jueves, 4 de septiembre de 2008

NOTAS SOBRE RESILIENCIA Serie Documentos de Trabajo N° 1 © 1999 MAK Consultora S.A. Registro de Propiedad Intelectual Nº 109.608 Santiago, junio de 19

VULNERABILIDAD VERSUS RESILIENCE: UNA PROPUESTA DE
ACCIÓN EDUCATIVA
El tema central de este trabajo es realizar una revisión de aquellos
factores que actúan en forma positiva, sobre los procesos de desarrollo
de los niños de sectores pobres, a pesar de las situaciones estresantes
que se asocian generalmente a este medio ambiente.
Se pretende, también, iniciar una discusión en torno a las posibilidades de delinear
políticas sociales en el área educacional, que se relacionen con el estímulo de una
mejor calidad de vida para los niños de sectores populares.
El traer este tema deriva, fundamentalmente, de la preocupación en torno a las
diferencias individuales en el desarrollo, observadas en niños que viven sometidos a
situaciones muy similares entre sí. Uno de los estudios que llama la atención sobre el
tema de la vulnerabilidad, la invulnerabilidad y el fenómeno de la Resilience, deriva de
investigaciones iniciadas en los años cuarenta. Ya en esa época se hicieron estudios
que describían diferencias al interior de un grupo de niños, que fueron clasificados
como "hijos de padres adictos a substancias tóxicas". Este proyecto se llamó COSAPs
(Children of Substance Abusing Parents). En él se establecieron ciertas diferencias que
se observaron al interior del grupo descrito como "hijos de alcohólicos" (Logue y
Rivinius, 1948, en Vanistendael, 1991). Los autores se refirieron a la existencia de
factores que acentuaban la calidad de protectores, frente a la situación de estrés
producida por el alcoholismo de los padres y, además, constataron que ciertos niños se
desarrollaban normalmente a pesar de esta situación difícil.

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I. ANTECEDENTES DEL CONCEPTO DE "RESILIENCE" Y
VULNERABILIDAD.
El interés por estudiar este tema surgió como fruto de una larga
trayectoria de trabajo poblacional con niños y sus familias. En este
contexto fueron observados una serie de fenómenos con respecto a los
procesos de desarrollo infantil y que, a primera vista, carecían de
explicaciones aparentes. En este marco se gestaron las preguntas
iniciales respecto del significado de los conceptos "resilience", la
invulnerabilidad y la vulnerabilidad.
Es importante mencionar que el término "resilience", al que nos estaremos refiriendo
durante al exposición de este trabajo, es un concepto que pasó de la física al área de la
psicología. Por "Resilience"1 se entiende la capacidad que tiene un cuerpo físico de
recobrar su forma primitiva, cuando se cesa de ejercer presión sobre él. En un plano
psicosocial es entendido como el enfrentamiento efectivo que puede hacer el niño ante
eventos de vida estresantes, severos y acumulativos. Se presenta como polaridad el
concepto de "Vulnerabilidad", que indica la imposibilidad o dificultad de recuperación
frente a una situación que ejerce presión. Se entiende por "Invulnerabilidad", el
desarrollo de personas sanas en un setting o circunstancias ambientales insanas.
1 Este concepto no posee una traducción exacta y puede ser trasladado
insuficientemente al castellano, como "elasticidad". Usaremos, por lo tanto, el vocablo
en inglés.

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Durante muchos años, la tendencia en las áreas que estudian al ser humano estuvo
enfocada a dar mayor énfasis a los estados patológicos. Por este motivo, las
investigaciones se centraron en la descripción exhaustiva de las enfermedades y en el
intento de descubrir las causas que pudiesen explicar el surgimiento de una u otra
patología mental. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos realizados en esta línea,
muchas interrogantes quedaron sin respuesta. Esto ha significado que la gran mayoría
de los modelos teóricos desarrollados, resultaran insuficientes para explicar el qué y el
cómo de la enfermedad mental (Rutter y Hersov, 1985).
Esto ha sido aún más evidente en los estudios de niños donde se ha tendido, además,
a aplicar los parámetros utilizados en la investigación de la vida adulta. Es importante
señalar que, tanto a nivel empírico como de investigación, el trabajo que se puede
realizar con niños y jóvenes, es cualitativamente diferente del que debe hacerse con
adultos. Pero esta diferenciación no se ha tenido presente en muchas oportunidades.
Esto ha influido en el aumento de las dificultades de la investigación e intervención
infantil (Rutter y Hersov, 1985).
Como se dijo, el estudio en torno a la infancia no estuvo excluido de la tendencia
"enfermizadora" del ser humano. Por qué los niños desarrollan tal o cual desorden
psicológico, qué factores son los que llevan a la aparición de una patología mental y
cómo la presencia de una alteración psíquica en la infancia se vincula con un desorden
en la etapa adulta, son algunas de las preguntas en que se centraron las
investigaciones. Considerando lo deficitaria que ha resultado esta aproximación, en los
últimos años se ha desarrollado el nuevo enfoque de la "Resilience", cuyo interés radica
en la sanidad mental y la prevención de posibles trastornos (Lösel et.al., en Brambring
et.al., 1989).
Este nuevo acercamiento tuvo como eje central, por un tiempo, los conceptos de
Invulnerabilidad y Vulnerabilidad. Recordemos que por "invulnerabilidad", estamos
entendiendo el desarrollo de personas sanas en circunstancias ambientales insanas.
Este enfoque enfatizó la idea de la sanidad por sobre la enfermedad, como un medio de
acrecentar los conocimientos y el entendimiento en torno al desarrollo infantil, para
aumentar las posibilidades de generar intervenciones preventivas, más que curativas.
En relación al concepto de Invulnerabilidad, se ha tendido a enfatizar tres
características:
1.- No se consideraba la Invulnerabilidad como un concepto general o absoluto, sino
que se entendió como una inmunidad relativa a eventos de vida estresantes. Es
decir, no se trataba de "superniños" (como algunos malentendieron) resistentes
a todo, sino de personas que podían no recibir todos los impactos negativos que
les presentaba su entorno.
2.- La invulnerabilidad no estaba dada solamente, como en muchas ocasiones se
entendió, por disposiciones genéticas. Los factores que protegen al niño
provienen, esencialmente, de una permanente interacción ambiente/constitución
biológica.
3.- La resistencia al estrés o Invulnerabiliad, no se consideraba como una cualidad
fija e inamovible, sino como un elemento que variaba a través del tiempo y con
las circunstancias vitales.
Estos puntos se clarificaron de manera reiterada, pero el constructo Invulnerabilidad
comenzó a poseer una serie de connotaciones y significaciones, que desviaron el
concepto en el sentido de ser un elemento exclusivamente biológico e inmodificable.
Esto llevó a los autores que adscriben a este enfoque, a preferir la utilización del
término Resilience (Lösel et.al., en Brambring et.al., 1989).
Al utilizar el concepto de Resilience se intentó ampliar las múltiples limitaciones del término Invulnerabilidad. Para los autores, Resilience se entiende como el
enfrentamiento efectivo que puede hacer el niño frente a eventos de vida estresantes,
severos y acumulativos. Es, en definitiva, el desarrollo de una sanidad mental a pesar de los factores de riesgo en trastornos psicológicos pronunciados (Lösel et.al., en Brambring et.al., 1989).

II. ALGUNOS ANTECEDENTES SOBRE LA RELACION
ENTRE LA CAPACIDAD ESTRESANTE DEL AMBIENTE
Y EL DESARROLLO:
El impacto negativo que producen altos niveles de acontecimientos
estresantes ha sido planteado extensamente por distintos autores, tanto
en relación a los adultos (Rossman y Rosemberg, 1992), como en los
niños (Gazmery y Rutter, 1983). La literatura describe cómo algunos
niños -que están en situación de riesgo- al ser sometidos a una situación
estresante, presentan una alteración o desajuste en su comportamiento.
Esta situación de estrés puede ser provocada por condiciones biológicas,
psicológicas, familiares y por la sociedad en términos más amplios.
También se describen niños que, sometidos a situaciones similares, no
presentan trastornos conductuales.
Diversas son las situaciones o comportamientos que provocan en los niños la sensación
de estrés. Se han descrito estresores "normales" y "anormales". como parte del fluir de la vida. Entre otros, son considerados "estresores normales" ciertos cambios como el nacimiento de un hermano, el ingreso a la escuela o un establecimiento preescolar, y visitas al médico.
Entre aquellos considerados "estresores anormales" figuran, por ejemplo: la separación, hospitalización o muerte de los padres o uno de ellos, y el vivir en situación de pobreza.
Al hablar de pobreza, nos referimos a aquellas dinámicas intra-familiares que se
producen como producto de la situación de escasos recursos, como vivienda inexistente
o en mal estado, niveles de salud insatisfactorios o de enfermedades recurrentes, baja
o insuficiente escolaridad y hacinamiento.

III. LOS FACTORES MODERADORES DEL ESTRES:
Es necesario destacar que niños sometidos a situaciones estresantes
muy similares entre sí, reaccionan en distinta forma. Esto es extensivo a
la situación de pobreza. Se ha observado que cierton niños reaccionan
mejor de lo esperado, dadas las condiciones adversas a las que se ven
enfrentados. De acuerdo a Rossman y Rosemberg (1992), existen
estudios que han descrito algunos factores que actúan como
"moderadores". Es decir, estos serían como una especie de muro de
contención por medio del cual, algunos niños reciben el impacto del
estímulo estresante sin que les impida ser capaces de recuperar su
estado de normalidad, sea frente a estresores normales o anormales.
Entre otros factores que actúan como "moderadores", Rossman y Rosemberg (1992)
mencionan la edad, género, status socio-económico, el apoyo familiar y social, la salud
mental de los padres y su capacidad de adaptación y resolución de problemas. Además
se menciona la competencia cognitiva y la sensación de control que el niño tiene sobre
las reacciones socio-emocionales.
Otros autores ha preferido el término de Factores Protectores, los que incluirían
recursos tanto personales como sociales, con los que el niño hace frente a las
situaciones vitales difíciles (Lösel et.al., en Brambring et.al., 1989).
Los factores protectores vinculados a los Recursos Personales del niño, incluirían los siguientes elementos:
a) Autonomía
b) Independencia
c) Capacidad Empática
d) Orientación hacia las tareas
e) Factores Temperamentales

Los Factores Temperamentales estan compuestos, a su vez, por una serie de aspectos:
Nivel Intelectual, Grado de Acercamiento o Rechazo a situaciones o personas nuevas,
Grado de Flexibilidad y Cualidad de Humor (Berger, en Rutter y Hersov, 1985).
En relación a este tema, numerosos autores han descrito patrones vinculados a los
aspectos temperamentales recién mencionados. El que más atención ha recibido es el
denominado "Patrón Difícil". que se caracteriza por:
- Irregularidad en los ritmos biológicos
- Rechazo a situaciones y personas nuevas
- Baja adaptabilidad
- Humor negativo
- Reacciones intensas
Los estudios han determinado que los niños que poseen tal patrón temperamental son
más propensos a desarrollar desórdenes conductuales importantes y, por ende, tienen
menos probabilidades de ser niños "resilience". Lo anterior no quiere decir que un niño con un "patrón difícil" inevitablemente desarrolle un trastorno, ni que un menor que posea otro patrón no pueda hacerlo. Tampoco significa que un niño poseedor de un "patrón difícil" no pueda ser "resilience". Este último fenómeno no está sujeto sólo a variables temperamentales, sino que es producto de la interacción permanente entre una diversidad de factores.
Con respecto a los factores protectores relacionados con los Recursos Sociales con los que cuenta el niño, se involucran las siguientes características:
a) Ambiente cálido
b) La existencia de madres (o sustitutas) apoyadoras
c) Comunicación abierta al interior de la familia
d) Una estructura familiar sin disfuncionalidades muy importantes.
e) Padres estimuladores
f) Buenas relaciones con los pares
Se hace necesario recalcar la importancia del punto B. En numerosas investigaciones,
los resultados han sido consistentes en mostrar que el factor protector más fuerte es la existencia y disponibilidad de una relación de cuidado cálida y estable en el tiempo, durante la infancia temprana.
Esto nos muestra, una vez más, la importancia de la presencia de una figura estable, ya sea la madre o alguna otra persona que la sustituya en su rol. Lo anterior confirma la necesidad de la realización de un trabajo preventivo con las madres, incluso en forma previa al nacimiento de su hijo. Se hace imprescindible apoyarlas en términos de recalcar la importancia de su rol y en la necesidad de su presencia permanente. Pero ésta no es una presencia cualquiera, sino que debe estar caracterizada por un contacto cercano, estimulador y efectivo con el niño. Es así, como no debieran dejarse de lado los esfuerzos que vayan en la línea de llevar a cabo un trabajo con las madres y, al contrario, esto debe reforzarse (Gazmery y Rutter, Mrasek y Mrasek, en Rutter y Hersov, 1985).
Si bien puede resultar evidente el resaltar la necesidad de la existencia de una familia adecuada, no por ello resulta menos importante. La gran mayoría de las investigaciones realizadas en torno al tema, han sido llevadas a cabo en el extranjero, por lo que sabemos poco sobre si tales factores poseen la misma relevancia en nuestra realidad.
Lo más probable es que así sea, en la medida que un gran número de nuestra
población vive en condiciones de pobreza, a la cual se ligan, mucha veces, importantes disfuncionalidades a nivel familiar. Sería relevante entonces, ver qué sucede al respecto en nuestro país, para poder detectar cuáles son las familias de mayor riesgo para los niños y cuáles pueden contribuir al desarrollo del fenómeno de la Resilience. Es necesario determinar las características familiares relevantes que se vinculan a este fenómeno, de manera de poder ejecutar trabajos preventivos, en el sentido de estimularlo de manera pertinente.

La Resilience es una característica de gran complejidad, que envuelve una diversidad
de factores y variables que inciden fuertemente en el resultado que se obtenga. Es
necesario recalcar que los factores moderadores o protectores personales y sociales,
no actúan de manera aislada, por lo tanto, no hacen sus aportes independientemente
uno del otro. Todos los aportes interactúan y de esta interacción, que es constante y
específica a cada persona, surge o no el fenómeno de la Resilience.
La complejidad de la Resilience no está dada sólo por la gran gama de factores
implicados, sino también por la unicidad de cada persona. Esto quiere decir que la
Resilience es siempre un resultado único, que surge como consecuencia de las
diferencias individuales en el procesamiento interno del ambiente.
En este trabajo, como se indicó, nos interesa reflexionar en torno al cómo al nacer y
vivir en un contexto de pobreza, tiende a acrecentar las posibilidades de ser impactado
negativamente por una dinámica familiar inadecuada. Esta dinámica ha sido
ampliamente descrita por autores como Lewis (1964), Seguel (1989) y Rutter y Madge
(1976).
Al interior de las familias que viven en situación de pobreza es posible detectar
diferencias muy notables (Kotliarenco, 1989), que se reflejan en los niños que nacen en
ellas. Esas especificidades fueron descritas como producto de las diferencias
individuales de los niños, basadas en factores como el temperamento, el sexo y la
edad, que se vincularon al modo en que el menor procesa su realidad.
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IV. CARACTERISTICAS DE LOS NIÑOS QUE POSEEN
MECANISMOS MODERADORES:
Existen frecuentes limitaciones metodológicas en los estudios en Ciencias
Sociales, que en este caso se agravan por un factor que dificulta la
investigación. Como la Resilience no es un fenómeno que se dé en forma
masiva, la búsqueda de niños "resilience" para llevar a cabo los estudios
es, generalmente, una tarea difícil y tediosa (Lösel et.al., en Brambring,
1989).
A pesar de esto, ya se han realizado investigaciones que permiten clarificar en qué
consiste este proceso y cuáles son los elementos que caracterizan a los niños
"resilience". Tales trabajos han centrado sus esfuerzos en dos aspectos. Por un lado,
se ha intentado describir cuáles son las variables que se encuentran en el origen del
fenómeno de la Resilience, que serían los factores Moderadores o Protectores, que
fueron previamente indicados. Por otro lado, los estudios han tratado de describir las
características de los niños "resilience" en contraposición a los que desarrollan algún
tipo de patología mental, bajo iguales condiciones ambientales y que los autores
denominaron "desviados" (Lösel et.al., en Brambring, 1989; Mrasek y Mrasek, en Rutter
y Hersov, 1985).
Estos estudios se han realizado, fundamentalmente, en instituciones que acogen niños
que no poseen familia o que están vinculados a una situación similar. Los resultados de
las investigaciones tiende a coincidir en que es posible encontrar claras diferencias
entre los niños de acuerdo a la categoría en la que fueron clasificados -"resilience" o
"desviados". Los resultados obtenidos muestran que:
1.- Las características temperamentales difieren entre los niños "resilience" y los
"desviados". Se encontró que los niños "resilience":
a) Poseen un mayor nivel intelectual, tanto a nivel verbal como de razonamiento
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matemático.
b) Muestran mayor tendencia al acercamiento a situaciones y personas nuevas.
c) Muestran una cualidad del humor más positiva.
d) Aparecen con una ritmicidad biológica más estable. Cabe destacar el control de
esfínteres, los patrones de sueño y de alimentación.
2.- Los niños difieren en las cogniciones, especialmente en aquellas ligadas al
autoconcepto. Los niños "resilience":
a) Aparecen con una autoestima más elevada.
b) Aparecen con una mayor motivación al logro.
c) Muestran una menor tendencia a los sentimientos de desesperanza.
d) Presentan un mayor sentimiento de autosuficiencia.
3.- Ambos grupos se distinguen también en cuanto al apoyo social recibido. En los
niños "resilience":
a) Aparece una mayor frecuencia de apoyo emocional.
b) Existe una mayor frecuencia de apoyo material.
c) Se les brinda mayor apoyo informativo.
d) Se les otorga mayor apoyo en términos de entrega de valores.
4.- Se diferencian además en cuanto a los sentimientos de satisfacción asociados a
distintos aspectos. En los niños "resilience":
a) Existe mayor satisfacción en cuanto al apoyo emocional recibido.
b) Muestran mayor satisfacción en relación al apoyo material recibido.
c) Se aprecia mayor satisfacción en términos del apoyo informativo recibido.
d) Aparecen con una mayor satisfacción en cuanto al apoyo valorativo recibido.
5.- Ambos grupos se diferencian en los comportamientos de enfrentamiento a
situaciones adversas. Los "resilience":
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a) Muestran una mayor actividad dirigida a la resolución de problemas.
b) Se observa un mejor manejo económico, frente a dificultades en ese ámbito.
c) Aparecen con una menor tendencia a la evitación de problemas.
d) Aparecen con una menor tendencia al fatalismo en el enfrentamiento de
situaciones difíciles.
Como es posible apreciar, los niños "resilience" difieren en una diversidad de aspectos
de los llamados niños "desviados".
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V. APROXIMACIONES A UNA POLITICA DE ACCION EDUCATIVA:
La discusión en relación a los posibles aportes del concepto de
Resilience, debe basarse en los avances teórico-prácticos en diversos
planos. Presentaremos algunos de los factores que nos llevan a plantear
la posibilidad de retroalimentar las acciones educativas a partir de la
acumulación de conocimientos que se producen en esta área. Entre
otros, es importante considerar los siguientes factores:
1.- Una lectura de los factores que han actuado como moderadores, frente a las
situaciones que acarrea frecuentemente la situación de pobreza.
2.- La importancia de la detección temprana de posibles desórdenes permanentes
en los niños, como los daños cerebrales. Estos desórdenes, al ser detectados
y/o evaluados tempranamente, pueden ser prevenidos o aminorados,
permitiendo a los niños y a sus familias una mejor calidad de vida (Hall, 1992).
3.- La importancia de la detección temprana de los factores estresantes, para
reducir sus efectos en el desarrollo de los niños (Hall, 1992).
4.- El hecho que el realizar tempranamente las intervenciones, produce un mayor y
mejor impacto (Bronfenbrenner, 1974).
5.- El cambio que han sufrido los servicios de atención pediátrica, en el sentido de
dejar la actitud pasiva, en la cual se esperaba la llegada de los padres a la
consulta para hacer la intervención. La actitud actual se orienta a realizar una
acción activa o promotora de la detección temprana de los factores que estarían
impidiendo un desarrollo integral normal, para prevenir posibles alteraciones y
desordenes (Hall, 1992).
En definitiva, podemos señalar que el estudio de la Resilience, es decir, de niños que,
en entornos muy dañados, se desarrollan sin dificultades importantes y aparentes,
permite aumentar el caudal de información y conocimientos en relación a por qué
algunos niños no son dañados por la deprivación. En el caso de nuestro país es
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fundamental conocer los efectos diferenciales de la pobreza, ya que ésta es una
realidad cotidiana. En muchos paises extranjeros donde se hacen investigaciones en
torno al tema, la pobreza no constituye un problema tan dramático. En Chile y
Latinoamérica, la pobreza y sus múltiples formas de deprivación es un hecho concreto y
fácilmente distinguible. Por esto, el estudio de la Resilience y sus alcances, cobra gran
importancia para nuestro continente.
Todo lo expuesto anteriormente, nos muestra la necesidad de centrarnos en la salud,
más que en la enfermedad. En la medida en que seamos capaces de conocer con
profundidad las condiciones bajo las cuales se desarrolla el fenómeno de la Resilience,
podremos generar intervenciones que vayan en la línea de generar y apoyar tales
condiciones. Además, este enfoque implica que en diseño de las prácticas educativas
será indispensable no sólo contar con un mensaje adecuado, sino también con un
mensajero que lo transmita con respeto y cariño al niño. Tal mensaje educativo debe
basarse en la posibilidad de que el menor desarrolle la capacidad de ser activo frente a
los adultos y su medio, generando una adecuada autoconfianza y autoimagen.
Existen muchas interrogantes en relación al tema. La gran mayoría de las
investigaciones han sido ejecutadas en el extranjero. Por lo tanto, tenemos el deber -
reconociendo los aportes en otros continentes- de mirar con detención qué es lo que
sucede al respecto en nuestro país, de modo de crear alternativas y estrategias que
sean pertinentes a nuestra difícil realidad.
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Referencias
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Una Posible Posibilidad frente al Estrés de las Familias
en Pobreza: los Mecanismos Protectores
Kotliarenco, Ma.Angélica
Cáceres, Irma
Trabajo presentado en “Encuentro Nacional de Educación
Parvularia: Derechos del Niño, Rol de la Familia y Calidad de
la Educación”. OMEP, junio 1994 - Valparaiso
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UNA POSIBLE POSIBILIDAD FRENTE AL ESTRES DE LAS
FAMILIAS EN POBREZA:
LOS MECANISMOS PROTECTORES
El tema de la resiliencia, entendida como la capacidad de tener un
desarrollo sano en ambientes socioeconómicos adversos o insanos, ha ido
adquiriendo gran relevancia en los últimos años en áreas de la
investigación en psicología evolutiva y de personalidad. Diversos estudios
extranjeros han detectado una serie de factores tanto de orden personal -
temperamentales, cognitivos y afectivos como social, específicamente en
áreas asociadas a la estructuración y dinámicas de la familia y a la
existencia de redes sociales, que se relacionan con el desarrollo de
resiliencia. Sin embargo, en Chile, se carece aún de estudios acerca del
tema, por lo que la presente nota dará cuenta de los avances bibliográficos
al respecto, considerando que éste es un factor importante, entre otros,
para el desarrollo de una línea preventiva.
Desde mediados de la década del setenta se ha venido manejando el concepto
"Resilience" o Resiliencia, como una alternativa que permitiría vislumbrar la posibilidad de
que nacer y crecer en pobreza, puede ser más que verse enfrentando a un cúmulo de
carencias.
Estudios realizados en diversos grupos familiares, señalan que existen factores que
pueden compensar, al menos parcialmente, las condiciones que crean factores de riesgo
que se hacen presentes inevitablemente en condiciones de pobreza. Además, existen
evidencias de que la adaptación exitosa a condiciones adversas puede contribuir al
desarrollo de una personalidad positiva, y por último, que la prevención primaria es
posible sin intervenciones externas al medio de la crianza de los niños.
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Es importante señalar que el concepto de resiliencia no se refiere al " superniño", capaz
de mantener su salud mental bajo cualquier circunstancia, ni con el ser invulnerable, sino
más bien, a la inmunidad relativa frente a acontecimientos estresantes. Lo interesante es
que tampoco alude sólo a disposiciones genéticas, sino que también a factores que
emergen de la compleja interacción entre lo genético y lo ambiental, como también a las
interacciones entre las personas y los contextos en que están insertos.
Los estudios han encontrado diversos factores asociados al desarrollo de resiliencia en
condiciones de pobreza, entendida ésta como el conjunto de dinámicas intrafamiliares
que se producen como resultado de vivir en condiciones de escasez de recursos
materiales. Es sorprendente que, aunque la resiliencia debe ser específica para riesgos
particulares, los cuales parecen tener poco en común, los indicadores que emergen de
los estudios cuentan con predictibilidad sobre ellos.
Existen aspectos específicos en las circustancias inmediatas del niño, que también
aparecen como importantes para protegerlos de la adversidad. En relación a los de tipo
social, los que se citan con mayor frecuencia son :
- Ambiente cálido
- Existencia de madres o sustitutas apoyadoras
- Comunicación abierta al interior de la familia
- Estructura familiar sin disfuncionalidades importantes
- Padres estimuladores
- Buenas relaciones con los padres
- Mayor apoyo social ( emocional, material, informativo, en entrega de valores).
Estudios empíricos recientes sobre el tema de la adversidad apuntan hacia el
funcionamiento psicológico "adecuado" de los niños resilientes, a los que aparecen
ligados mecanismos protectores tales como :
- Mayor C.I. Verbal y matemático
- Mayor tendencia al acercamiento.
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- Humor más positivo.
- Ritmicidad biológica estable ( control de esfínteres, patrones de sueño y
alimentación).
Dentro de las características cognitivas y afectivas favorables se encuentran:
- Mayor empatía
- Mayor autoestima
- Mayor motivación al logro
- Mayor sentimientos de autosuficiencia
- Menor tendencia a sentimientos de desesperanza
- Mayor autonomía e independencia
- Habilidades de enfrentamiento caracterizadas por : orientanción hacia las tareas,
mayor actividad dirigida a la resolución de problemas, mejor manejo económico,
menor tendencia a la evitación de problemas y menor tendencia al fatalismo en
situaciones difíciles.
Rutter ha planteado que la resiliencia no puede ser pensada como un atributo con que los
niños nacen, ni adquieren durante su desarrollo, sino que se trataría de un proceso que
caracteriza a un complejo sistema social en un momento determinado. Sería, entonces,
un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que tienen lugar a través del tiempo,
dando afortunadas combinaciones de atributos del niño con el ambiente familiar, social y
cultural.
Se hace necesario recordar, además, que los niños son seres activos frente al ambiente,
en consecuencia, quienes son más resistentes a las condiciones estresantes, son
participantes activos en esta situación de estres y desarrollan estrategias que les
permiten desempeñarse adecuadamente. Es así que este enfoque se centra en los
mecanismos que discriminan positivamente a los menores de sectores de pobreza, lo
que les permitiría comportarse de manera tal que durante su vida alcanzan - en forma
importante- los objetivos que se proponen.
Referencias
21
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22
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Seguel, X, Bralic, S., Edwards M. (1989). Más allá de la Sobrevivencia. CEDEP, Santiago - Chile.
Vanistendael, S. (1991). "Resistencia. Un enfoque posible en el trabajo con los niños y las familias",
Ponencia presentada en la Asamblea General de Caritas Internationalitis, BICE, Roma.
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La Pobreza desde la Mirada de la Resiliencia
Kotliarenco, Ma.Angélica
Cáceres, Irma
Alvarez, Catalina
Trabajo presentado en Seminario “Pobreza, Desarrollo
Humano e Intervención Social: La Resiliencia como una
posibilidad” organizado por CEANIM y auspiciado por la
Fundación Van Leer.
Abril 1995, Santiago de Chile
Publicado en Resiliencia: Construyendo en Adversidad,
CEANIM, Santiago de Chile, 1996.
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LA POBREZA DESDE LA MIRADA DE LA RESILIENCIA
I. SALUD MENTAL Y POBREZA.
América -continente de contrastes- muestra diferencias de importancia en
el plano geográfico, físico, económico, social y cultural. Sin embargo, un
elemento que identifica a nuestros pueblos, es el elevado número de
personas que aún vive en marcadas condiciones de pobreza y
marginalidad, de los cuales, el grupo mayoritario está constituido por niños
y niñas.
Las familias en situación de pobreza están sometidas a una serie de demandas que se
constituyen en poderosas fuentes de amenaza y estrés crónico. Es así que la pobreza no
se concibe como una variable unitaria o un elemento distinguible, sino como un
conglomerado de condiciones y eventos desfavorables que se entrelazan y acumulan.
Los niños pobres y sus familias están expuestos a menudo, a condiciones precarias que
atentan contra la salud mental y física. Estas personas, frecuentemente deben habitar en
lugares de alta densidad poblacional, lejos de los centros urbanos y de mayor
contaminación ambiental, dada la falta de lugares adecuados donde depostitar la basura
y la escasez de áreas verdes, entre otras. Además, el vivir en lugares húmedos y sucios,
el hacinamiento, la falta de espacio, la preocupación de que los niños jueguen en lugares
inseguros, el riesgo de salir de noche, con calles mal iluminadas y la irregularidad del
transporte público, se traducen en aislamiento, incertidumbre y sensación de
vulnerabilidad (Blackburn, 1991).
En los grupos familiares pertenecientes a sectores pobres urbanos, el trabajo de
producción doméstica suele ser más intenso, pues se sustituye la compra de algunos
elementos por la producción casera. Las labores domésticas son más pesadas dado que
tienen un menor acceso a electrodomésticos, la infraestructura social es deficiente, por lo
que se debe destinar una gran cantidad de horas para la realización de este trabajo, que
en nuestro país es aún una responsabilidad de las mujeres (Informe Comisión Nacional
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de la Familia, 1994).
En lo que respecta a la pobreza rural, la información es insuficiente. Sin embargo,
también se observan situaciones que pueden afectar el bienestar de las familias, tales
como una menor disponibilidad de los servicios básicos como agua potable y gas, lo que
conlleva una mayor dificultad material para realizar las tareas del hogar. La distancia
entre los hogares campesinos y la lejanía de los centros poblados, favorece el
aislamiento de las familias, dificulta la realización de trámites, compras y el acceso a los
servicios de salud. La temporalidad de los trabajos agrícolas se traduce en constantes
migraciones masculinas, haciendo que la presencia del hombre en el hogar y su aporte
económico sea altamente inestable. En la búsqueda de mayores oportunidades laborales,
es frecuente que las mujeres emigren jóvenes y solteras. Al cabo de un tiempo algunas
se embarazan, lo que plantea la disyuntiva de abandonar el trabajo o alejarse de los hijos,
enviándolos a vivir con la madre-abuela (Valenzuela, Venegas y Andrade, 1994).
Para muchas de las familias que viven en condiciones de pobreza, los sentimientos de
culpa y la preocupación son vivencias cotidianas. La dificultad para satisfacer las
necesidades básicas, gatilla en los padres estos sentimientos, al verse fracasados en su
rol de proveedor(a) y/o administrador(a). Es frecuente que deban trabajar horas
extraordinarias para aumentar sus ingresos o tener dos jornadas, como es el caso de las
mujeres que además trabajan fuera del hogar. El aumento de la probabilidad de sufrir la
muerte prematura de un hijo/a o de la pareja, hace que la experiencia del dolor y del
duelo sea más frecuente en estos sectores de la población. Estas experiencias altamente
estresantes tienen efectos acumulativos sobre la salud mental.
Esta condición puede afectar la estabilidad y buen desarrollo de las relaciones familiares.
Algunos autores señalan que muchas de las reacciones de los padres que viven en
pobreza, condicionan en forma importante la calidad de vida de sus hijos. Si estas
reacciones son punitivas, las relaciones padre-hijo se deterioran aumentado la
probabilidad de que los niños desarrollen problemas socioemocionales, síntomas
psicosomáticos, además de reducir sus aspiraciones y expectativas (McLoyd, 1989, en
Garrett et al., 1994). Existe el riesgo de que los padres reaccionen al estrés ambiental,
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exigiendo la obediencia permanente, confiando en el castigo físico, negando el afecto y
fallando en dar respuestas a las necesidades de los niños. Además, la deprivación
económica ha mostrado ir acompañada de aislamiento social y de conductas parentales
caracterizadas por la negligencia y/o el abuso. Se ha constatado que a medida que
decrecen los ingresos y/o nivel educacional, aumenta la violencia familiar. La presencia
de hacinamiento también se relaciona con una mayor violencia física y psicológica
(Larraín, 1995). En Chile, un 63% de los niño/as preescolares y escolares es víctima de
algún tipo de agresión (Unicef, 1994, en Larraín, 1995). Por otra parte, una de cada
cuatro mujeres es sometida a violencia física por su pareja y en uno de cada tres
hogares, son a lo menos agredidas psicológicamente (Sernam, 1992, en Larraín, 1995).
II. RESILIENCIA: UNA NUEVA PERSPECTIVA.
La preocupación por brindar igualdad de oportunidades a todos los niños de
los sectores más desventajados de nuestra sociedad continúa vigente,
como también está la búsqueda de marcos conceptuales que permitan
mayor comprensión de los procesos que tienen lugar en las personas que
viven en esas condiciones.
A fines de la década del setenta, se iniciaron conversaciones en un nuevo dominio; éste
dice relación con el desarrollo del concepto de resiliencia. La discusión en torno a este
concepto se inició al interior de la psicopatología, dominio en el cual se constató con gran
asombro e interés, que algunos de los niños criados en familias, en las cuales uno o
ambos padres eran alcohólicos y que lo habían sido durante el proceso de desarrollo de
sus hijos, no presentaban carencias en el plano biológico ni psicosocial, sino que por el
contrario, alcanzaban una "adecuada" calidad de vida.
Durante mucho tiempo, en las distintas áreas de la ciencias humanas, la tendencia fue
dar mayor énfasis a los estados patológicos. Por este motivo, las investigaciones se
centraron en la descripción exhaustiva de las enfermedades y el intento de descubrir las
causas que pudiesen explicar el surgimiento de una u otra patología mental. Sin embargo
- a pesar de todos los esfuerzos realizados en esta línea- muchas interrogantes quedaron
27
sin respuesta. Esto ha significado que la gran mayoría de los modelos teóricos
desarrollados, resultaran insuficientes para explicar el qué y el cómo de la enfermedad
mental (Rutter y Hersov, 1985). Esto ha sido aún más evidente en los estudios de niños
donde se ha tendido, además, a aplicar los parámetros utilizados en la investigación de la
vida adulta.
En los estudios sobre pobreza, esta tendencia no estuvo ausente. Investigaciones daban
cuenta de la presencia de aspectos tales como baja motivación de logro, resignación,
conformismo, fatalismo, menor inteligencia, entre muchos otros; los cuales se transmitían
intergeneracionalmente y explicaban cómo las personas se mantenían en condiciones de
pobreza (Allen, 1970). Así, la pobreza dejaba de ser considerada como resultado factores
tales como la flojera, la irresponsabilidad, la apatía o el alcoholismo. Esta mirada, aunque
más científica, no significó terminar con la estigmatización de la pobreza.
Es así como en los últimos años, emerge una nueva propuesta, diferente pero
complementaria a las anteriores, denominada resiliencia. El enfoque de la resiliencia
parte de la premisa que nacer en la pobreza, así como vivir en un ambiente
psicológicamente insano, son condiciones de alto riesgo para la salud física y mental de
las personas. Más que centrarse en los circuitos que mantienen esta situación, la
resiliencia se preocupa de observar aquellas condiciones que posibilitan el abrirse a un
desarrollo más sano y positivo.
El concepto resiliencia ha sido entendido de diferentes formas. En su definición
Vanistendael (1994) distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción,
esto es, la capacidad de proteger la propia integridad bajo presión; por otra parte, más
allá de la resistencia, la capacidad para construir un conductismo vital positivo pese a
circunstancias difíciles.
Este concepto se entrelaza con términos tales como los de vulnerabilidad, riesgo y
mecanismos protectores, entre otros. Michael Rutter (1992) ha caracterizado a la
resiliencia como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener
una vida “sana” viviendo en un medio “insano”. Estos procesos tendrían lugar a través del
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tiempo, dando afortunadas combinaciones de atributos del niño con su ambiente familiar,
social y cultural. Es así que la resiliencia no puede ser pensada como un atributo con que
los niños nacen ni que los niños adquieren durante su desarrollo, sino que se trataría de
un proceso que caracteriza a un complejo sistema social en un momento determinado del
tiempo.
La resiliencia es el resultado de una interacción entre el niño y su ambiente. Es
importante destacar que la conducta resiliente no es estable en el tiempo, ni tampoco lo
es a través de los contextos sociales y/o culturales. Resulta necesario distinguir los
variados factores que entran en juego en el proceso de crecimiento y desarrollo de los
niños, como una forma de diferenciar entre aquellos que actúan a favor de la resiliencia o
bien de la vulnerabilidad. Las bases de la resiliencia son tanto constitucionales como
ambientales y el grado en que este comportamiento se manifiesta está sujeto a la edad,
el contexto y a otras variables como el sexo (Rutter, 1993).
Es necesario señalar que el concepto de resiliencia se sustenta en la comprensión de las
diferencias individuales que existen entre las personas, como también, en el cómo dichas
diferencias entran en interacciones igualmente distintas, dependiendo de diversos
factores. Por ejemplo, la edad del individuo, el nivel de desarrollo del sistema nervioso, el
género, los rasgos genéticos, el contexto ambiental y cultural; en el cual estos
componentes se manifiestan. Las conductas resultantes van a depender también de la
etapa de maduración en la que esté la persona; lo que está especialmente presente en el
caso de los niños.
Con el propósito de entender cómo y cuándo se presenta este fenómeno en las personas,
las investigaciones se han preocupado de distinguir las características comunes en los
niños denominados “resilientes”. Se ha observado que estos niños presentan una
aproximación activa hacia la resolución de los problemas de la vida, siendo capaces de
interactuar efectivamente con gran cantidad de experiencias emocionales de riesgo y
procurarse la atención positiva de otras personas. A la vez, tienden a percibir sus
experiencias de manera constructiva, aun cuando estas hayan causado dolor y
sufrimiento. Además, la presencia de la fe favorece una visión positiva de la vida y un
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sentido de trascendencia (Werner,1994).
III. FACTORES PROTECTORES
En la base de la resiliencia, existen ciertos procesos y/o mecanismos
amortiguadores o moderadores del estrés que contrarrestan el riesgo.
Masten y Garmezy (1985) agruparon algunas variables que según sus
observaciones, operarían como factores protectores: a) rasgos de
personalidad tales como autonomía, autoestima y orientación social
positiva; b) cohesión familiar, calidez y ausencia de graves conflictos; c)
disponibilidad de sistemas de apoyo externo que refuercen y alienten los
esfuerzos de enfrentamiento del niño. Sin embargo, Rutter (1990) advierte
que esta clasificación no difiere en gran medida de las concepciones sobre
riesgo, puesto que estos factores no son más que antónimos de las
variables de riesgo. Por otra parte señala que, si queremos encontrar
nuevas aproximaciones a la prevención, debemos focalizar nuestra
búsqueda más en los mecanismos y procesos protectores que en las
variables y factores. Esto significa que, más que observar la presencia o
ausencia de autoestima en una persona, debiéramos entender cómo esta
característica opera en situaciones de adversidad, para así favorecer un
enfrentamiento positivo del problema.
Diversas investigaciones dan cuenta de una serie de características descritas como
factores protectores. Ahora bien, más allá de consignar el hecho de que estas
características están presentes, es importante atender a cómo estos atributos operan en
la respuesta de las personas frente a una situación de riesgo haciendo que éstas
incrementen sus posibilidades de éxito. Estos factores son: (Kotliarenco y Dueñas, 1992).
Factores personales:
Características temperamentales:
- mayor C.I. verbal y matemático;
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- mayor tendencia al acercamiento;
- humor más positivo;
- ritmicidad biológica estable (control de esfínteres, patrones de sueño y
alimentación).
Características cognitivas y afectivas:
- mayor empatía;
- mayor autoestima;
- mayor motivación al logro;
- mayor sentimiento de autosuficiencia;
- menor tendencia a sentimientos de desesperanza;
- mayor autonomía e independencia.
- habilidades de enfrentamiento caracterizadas por: orientación hacia las tareas,
mayor actividad dirigida a la resolución de problemas, mejor manejo económico,
menor tendencia a la evitación de los problemas y menor tendencia al fatalismo en
situaciones difíciles.
Factores psicosociales de la familia:
- ambiente cálido;
- existencia de madres o sustitutas apoyadoras;
- comunicación abierta al interior de la familia;
- estructura familiar sin disfuncionalidades importantes;
- padres estimuladores;
- buenas relaciones con los pares;
- mayor apoyo social (emocional, material, informativo, entrega de valores)
(Vanistendael et. al.,1991).
Factores socioculturales:
- sistema de creencias y valores
- sistema de relaciones sociales (espacios privados y públicos)
- sistema político-económico
- sistema educativo
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- pautas de crianza
Autores como Garmezy, Masten y Tellegen (1984), sostienen que los factores protectores
operan a través de tres mecanismos que son: el desafío, lo compensatorio y la
inmunización. Estos no son excluyentes entre sí y pueden actuar conjuntamente o bien
manifestarse en distintas etapas del desarrollo. En el modelo del desafío, el estrés es
visualizado como un estímulo para actuar con mayor competencia. En el modelo
compensatorio, los factores de estrés y los atributos individuales actúan combinadamente
en la predicción de una consecuencia y el estrés potencial puede ser contrapesado por
cualidades personales o por alguna fuente de apoyo. Finalmente, en el modelo de la
inmunidad existe una relación condicional entre los estresores y los factores protectores,
en la que estos últimos modulan el impacto del estresor, aun cuando éste ya no está
presente.
Al igual que en modelo de Garmezy et. al. (1984), en la concepción de Rutter el foco está
puesto en la interacción que se produce entre las variables o factores del individuo y de
su ambiente que posibilitan un cambio en la trayectoria de riesgo hacia una adaptación
positiva. Esta interacción puede ser clasificada como mecanismos de acuerdo a los
efectos que éstos tienen, tanto sobre el individuo como sobre la situación. Esta
clasificación incluye:
- Los que reducen el impacto del riesgo a través de alterar el significado que éste
tiene para el niño o de modificar su participación en la situación de riesgo.
- Los que reducen la probabilidad de reacciones negativas en cadena, resultantes
de la exposición al riesgo y que sirven para perpetuar los efectos del mismo. Por
ejemplo, en un niño afectado por la muerte de sus padres que posteriormente es
bien acogido por padres sustitutos, es probable que las secuelas negativas de
esta experiencia sean menores que las de aquel que es abandonado en una
institución.
- Los que promueven la autoestima y la eficiencia. De éstos, los más significativos
parecen ser la presencia de relaciones personales armónicas y seguras y el éxito
en la realización de tareas relevantes para el individuo.
- Los que crean oportunidades. Por ejemplo, es probable que una madre
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adolescente que continúe estudiando o reciba una capacitación laboral, tenga
mayores posibilidades de experiencias favorables.
Rutter concluye que la protección no radica en los fenómenos psicológicos del momento,
sino en la manera cómo las personas enfrentan los cambios de la vida y lo que hacen
respecto a esas circunstancias estresantes o desventajosas. Es necesario prestar
atención especial a los mecanismos fundamentales de los procesos de desarrollo que
incrementan la capacidad de las personas para enfrentar eficazmente el estrés y
adversidades futuras y lo que les permite superar las secuelas de riesgos psicosociales
pasados.
IV. REFLEXIONES FINALES.
Si consideramos que una de las tareas pendientes para los países de
nuestro continente es el enfrentamiento y superación de la pobreza, es
relevante dirigir nuestros esfuerzos hacia la comprensión de los
mecanismos que actúan a nivel individual, familiar y comunitario que
puedan traducirse, a través del desarrollo e implementación de programas
de acción y educativos, en el reforzamiento y reconocimiento de las
fortalezas más allá de la vulnerabilidad.
El desarrollo del concepto de resiliencia nos ha mostrado una nueva dimensión en las
personas; dice relación con una mirada -que a diferencia de las anteriores- resulta
esperanzadora y optimista. Es así, como cada día se publican y aplican una mayor
cantidad de programas orientados a analizar los comportamientos resilientes, presentes
en algunos niños, adolescentes y adultos.
Cabe destacar que, a pesar de la proliferación de investigaciones y aplicaciones
prácticas, no podemos hablar de la resiliencia como un concepto unívoco y absoluto. Si
bien entendemos a la resiliencia como una capacidad humana y universal que está
presente en las distintas comunidades, razas y culturas; creemos que existen rasgos y
características particulares de acuerdo a los diferentes contextos en que se manifiesta.
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En este sentido el intercambio de conocimientos y experiencias en esta área, resulta de
gran utilidad para la orientación de nuestro trabajo, siempre y cuando seamos capaces
de identificar aquellos elementos propios de un contexto específico y a la vez, favorecer
los recursos de dicha comunidad.
Promover la resiliencia apunta a mejorar la calidad de vida de las personas a partir de sus
propios significados, de los modos cómo perciben y enfrentan el mundo. Entonces
nuestra primera tarea, es reconocer aquellas cualidades y fortalezas que han permitido a
las personas enfrentar positivamente experiencias estresantes asociadas a la situación de
pobreza. Estimular una actitud resiliente implica potenciar estos atributos involucrando a
todos los miembros de la comunidad en el desarrollo, la implementación y la evaluación
de los programas de acción.
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