producto de la interpenetración sistémica bajo diversos acoplamientos, y en todos los casos éste se encuentra sujeto a un alta improbabilidad, que puede ser mejor entendida mediante la doble contingencia.
La doble contingencia implica que en el proceso de comunicación participan un alter y un ego que constantemente hacen selecciones de sentido en las que pretenden involucrar al otro, de modo que la comunicación se continúe con éxito.
La comunicación es, de acuerdo con esta teoría, el conjunto de tres selecciones: selección de la información, selección del mensaje y selección de la expectativa de éxito.
Cada selección hace posible algo que antes era improbable, dado el enorme abanico de posibilidades que existieron hasta el momento mismo de actualizarla (llevarla a cabo). Y como quienes realizan esas selecciones son alter y ego, ambos hacen esas selecciones constantemente sobre una base de opciones contingente. En eso consiste la doble contingencia y no existe ninguna forma de estabilizar o controlar totalmente el sentido para que signifique lo mismo; por eso Luhmann es muy preciso cuando dice que comunicación no significa transmisión de sentido.
Este enfoque es aplicable al primer encuentro entre la madre y su hijo o hija porque plantea con gran claridad lo que sucede en él: la madre y el bebé son observables como sistemas psíquicos autónomos (y tanto es así, que las madres a veces se desesperan por no entender al bebé) que, en tanto personas, hacen selecciones de sentido que se expresan como comunicación, lo cual les exige además encontrarse en interpenetración y estar disponibles para comunicar.
Ciertas observaciones de Luhmann sobre la interpenetración entre ser humano y ser humano también son aplicables a la relación madre-bebé en el primer encuentro. Dice Luhmann: “Quien se compromete en una relación íntima de dos, para lo cual no existe casi apoyo social y que es, en sí misma, bastante improbable, tiene que encontrar puntos de apoyo que le permitan considerar probable la casualidad que se presenta inicialmente como improbable. Sólo puede referirse en este esfuerzo (…) a la persona individual de la pareja. –todos los demás recursos quedan fuera de un sistema especializado en la interpretación de los seres humanos. El comportamiento del otro se lee, por lo tanto, en relación con las características personales más fuertes, para después apropiarse de esas características y hacer plausible que el compañero elija esa relación íntima. El yo del otro se convierte en punto de referencia de una atribución ciertamente paradójica: tiene que reconocer disposiciones fuertes y, a la vez, manifestar disposición a trascenderse a sí mismo en dirección del otro, es decir, no actuar sólo de acuerdo con sus intereses y costumbres. ”
De este modo, la interpenetración humana sólo se puede producir mediante la formación de un sistema social en el que fluya la comunicación. Este aspecto productivo y reproductivo de la interpenetración -señala Luhmann- además de la comunicación, supone que se delimitan las posibilidades del lenguaje y que puede haber algún acercamiento físico.
Integración teórica e hipótesis de trabajo.
Desde el horizonte de la teoría de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos, la comunicación no implica ni transmisión ni tener algo en común. Se trata en cambio del conjunto de tres selecciones de sentido que entablan un alter y un ego y que consisten en selección de la información (los datos), selección del mensaje (de la forma en que se integrará la información) y selección de la expectativa de éxito (es decir, del modo en que será expresado el mensaje para que el otro pueda interesarse en él y continuar produciendo comunicación). Alter y ego son roles intercambiables y aluden a quienes producen, captan, reelaboran y reproducen la comunicación.
Esta forma de concebir la comunicación se aproxima a la orientación psicoanalítica en relación al intercambio de señales emocionales que una persona inicia para darle significado y sentido a una situación por medio del fenómeno llamado referenciamiento social , lo cual implica concebir los diferentes niveles de relación comunicativa entre alter y ego. Desde este marco teórico las selecciones que hacen alter y ego durante el proceso comunicativo se alternan y complementan incorporando diversos niveles de expresión de los mensajes y procesamiento de los mismos.
La comunicación que se establece en el caso del primer encuentro con la madre y él o los neonatos, implica básicamente un acoplamiento estructural entre ambos, acoplamiento en el cual la madre toma la iniciativa, pero en el que él o los bebés son también parte activa, a pesar del caracter primitivo de la información que disponen y de los escasos recursos que tienen para comunicar.
Partiendo de este horizonte teórico, las hipótesis que se sostienen en esta presentación son las siguientes: 1) que en este primer encuentro, dada la regresión de enlace que tiene la madre en el parto (y aún desde la gestación), ésta puede mantener una escucha muy amplia de las necesidades del niño o niña y sus signos comunicativos, de forma que no sólo es sensible a los mensajes primarios sino que los decodifica y les hace devoluciones que fungen como hipótesis o tentativas de entenderlo-la desde ella y el estado de ensoñación en que se encuentra, y 2) que el hijo o hija dentro de la enorme limitación de formas de expresión e información que tiene, va expresando comunicativamente estados primarios de satisfación, malestar, ansiedad, desorganización, etc., directamente al objeto “madre”.
A continuación, y para exponer la información obtenida en función de la comprobación de tales hipótesis, se tratarán: a) las formas predominantes de la comunicación que la madre dirige hacia su o sus bebés, b) las formas de comunicación que mantiene el bebé con ella y c) una interpretación de tales comunicaciones con base en las teorías antes citadas. Con posterioridad se presentarán las conclusiones de esta presentación, en las cuales se tratará el impacto de los datos en la validación de las hipótesis y sus reverberaciones tanto en la teoría psicoanalítica como en la teoría de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos.

a) Las formas predominantes de la comunicación que la madre dirige hacia su o sus bebés:

Como puede parecer obvio, la iniciativa de la comunicación recae en la madre. Sin embargo, debido al estado de regresión de enlace en que ésta se encuentra, los mensajes que elabora y dirige al bebé son extraordinariamente sencillos y se basan en recursos primarios o poco estructurados. La madre utiliza como recursos para tal comunicación (a.1) el contacto tactil, (a.2) su voz , (a.3) el ritmo y (a.4).
a.1. La comunicación tactil es la más importante en este primer encuentro y, de acuerdo con el material disponible, es la que introduce al recién nacido al mundo de la comunicación y el desarrollo del psiquismo. Ya desde 1923 Freud en El Yo y el Ello, planteó que los inicios del desarrollo del niño tenían su base en el contacto de la piel y del cuerpo del niño o niña por parte de la madre.
El contacto de la piel por parte del objeto materno cumple diversas funciones: (a.1) de sostenimiento, al generar en el bebé una sensación que algo lo sujeta, (a.2) de comunicación, porque filtra los intercambios entre el interior y el exterior, (a.3) de placer, porque por medio de la estimulación tactil recibe caricias, y (a.4) de ritmo, porque la madre a través de la misma estimulación táctil también transmite ritmos.
Klaus y colaboradores comprobaron que un porcentaje muy alto de las mujeres estudiadas en su primer acercamiento con el crío, le tocan las extremidades con las yemas de los dedos, continúan con masajes, caricias, y con un amplio contacto con las palmas de las manos; aspectos que se reconfirman en esta investigación, además de que se observaron palmoteos en diferentes partes del cuerpo y la presencia muy frecuente de besos.
El amamantamiento es la forma de comunicación más significativa y elemental que existe en la díada, y suele iniciarse cuando la madre le enseña al bebé a aproximarse al pecho, a acoplarse a él y a acomodarse en una posición apropiada. La altísima incidencia de amamantamiento entre las madres estudiadas puede guardar relación con los datos de las entrevistas donde se reporta el hecho de que todas ellas a su vez fueron, a su vez, amamantadas por sus propias madres. Estudios previos como los de Klaus y Kennell efectuados en Guatemala, sobre madres que parieron recientemente, señalan un paralelismo en este sentido en cuanto a que la mayoría de ellas contaba en sus historias, la experiencia previa de haber sido amamantadas por sus propias madres.
Asimismo, los resultados en México probablemente tienen relación con el impacto que pueden haber tenido las campañas de salud para la revaloración de la lactancia por medios naturales, lo cual estaría indicando un aprendizaje cultural de la comunicación por amamantamiento que puede ser complementario de cualquier otra conducta institntiva al respecto.
En el primer encuentro, la mayoría de las madres del grupo estudiado optó por amamantar a su crío. Estas madres ocuparon la mayor parte del tiempo en dicha actividad, concentraron su atención en alimentarlo y observaron sus reacciones rompiendo la barrera de la burbuja invisible de la que nos habla Stern . Independientemente de las interferencias (ruido, otros llantos o llamado de otra persona), había un periodo de envolvimiento e involucración emocional absoluta al acto de amamantar.
Las sesiones de amamantamiento observadas variaban de una pareja a otra, y cada una de ellas poseía un estilo propio.
La sensibilidad materna al desplegarse durante la lactancia, suele constituir un componente vital de la interpenetración, y un determinante fundamental en la futura vinculación. Por lo tanto, es muy factible que la alimentación con leche materna juegue un papel vital en todo el proceso y naturaleza de la relación desde el principio, al establecerse diferencias en las parejas participantes en la alimentación. Es más, es posible afirmar que el tipo de vínculo y relación especifica de las madres con sus propias madres, sienta las bases para esa relación futura con su hijo o hija.
En la mayoría de los casos, las madres que alimentan a pecho a sus lactantes mantienen una significativa proximidad física con ellos; dicha proximidad es un factor que permite la ocurrencia de diversas formas de comunicación. De esta manera las madres y sus infantes se envían mutuamente mensajes por medio de cambios de posición, ritmo, sostenimiento. Desde esta perspectiva, la alimentación con leche materna no sólo juega un papel importante en la comunicación materno-infantil sino que facilita el acoplamiento para que se ejerzan otras formas de comunicar y se ejerciten otros lenguajes.
En la lactada se da un dialogo a nivel corporal, la madre al estimular con el pezón en la boca y la succión del bebé, le da pautas de como desplegar ciertos turnos en la comunicación humana. Esto contribuye a la fragmentación temática (tiempo de succión, tiempo de no succión durante el amamantamiento) y la formación de episodios, que son características de las formas más evolucionadas de comunicación.
Asimismo, se observaron en casi todos los casos, no sólo la inspección, exploración y reconocimiento del cuerpo del bebé, sino la facilitación por parte de la madre de algunas formas en que éste podría investigarla corporalmente a ella. Este tipo de comunicación puede observarse cuando la madre enseña al bebé a ajustarse o acomodarse en su brazo sostenedor y en sus pechos.
Amantamiento, inspección, exploración y reconocimiento se encuentran complementados por diversos tipos de caricias. Las caricias no sólo indican el amor materno, sino que tienen su propia forma de “hablar” al bebé: pueden alertarlo para que se despierte, servir para reducir su displacer o indicar la bienvenida y la despedida, así como plantear la principal forma de sentar las bases del futuro erotismo del o la recién nacida. Un tipo de caricia que no se da en todos los casos es el beso. Este se produce en momentos en que la madre alcanza a expresar su afecto y depende del nivel de expresividad de cada madre; también se da como un signo de despedida -tal vez- como una respuesta social, culturalmente aprehendida. Los besos se pueden manifestar en cualquier momento durante el primer encuentro entre la madres y el bebé.
Mediante el contacto tactil la madre estimula al bebé para que éste vaya participando en la comunicación preverbal. Este estímulo también es observable a partir del sostén estabilizador que mantiene la madre algún tipo de movimiento desorganizado del bebé. El contacto tactil materno transmite, además, calor y sensación de envolvimiento, ritmo, sensualidad.
a.2. La comunicación materna a través de la voz plantea una serie de aspectos de interés. Entre ellos es posible diferenciar los juegos de entonación suave, el arrullo (como las nanas que se cantan para tranquiliar), el canto (con palabras) y las palabras que se dirigen al bebé.
En la mayoría de los casos observados, el tono de la voz suele ser aniñado, aunque puede cambiar cuando se regaña al bebé o se le dan indicaciones.
Comunmente el discurso, el tipo de lenguaje y la entonación que la madre guarda con el o la recién nacida difiere sustancialmente de la sostenida con adultos. En este intento por funcionar a niveles más primitivos, ella lentifica frases, repite los mensajes, habla como si fuera una niña, usa sonidos onomatopéyicos y diminutivos.
A pesar de que a veces puedan perder la paciencia por no atinar a contener el displacer del bebé, los regaños no suelen hacerse en el mismo tono de voz que la madre emplearía con niños de mayor edad o adultos, tal vez porque ella está tratando de ponerse a un nivel de comunicación muy elemental, que según su perspectiva, tiene mayor posibilidad de ser entendido por el bebé y de satisfacer expectativas. Los regaños pueden ir acompañados de desasosiego y de ruego en el tono de voz de la madre.
El arrullo y el canto introducen al bebé en el lenguaje del ritmo, al que se hará referencia más adelante. Son estímulos que ayudan a reconocer la musicalidad del sonido y suelen utilizarse para expresar la armonía con la criatura o para apaciguarla si está inquieta, para comunicar la ternura y la sintonía afectiva.
Respecto a las palabras, la madre suele dirigirse a su bebé con diminutivos por la misma situación regresiva en que se encuentra y para nivelarse con el bebé y, de este modo, acoplarse para obtener mayores posibilidades de buena comunicación. Asimismo, usa términos muy sencillos que coinciden con lo anterior y lo reafirman. De este modo, le da órdenes (¡Quietecito!), le llama la atención (Mira que si sigues así no vas a comer nada), le comunica sus propias expectativas (Quiero que cuando usted sea grande sea…), le reporta situaciones actuales (Oye nomás que ruido hay), lo adula (Mi chiquita hermosa…) y, además, va nombrando los estados emocionales del bebé (hambre, sueño) y sus estados emocionales (placer y displacer), sostiene su narcisismo (Preciosa, hermosa, guapo), le comunica su estado de ánimo (Estoy tan contenta…), le deposita sus valores y deseos (Las damitas primero…). Es decir que desde el inicio de la relación los bebés ocupan un lugar en el inconciente de sus madres, en lo que se refiere a los temas de la comunicación verbal, a la selección de la información que proporcionan y a la selección del mensaje o forma de lo que se dice.
En cuanto al diálogo (la forma verbalizada de la comunicación), Stern señala la existencia de un diálogo no común en la díada madre-bebé; es decir, un monólogo de la madre en forma de diálogo imaginario, porque la madre deja después de cada una de sus intervenciones un espacio de tiempo para la supuesta respuesta del bebé.
La comunicación de la madre se dirige fundamentalmente al hijo o hija, le informa cosas acerca del mundo, le habla de sentimientos y, ocasionalmente, se vuelve hacia sí misma se despega de la comunicación, pero ésto sólo para volver a orientarse inmediatamente a su hijito o hijita, lo cual implica que en la mayoría de las madres observadas existe un sobreinvestimiento del bebé.
En todo caso, la comunicación verbal refuerza a la tactil y se reafirma mediante la ratificación del gesto. Ejemplo de esto es el video que muestra a una de las madres que luego de calmar el llanto de su hijo lo toca y le dice: “Tiene que dejar de ser chilloncito. ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?”, al mismo tiempo que sube y baja la cabeza reafirmando con ese gesto sus plabras y las entona con cierta firmeza.
Además, tal como ya se indicó, las madres al establecer comunicación verbal con sus bebés, suelen plantearles preguntas y dejar espacios de silencio en los cuales estarían contenidas las respuestas del bebé (y que ellas imaginan). Encontramos aquí una dimensión del sentido del silencio muy interesante, que coincide plenamente con la posibilidad de contener todos los sentidos que le atribuye E. Pulcinelli Orlandi. De hecho, en el primer encuentro madre-hijo, el silencio ocupa una posición privilegiada con respecto a la palabra, por cuanto hace a la variedad y calidad de significaciones que pone en juego.
a.3. El ritmo se presenta tanto en el arrullo y la canción como en el acunamiento, el acto de mecer y de pasear al bebé, de acariciarlo y de estimularlo tactilmente.
El ritmo cumple una importante función comunicativa de apaciguamiento, que se puede demostrar a través del hecho de que es intenso cuando el bebé está irritado y se va atenuando a medida en que se tranquiliza. El ritmo parecería ser parte de otras formas de comunicación (tactil o a través de la voz) pero no se reduce a ellas, sino que las atraviesa. Por lo mismo, reviste cierta complejidad en la construcción que se compensa con la facilidad con que es comprendido por el bebé. Éste parecería entender perfectamente el lenguaje del ritmo dada la forma en que se acopla a él. Desde este punto de vista, podríamos decir -a reserva de buscar una comprobación más rigurosa a futuro- que el del ritmo es un lenguaje innato o que el ser humano está condicionado para responder al ritmo.
Resulta notorio que cada madre ejerce un tipo de ritmo o tiene preferencia por un ritmo, pero lo interesante es que sus bebés se adaptan rápidamente al ritmo presentado por ellas, de tal manera que el o la recién nacida se acopla sin problemas a él. Es posible que esto se deba en parte a un ritmo propio de las personas y que cada madre haya acostumbrado al suyo a su hijo desde que lo estaba gestando.
a.4. Otro tipo de comunicación elemental es la mirada, que en este caso se ejerce recurrentemente mediante el contacto visual cara a cara entre la madre y el neonato; es decir, que la madre establece también una relación de tipo visual, procurando situar esta comunicación dentro de una perspectiva frontal mediante la cual reconoce al bebé y lo identifica para diferenciarlo de cualquier otro bebé. Inclusive al amamantarlos tratan de mantener un contacto ojo a ojo con su hijito o hijita, y si no lo logran, su preferencia es enfocar el rostro.
Con la mirada es posible que la madre trate de estimular el interés del recién nacido, aunque este no se encuentre en condiciones aún de percibirla y responder. Sin embargo, en la mirada de la madre parece encontrarse el estímulo primitivo para la diferenciación entre un objeto y el mundo que lo rodea, diferenciación que es indispensable para el avance de cualquier tipo de desarrollo psíquico, lenguaje, comunicación y relación social.
Tanto la alimentación como la mirada ocupan un lugar preponderante en la comunicación de la madre con su bebé. Es una forma de establecer el vínculo dado que hay una especial preferencia por el rostro del hijo o hija. Otras veces, la cara es un espejo en el cual se mira al niño, tal como lo plantea N. Reyes. Es decir, hablando en sentido metafórico, la madre tiende a observar y a proyectar sus propias expectativas en él o ella.
En su trabajo, Stern refiere que desde la perspectiva etológica sirve de desencadenante innato del comportamiento de cuidado a la prole por parte de los padres. La mirada mutua de la díada puede adquirir también otro significado, ya que para Levobici, el bebé configurará la imagen de sí mismo, distinta y diferenciada de la imagen materna.

b. Las formas predominantes de la comunicación del bebé.

Recién ingresado al mundo por medio del parto, el bebé recién nacido expresa sus estados internos mediante el manejo de su cuerpo (movimientos de brazos y piernas, aequeamiento de la espalda, cabeza) y su voz (gemidos y llanto). Sin saber diferenciar entre él y el mundo, ya que en su “mundo” anterior él mismo era el centro, cuenta con recursos muy limitados para comunicar en este nuevo mundo.
Como parte de los recursos de que dispone de manera innata hemos encontrado que está filogenéticamente capacitado para rechazar el displacer, para reaccionar con el reflejo de Moro y para seguir con la cabeza y el cuerpo la orientación de la voz de la madre.
A pesar de sus escasas posibilidades motrices, el recién nacido hombre o mujer utiliza todo su cuerpo como recurso comunicativo.
Expresa rechazo o profundo displacer arqueando su cuerpo en dirección opuesta al estímulo que lo irrita.
Agita manos y piernas para indicar ansiedad o malestar, el cual puede ser ocasionado por hambre, como señal de resistencia y rechazo a la estimulación externa o como pedido de atención.
Se introduce la mano a la boca y la chupetea también para expresar hambre, y cuando éste es mucho, los chupeteos llegan a ser muy ruidosos.
El reflejo de Moro se produce cada vez que la madre tiene un movimiento brusco, ya que el bebé corresponde al mismo con otro. Este reflejo es, al mismo tiempo, una muestra de que el acoplamiento estructural está dado, lo cual es básico para que se produzca comunicación.
En cuanto a dirigirse físicamente a la madre cuando esta habla, los bebés dirigen su cabeza hacia su voz (si les es posible porque están los suficientemente libres, también orientan su cuerpo hacia ella), ya sea como reflejo o como demostración de interés y atención. De esta manera el bebé contribuye a crear las condiciones básicas de disponibilidad para que la comunicación tenga lugar.
Asimismo, es perfectamente notorio desde este primer encuentro que los bebés tienen preferencias: se muestran sosegados y atraidos por los tonos de voz suaves y melodiosos, rechazan y se asustan hasta el punto de manifestar conductas muy desordenadas y llanto ante ruidos estridentes o voces muy duras y fuertes; les gustan las caricias muy suaves que suelen adormecerlos y se atemorizan ante cualquier movimiento brusco; se contentan con lo tibio y protestan irritados ante el calor o el frío, reaccionan al ritmo suave y cadencioso de la madre y, generalmente, cuando su madre los aprieta o sujeta contra su cuerpo dejan de llorar o de mostrarse inquietos.
Además, si bien no pronuncian palabras, emiten gemidos y llanto. Ambos (gemidos y llanto) admiten categorías de diferenciación que permiten distinguir varios sentidos.
El llanto puede tener su origen en diferentes fuentes de malestar: calor, hambre, sueño desorganización interna, displacer, falta de sostén, dolor, y ésto se puede verificar mediante los intentos de las madres por calmarlos en los que ellas tienen que descubrir mediante ensayo y error cuál es el motivo de ese llanto para sosegarlo. Medida que la madre conoce mejor a su bebé o que tiene experiencia en el trato con él, puede reconocer que estos llantos que al principio parecen similares, son realmente distintos entre sí.
En esta etapa primigenia de la comunicación del bebé, los gemidos aununcian el llanto y de esa manera le dan a la madre la primera señal de que debe atender sus necesidades, malestares, displaceres o dolor. Desde el registro que hace la madre la madre de ese tipo de mensajes, es posible observar en las videograbaciones que ésta desarrolla una respuesta automática y desde su función de reverie responde intuitivamente a las demandas de su hijo o hija.
Aunque en general, los bebés no parecen muy activos en el proceso de comunicación en el que apenas se están iniciando, dos casos especiales entre los que se videograbaron sirven para tener una impresión mucho más completa de los que es capaz de llegar a comunicar un bebé en el primer encuentro con su madre. Estos casos fueron el de una madre juguetona que estimulaba a su hijito jugando con sus manos, brazos y piernas y el de una madre intrusiva con una clara patología para percibir los estados de su hijo.
En el primer caso (el de la madre juguetona) el bebé estuvo, a lo largo del período observado, mucho mas activo que los demás bebés. Movía sus brazos y piernas, volteaba el cuerpo, rechazaba los estímulos cuando se cansaba y, en general permaneció más tiempo despierto.
En el segundo caso (el de la madre intrusiva) el bebé libró una dura batalla contra su madre que pretendía obligarlo bruscamente a mamar. En su “lucha” el bebé daba manazos contra la madre, lloraba, pataleaba, se arqueaba y en fin, combinaba todos sus recursos expresivos para comunicar que él no quería hacerlo y que lo dejaran en paz.
Tanto en el caso de la madre juguetona como en el de la intrusiva, fue evidente la sobreestimulación del bebé, y a partir de ella se pudo observar que lo que el bebé rechaza no es la sobreestimulación sino el que lo obliguen a hacer algo que le provoca displacer o que, de plano, no quiere. A pesar de ésto, la sobreestimulación de la madre hacia el bebé en todos los casos tiende a generar expresiones comunicativas diversas y mucho más evolucionadas (complejas) que las que tienen los bebés que no han sido sobreestimulados. A través de esta acción que algunas madres le plantean al bebé, es posible que éste pueda acceder a la interpenetración y a la comunicación tempranas, reconociendo el vínculo, optando por el apego o el desapego y proveyéndolo de elementos valiosos (información) para la posterior orientación persuasiva o disuasiva de sus mensajes al objeto materno.

Conclusiones.

La información producto de las observaciones anteriores nos remite de manera directa a las hipótesis de trabajo.
En el caso de la primer hipótesis, los datos confirman que la regresión de enlace provoca en la madre una orientación comunicativa primaria, en la que sólo operan las formas de comunicación más simples y primigenias. Ejemplo de ello es que en ningún caso las madres utilizan en sus mensajes verbales un lenguaje indirecto (hablan sin sutilezas o subterfugios), tampoco hacen referencias doctas, no mienten, no ocultan sus expectativas e intenciones y, en cambio, utilizan un lenguaje claro y directo, dicen lo que sienten e incorporan de una manera muy notable una serie de recursos comunicativos elementales, tales como la entonación de la voz, la prolongación de las palabras (Bonitaaaa), la lentificación del discurso y el uso de palabras breves y de gestos y movimientos que las refuerzan.
Pero además, dan mayor importancia a los lenguajes no verbales (ritmo, tacto) que al hablado. Esto pone de manifiesto que este estado de regresión de enlace es un facilitador apropiado para situar sus expectativas de éxito en la comunicación con el bebé dentro del margen de posibilidades y preferencias de éste. Al respecto, cabe notar que el bebé tiene preferencias muy definidas y una gran capacidad para rechazar lo que lo irrita o lo perturba, las cuales va expresando a medida que transcurre la primera “conversación” e “interpretación” con su madre. El mayor o menor éxito de tal conversación reside en la posibilidad de acoplamiento demostrada por la madre dadas las condiciones propias del bebé.
Cuando el o la recién nacida se encuentra atenta, la presentación de un sonido, en este caso la voz de la madre, desencadena una reacción de orientación: vuelve la cabeza en dirección al lugar de donde proviene la voz.
La propia madre es la que ofrece los elementos necesarios que permiten sostener que mantiene una atenta escucha del bebé. Estos se expresan con claridad al decir, por ejemplo: “¿Ya comiste, mi cielo? (…) ¿Cómo está mi bebé?”…y cuando el bebé comienza a moverse: “Ya, mi vida…”.
Las madres también hacen devoluciones consistentes con sus interpretaciones de los estados internos del bebé. Así, una madre le pregunta a su hijito: “¿Qué, chiquito?”. El niño se mueve. La madre lo lleva al pecho. Hay acople. En otro caso, la madre “con su dedo índice le empieza a acariciar el pelo (al bebé); el bebé mueve la mano, ella le dice: “¿Quée? ¿Quéeee?”, como preguntándole qué pasa y a qué obedece su movimiento. Le dice algo ininteligible. Con la sábana le limpia la boca. El bebé levanta las manos. Ante ese movimiento la madre lo empieza a mecer de arriba hacia abajo y lo observa… En otro caso, la madre enfrentándose a un bebé terriblemente irritado logra calmarlo mediante la palabra. Al principio le preguntaba: “¿Por qué lloras?” con tono suave y pero insistente e intentaba calmarlo acunándolo, meciéndolo o dándole pecho. Para apaciguarlo le dice al niño: “Qué vamos a hacer chaparrito? ¿Eh? ¿Qué vamos a hacer, mi vida? No ves que si tú te portas mal, algo temos que hacer…” -el bebé se calma y la madre continúa- …“¿Va a ser usted un chilloncito?”. El bebé está callado. Luego empieza a mover el cuerpo y la cabeza y entonces le dice: “No mi vida, no debe usted de llorar”, se lo acerca y le comienza a decir cosas sobre su aspecto y cómo va a parecer más adelante, mientras el niño se sosiega; a continuación se mantiene tranquilo.
Cada una de las devoluciones con que la madre responde al bebé refleja así como ésta va elaborando y poniendo a prueba hipótesis o tentativas de entenderlo, en las que procede por el sencillo método del ensayo y error.
El carácter netamente autorreferencial de este proceso comunicativo entre la madre y el o la recién nacida se expresa con claridad en las manifestaciones comunicativas del bebé, ya que a pesar de no disponer de un lenguaje convencional, procesa los estímulos comunicativos y les hace devoluciones (es decir, modifica los estados de displacer e intranquilidad por placer) que no sólo corresponden a las expectativas de la madre, sino a sus propios estados internos. Ejemplo de lo anterior es que no todos los intentos de aproximación comunicativa de las madres son aceptados y, en ciertas circunstancias, éstos pueden ser violentamente rechazados por un bebé irritadísimo que manifiesta una conducta totalmente desorganizada, con llanto fuerte, movimientos bruscos de brazos, piernas y arqueamiento del cuerpo. Asimismo, la contención materna, el arrullo suave, los tonos de voz dulces son selectivamente preferidos por los bebés.
En el caso de la segunda hipótesis, el bebé va comunicando sus estados internos primarios. Al no disponer de un lenguaje convencional tiene especiales problemas para expresar la irritación provocada por no poder dormir cuando tiene sueño, ya que la madre -con otras expectativas- puede estár estimulándolo para mantener la vigilia y confundir su llando con un pedido de alimento.
La impotencia para dar a entender malestares conduce al bebé rápidamente a la manifestación desorganizada y descontrolada por él mismo, de todos los recursos con que cuenta para expresar malestar. Para salir de este estado debe ser contenido por la madre y adecuadamente interpretado, ser distraido de su enojo por señales que orienten su atención hacia ellas y le permitan recuperar el autocontrol o cansarse hasta el agotamiento.
En términos de Winnicot , la disponibilidad materna primaria suele evitar (evita en todos los casos observados) que el descontrol agote al bebé.
A lo largo del primer encuentro con su madre, el bebé aprende lo que es comunicar. Se acopla físicamente a ella al mamar. Atiende y se interesa por su voz (la sigue con la orientación de la cabeza y, a veces, de todo su cuerpo). Actúa conforme a los tonos que percibe. Tiene brevísimos momentos de atención antes de sumergirse en el mundo de sus estado internos (aunque probablemente para él sean suficientes, ya que no existen en él muchas impresiones externas registradas). En todo caso, se cumple la predicción de la hipótesis en el sentido de que el bebé dirige a la madre sus esfuerzos comunicativos. La madre no sólo fantasea acerca de los estados internos del bebé, también aprende a decodificarlos y leerlos a partir del idioma en que éste se expresa, le ofrece la satisfacción a la solicitud expresada y también lo instruye acerca del comportamiento que se espera de él. El tono, la palabra y el ritmo son los que marcan el sentido. El significado es aún para el bebé algo que está fuera de su alcance.
Se inicia así, en este primer encuentro y de esta forma “primitiva”, la experiencia comunicativa que le permitirá madurar psicológica y socialmente a cada ser humano.

EL MÉTODO TOMATIS COMO HERRAMIENTA DE AUTOCONOCIMIENTO

Dra. Francisca Paravic E.
Ps. Claudia Vasquez L.

El Dr. Alfred Tomatis, Otorrinolaringólogo francés, dedicó su vida a la investigación de los mecanismos que relacionan el oído y la voz, desarrollando un método que utilizando un aparato electrónico llamado Oído Electrónico, permite tratar una amplia gama de problemas que tienen en común ser secundarios a una mala capacidad de "escucha". Y descubrió la profunda relación que tienen los aspectos psicológicos con la función de escucha.

Tomatis hace una distinción entre oir y escuchar, oir es un fenómeno pasivo: estamos bañados de sonidos pero no logramos integrarlos. En cambio escuchar es integrar, y para esto es necesaria la voluntad, voluntad de atención y de concentración.

Escuchar tiene varias funciones, en la escucha participa todo el cuerpo, el que se prepara adoptando una postura de escucha que involucra a gran parte de los músculos del cuerpo, la voz se modifica enriqueciéndose, haciéndose más nutridora para si mismo y para quienes la escuchan. El oído cumple además una función menos conocida, que es ser un dínamo de carga para la corteza cerebral. Si el cerebro está más cargado, tendremos más energía para todas nuestras actividades, nos darán más ganas de hablar y tendremos una mayor capacidad de formular pensamientos. Así el circuito de retroalimentación entre la voz y el oído queda cerrado, nos sentimos mejor y aumenta nuestro estado de conciencia.

Lo contrario, dice Tomatis, es la miseria humana, estamos cada vez más cansados, hacemos cada vez menos sonidos, no hablamos ni cantamos y toleramos menos el ruido, no tenemos energía disponible, es un estado de privación sensorial y la conciencia se comienza a desvanecer. Es lo que ocurre frecuentemente en situaciones de stress.

Muchas cosas se desarrollan gracias a una buena capacidad de escucha. Vivimos en una realidad psicológica que quiere decir que algo existe sólo mientras pueda trasmitir mi percepción de ello. Es el lenguaje el que nos introduce en una realidad social. Escuchar también es esencial en el diálogo verdadero. En la ausencia de diálogo se producen monólogos entre dos personas, Tomatis en esto es lapidario: "eso no es lenguaje, es un tipo de autismo escondido".

Para formar pensamientos en el cerebro, también es esencial la escucha. Al despertar al cerebro a través de una manera óptima de escuchar y de emitir sonidos de lenguaje adecuados, empieza a existir una riqueza suficiente de vocabulario que es fundamental para llegar a cierto nivel de pensamiento conceptual y abstracto. Entonces, es el lenguaje el que permite el proceso del pensamiento y la abstracción.

En el concepto de Tomatis la capacidad de escucha se desarrolla desde el vientre materno, a partir del cuarto mes de vida intrauterina, en una íntima relación con la madre. El primer sonido que escucha dentro de la sinfonía de ruidos corporales es la voz de la madre, sonido que percibe filtrado naturalmente Crecer es girar alrededor de un núcleo que es la madre, e ir cambiando de órbitas. El adolescente adora a su madre hasta que la rechaza, es un proceso necesario para crecer y no quedar atrapado en un nivel de bebé. Cuando ya es adulto comienza a querer a otra persona. Así las personas van pasando de una etapa a otra, de una órbita a otra, hasta encontrar su propia dimensión. Según el concepto de Tomatis, el cordón umbilical es nuestro conducto en la vida y sería un error fundamental intentar cortarlo. Tomatis llama a no confundir a la madre y al padre como núcleo de creatividad, quienes han re-hecho la Creación, con la caparazón que los envuelve. Son personas con defectos y problemas producto de una cultura y de muchas cosas, pero como núcleo esencial son los creadores de la vida.

La concepción de Tomatis va aún más lejos. El oído es el nexo entre el hombre y su conciencia, entre el hombre y el medio que lo rodea, pero también entre el hombre y su sentido espiritual. Plantea Tomatis que el sentido de espiritualidad podría tener bases fisiológicas, el sentir que hay algo "en lo alto" puede que se deba al hecho que nuestros huesos nos lo dicen a través de nuestros oídos, en una estrecha relación con la postura de escucha perfecta. El sonido no se produce en la boca, ni en la laringe, si no en los huesos. La voz estimula la conducción ósea produciendo una vibración que reverbera el sonido dando la impresión de que éste se origina en el exterior. Tomatis hace la analogía con la manera como la acústica de una iglesia contribuye sutilmente a la sensación de espiritualidad al producirse la reverberación y la amplificación de las frecuencias altas para dar la sensación de que el sonido no proviene de un solo punto identificable, sino de todas partes, por encima de nosotros.

En la postura de escucha perfecta el cuerpo se alarga acentuando la verticalidad a la manera de las catedrales góticas. El oído, a través del vestíbulo, controla el equilibrio y el tono muscular, controla los gestos y todo el lenguaje verbal y no verbal que el cuerpo tiene con su medio ambiente. Es el laberinto vestibular del oído quién mantiene el equilibrio de nuestros músculos y articulaciones para mantener la postura erecta contra la gravedad.

Tomatis descubrió la estrecha relación entre el oído y el psiquismo. La capacidad de escucha tiene una directa relación con el comportamiento, con la conciencia de uno mismo, con la conciencia de su propia existencia y con la comunicación. Dice Tomatis "el oído es el lazo de unión entre el hombre y su conciencia". La forma de escuchar lleva el mensaje hasta el fondo de nuestro consciente, así como nuestro conciente cerrará nuestro oído cuando no queramos escuchar ni analizar. La angustia y la ansiedad quedan traducidas en nuestro oído como el cierre de la escucha, así como el cierre de la escucha nos llevará a la angustia y a la ansiedad.

Es a partir de los cuatro meses y medio de vida intrauterina, cuando el oído está ya formado, y desde el vientre materno, que comenzamos a estructurar nuestra futura comunicación, nuestro futuro existencial. El feto escucha los ruidos vicerales de la madre que son naturalmente filtrados por el líquido amniótico, de tal manera que pasan selectivamente los sonidos de frecuencias más altas. Entre todos estos ruidos, percibe la voz de la madre transmitida desde la laringe a través de la columna vertebral hasta la pelvis que hace de caja resonadora, y donde una vez filtrada por el líquido amniótico, le llega no con su semántica, pero sí con toda su expresión emocional, su ritmo y su cadencia. Dice Tomatis " Al feto nada le importa el lenguaje, en esa masa sonora que le rodea solo busca el amor, el afecto y la emoción que necesita…en el diálogo instituido entre la madre y su hijo se descubre esa dimensión prodigiosa que es la comunicación intrauterina. El feto no solo recibe pasivamente los sonidos, sino que aprehende, engrama datos, graba mensajes, analiza situaciones, dialoga con su madre."

Para Tomatis, la absorción de la voz de la madre durante el embarazo es el fenómeno más importante de la futura organización afectiva y emocional, y permitirá el correcto desarrollo de toda la actividad psicológica posterior. El universo de sonido que el feto escucha, rico en frecuencias agudas, está lleno de sentimientos, sensaciones y emociones, que permitirán despertar en él el deseo de comunicar, que actúa como una motivación interna muy poderosa que lo mueve a relacionarse con lo que lo rodea y consigo mismo. El deseo de comunicar, dice Tomatis, es el motor de desarrollo de nuestra vida y de construcción de nosotros mismos, y donde se expresa paradójicamente el deseo de escuchar y el deseo de gozar del silencio. Si este deseo se ve bloqueado, podrán desarrollarse mecanismos de protección hacia un entorno que ya no siente seguro.

Durante el parto el feto pasa de una audición líquida a una audición aérea, pero la naturaleza le permite al recién nacido una acomodación progresiva, reteniendo por unos días algo de líquido amniótico en los oìdos. Ahí comienza la difícil tarea de aprender a oír y escuchar, teniendo como hilo conductor la voz de la madre, de la cual reconoce el ritmo y la cadencia. Desde el vientre materno y durante los primeros años de vida, el niño permanece en la órbita más cercana a la madre, y se relaciona con el mundo y con su padre a través de ella. A partir de los 3 ó 4 años, el rol del padre pasa a ser directo, es el padre quién hace el puente con el mundo y así el niño logra salir de la órbita de la madre y establecer su comunicación con el entorno.

Cualquier experiencia que el niño perciba amenazante será capaz de cerrar el oído e interferir en este proceso de aprendizaje: una voz de la madre hostil o agresiva en el embarazo o después de nacer, una voz chillona, un vociferar del padre, una carencia afectiva o una enfermedad grave. Lo mismo si ocurre un accidente orgánico o psicológico. Y si la distorsión de la función de la escucha es muy importante, inducirá a una maduración imperfecta del sistema nervioso.

El Método Tomatis representa revivir terapéuticamente todo el proceso de aprendizaje de la escucha y el lenguaje. Permite reproducir la escucha intrauterina a partir del sonido y de la voz de la madre, intentando restituir o sanar todas aquellas etapas que se vivieron mal o que no se vivieron, buscando la maduración del oído y del sistema nervioso, de manera de alcanzar el equilibrio de la propia personalidad, reconectar con el deseo de vivir y de comunicar. Por el efecto de remanencia de esta terapia, se van modificando la postura de escucha y la voz, y el sistema nervioso va entrando en una dinámica auténtica de pensamiento, creatividad e integración .

A través de un Test que él mismo creó, el Test Audio Psico Fonológico, podemos diagnosticar las dificultades en la escucha y seguir la evolución durante la terapia de reeducación de la escucha a través del Método Tomatis. El test de escucha se compone de cuatro pruebas, en la primera medimos el umbral auditivo tanto aéreo como óseo, la segunda es la selectividad que es la capacidad de discriminar sonidos de diferentes frecuencias y permite saber como adapta sus posibilidades auditivas al mundo sonoro que lo rodea. La tercera prueba consiste en determinar el poder de localización del sonido en el tiempo y en el espacio y la última prueba es la audio laterometría, para determinar con cual oído controla la escucha y la fonación.

Lo interesante en este método, es que permite saber el cómo estructuramos nuestra escucha a lo largo de la vida y a partir del vientre materno. El Test Audio Psico Fonológico es como una radiografía de nuestro psiquismo. Nos permite conocer a qué edad cerramos en forma inconsciente nuestro párpado auditivo para no enterarnos de las experiencias dolorosas, poniendo de este modo una cortina emocional que nos impide hasta hoy entrar en contacto con el mundo. Permite saber si el vestíbulo alcanzó la maduración necesaria indispensable para el correcto funcionamiento de la cóclea en la decodificación de señales auditivas,

pero también en la correcta integración de nuestro esquema corporal, cuya alteración se manifiesta tan clara en los trastornos de alimentación por la no aceptación de la propia corporalidad. Con este Test podemos conocer cual es nuestra lateralidad auditiva que nos permita entender las dificultades que tenemos para lograr una comunicación clara, sintética y sin distorsiones. Permite saber el por qué nuestro discurso tan interesante no logra entusiasmar a nuestros interlocutores los que empiezan a bostezar cuando estamos hablando, nos permite entender por qué terminamos tan cansados o irritados en un ambiente ruidoso, o por qué nos cuesta tanto tomar decisiones en nuestra vida cotidiana.

En el test podemos distinguir tres zonas según las frecuencias: la zona vestibular, la zona del lenguaje, y la zona de la energía. El primer aspecto que podemos ver en un test de escucha es la forma de la curva, la que nos permite hablar de ciertas tendencias en lo caracterológico. Si la curva tiene un predominio vestibular, podemos decir que la persona está muy consciente de su corporalidad, que es muy pragmático y que tiene tendencia a hablar de si mismo. Si la curva está muy acentuada en la zona de la comunicación, es una persona apegada a la lógica y las reglas, racional, que exige explicaciones por todo. Y si está más acentuada en la zona de los agudos, podemos decir que es una persona intuitiva, creativa, muy sensible, con una vida interior intensa, exigente consigo misma, que se cuestiona permanentemente.

El oído izquierdo representa nuestro mundo emocional, las dificultades en la escucha en este oído están mostrando en su origen una relación conflictiva con la madre, que se puede manifestar en el presente en relaciones afectivas difíciles; si hay mucho bloqueo, selectividad cerrada, muchos errores de espacialización, está mostrando la dificultad que tiene la persona para ir hacia la comunicación, hacia el mundo exterior de relaciones, quedando entrampado, analizando el mundo subjetivamente. El oído derecho representa el mundo de relaciones, nuestra manera de comunicar, es el padre quién hace el puente para desarrollar la comunicación con el mundo, por lo tanto en este oído podemos ver las habilidades sociales, la relación con figuras de autoridad y masculinas en general.

La curva aérea representa la vida social, lo que la persona exterioriza en su vida de relaciones, en cambio la curva ósea representa la vida interior, nos da información sobre la postura corporal, sobre el cuerpo mostrando una correspondencia con la columna vertebral y los órganos internos, sobre el modo de funcionamiento orgánico de la persona, y de manera general, nos da información acerca de las tensiones expresadas o no expresadas en lo cotidiano. La curva aérea debe estar sobre la curva ósea, si las curvas están invertidas, están mostrando irritabilidad del Nervio Auditivo, una imposibilidad de controlar ya que el mundo interno está expuesto, esto se puede manifestar somatizando alguna enfermedad o en un descontrol en el comportamiento.

Los errores de espacialización nos muestran la dificultad para tomar decisiones, inseguridad, falta de autoestima. Si aparecen en el oído derecho, habrá dificultad para proyectarse al futuro y de realizaciones en lo cotidiano. Si están en el izquierdo, hay confusión en la vida afectiva por lo que prefiere refugiarse en el pasado.

La selectividad es la capacidad de discriminar sonidos y debe estar abierta entre los 10 y 11 años. Su cierre representa una cortina emocional que la persona puso entre ella y el mundo exterior como un mecanismo de protección frente a lo que percibía como hostil. Cuando está cerrada la persona tiene dificultad para analizarse, está centrada en ella misma, tiene angustia y no puede utilizar su potencial.

En el concepto de Tomatis, así como tenemos una lateralidad motora, también tenemos una lateralidad auditiva, el oído dominante es el que controla la escucha del otro, la escucha de la propia voz y la fonación. Controlar por el oído derecho, dice Tomatis, permite procesar la información auditiva de forma más rápida, de esta manera logra una comunicación directa, asertiva, con buena capacidad de síntesis. En lo psicológico, es una persona que va directo a su objetivo, con capacidad de proyectarse al futuro, pero que tiene la capacidad de encontrar el equilibrio con su mundo afectivo. Pero un control derecho excesivo es una defensa, la persona se pone rígida, insensible, agresiva y sin emocionalidad.

El control con el oído izquierdo es un mecanismo de defensa que sirve para poner una distancia con el interlocutor, por lo que la comunicación será difícil: el lenguaje es poco fluido, le cuesta encontrar las palabras adecuadas y tiene dificultad para integrar la información, todo esto hace que gaste mucha energía tratando de compensar sus dificultades. Si su control izquierdo es excesivo, queda devorado por la emotividad, toda la información queda filtrada por lo emocional, no logra una visión objetiva y tiene dificultad para concretar lo que emprenda. Pero la peor situación es aquella en la que la persona no logra establecer una lateralidad definida, es el caos, un extranjero en su propio país, se convierten en seres "retrasados" por las circunstancias que les rodean sin tener ningún problema orgánico, son víctimas de un profundo bloqueo afectivo.

De esta manera, el tratamiento a través del Método Tomatis es una herramienta muy poderosa para conocer acerca de nuestro psiquismo y modificarlo. Pero este conocimiento ocurre a nivel de sensaciones, pudiendo o no salir contenidos a la superficie a través de dibujos, recuerdos o sueños, por lo que es un aporte y un complemento a un proceso terapeúticos. A través de la terapia se va reeducando el oído hasta lograr una función de escucha óptima, que le permite a la persona desarrollar todos sus potenciales que quedaron bloqueados en algún momento de su desarrollo y retornar a un estado natural de plenitud e integración. Eso, dice Tomatis, es un derecho de nacimiento que todos tenemos.