lunes, 18 de agosto de 2008

LA COMUNICACIÓN PRIMIGENIA: EL PRIMER ENCUENTRO MADRE-HIJO O HIJA.

Dra. Noemi Reyes Partida
Dra. Silvia Molina y Vedia

Resumen:
En este trabajo se reportan algunos avances de investigación realizada con recién nacidos y sus madres en las que se observa específicamente el tipo de comunicación preverbal y verbal que mantienen durante la primera media hora de contacto. Tal comunicación se analiza desde la perspectiva psicoanalítica y de la teoría de la comunicación a partir de la aproximación de N. Luhmann. La información procesada ha sido producto de la videograbación de la primera media hora de contacto entre madre e hijo o hija y su análisis minuto a minuto. El estudio reviste importancia particular debido a la escasez de investigaciones previas sobre la primera vez que un recién nacido (a) es interpelado directamente por medio de una comunicación dirigida exclusivamente a él o ella, (b) se le atribuye una identidad (“hijo” o “hija”) y (c ) se lo encauza en el proceso comunicación.

Introducción:

Esta ponencia presenta avances de un trabajo de investigación de mayor alcance, que dirige la Dra. Noemí Reyes Partida sobre “El primer encuentro entre neonatos y sus madres”, que se inició en 1996 y en el que colabora -además de las autoras de esta ponencia- la Lic. Alejandra López-Duplan.
El objetivo general de la investigación fue estudiar el universo de comportamientos que se desencadenan en el primer encuentro madre-hijo o hija. El objetivo de esta presentación es tratar, no los comportamientos, sino las características principales de la comunicación que se establece en este primer encuentro.
El material que sirvió de base para hacer las observaciones pertinentes es: a) el registro videograbado de la primera media hora de contacto madre-hijo o hija, es decir, lo que ocurre cuando por primera vez se encuentra la madre con su bebé, b) una entrevista semiestructurada con orientación psicoanalítica a cada una de las madres, realizada después del parto y de la videograbación del primer encuentro con su o sus bebés y c) las viñetas descriptivas de cada uno de los videos, con registros minuto a minuto.
En todos los casos quienes recogieron la información tuvieron entrenamiento psicoanalítico. Las madres no fueron advertidas previamente que serían videograbadas, sino que con posterioridad se les solicitó su aprobación para utilizar los videos, evitando así que al saberse observadas modificaran su conducta o que no fueran del todo espontáneas. Asimismo, se instaló sólo una cámara fija, para evitar que el técnico hiciera una selección previa del material a registrar, impidendo de este modo que pudiera estar contaminado por su experiencia subjetiva. El número de viedograbaciones fue de 30, que es el mismo de mujeras entrevistadas y cuestionarios respondidos.
La interpretación de los datos se hizo con base en la teoría psicoanalítica y la teoría de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos , ya que ambas teorías mantienen una relación de complementariedad (tal como se podrá observar a continuación).

Antecedentes teóricos.

Antecedentes desde la teoría psicoanalítica: En los últimos treinta años la investigación y la observación directa con niños asociadas al estudio e interpretación del material clínico en el campo del psicoanálisis se ha incrementado en forma preponderante; esto es especialmente notable en la última década.
Con anterioridad la teoría psicoanalítica se desarrollaba a partir de las hipótesis sustentadas por la reconstrucción del material proporciondo con el trabajo de pacientes adultos en tratamiento, ahora en cambio, el ejercicio y la influencia de la observación directa con niños ha permitido, no sólo la reconfirmación de dichas hipotésis sino que las ha ampliado y ha generado nuevas teorías con respecto al desarrollo infantil, al realizar un seguimiento longitudinal de manera detallada y minuciosa de su desarrollo.
Spitz , al introducir las técnicas de análisis cinematográfico en la observación de infantes, amplió el campo de la investigación de las primeras etapas formativas del individuo y dio lugar a otra disciplina: la teoría evolutiva psicoanalítica. En Inglaterra desde 1948 en la Clínica Tavistock se implantó la observación dinámica de niños. En 1950 Kris y Lowenstein y posteriormente, Ana Freud en el 1958, convocaron a diversos colegas para realizar observación directa en niños pequeños y así comprobar hipótesis previas en psicoanálisis.
En el XX Congreso Internacional de Psicología en París, se concluyó que la observación directa de niños constituía un elemento complementario indispensable en la revaloración de las hipotésis metapsicológicas. El ejercicio de la observación directa y longitudinal, como por ejemplo los estudios de Stoller (1968), han aportado nuevos datos en torno al desarrollo psicosexual temprano del niño y de la niña. Spitz en 1965 y Stern en 1977 observaron en sus estudios los intercambios afectivos en la díada madre hijo.
Algunos especialistas en la materia comparten el criterio de que el bebé es fundamentalmente activo en su avance hacia una complejidad psicológica creciente, que llegan al mundo prederminados por la evolución y de que innatamente contienen una serie de capacidades que se reactivan en el vínculo con la madre o con aquella persona que se haga cargo de ellos.
De acuerdo con Emde , el bebé es un ser activo, de organización compleja, que se desarrolla siguiendo ciertas transformaciones rectoras, como por ejemplo, su preadapatación para participar, iniciar, mantener y terminar interacciones humanas; una sensibilidad de respuesta para ser activado o calmado por holding , contacto corporal y acunamiento. De acuerdo con Stern, en los niños existe una propensión a manifestar estados de alerta prolongada ante rasgos de estímulos contenidos en la voz y rostros humanos.
Según Lozoff , la evolución ha predispuesto al neonato para responder selectivamente a estímulos de la madre, como son su voz, su olor, su presencia. La evolución también plantea la presencia de conductas del recién nacido que propician la interacción humana, como son los diversos tipos de llanto.
Antecedentes desde la teoría de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos: Las ciencias sociales y en especial, la comunicación presentan un enorme e inexplicable vacío en el estudio de la comunicación en el primer encuentro entre la madre y su bebé. Las escasas referencias al nacimiento y la maternidad, así como a la comunicación primigenia son, por lo general, producto de deducciones más que de la investigación sistemática. Sin embargo, las ciencias sociales han desarrollado teorías capaces de abordar productivamente tal investigación.
Entre estas teorías se ha seleccionado la de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos formulada por Niklas Luhmann porque implica una forma de observación de la realidad particularmente afín al tipo de fenómeno (la comunicación en el primer encuentro madre-hijo o hija) que se está tratando.
Luhmann señala que muy tempranamente los bebés (él lo ubica alrededor de los dos meses) expresan “ciertos modos de comportamiento que se entienden como comunicación, y que como tal reciben respuesta”, es decir, esto sucede aún antes de que hayan adquirido el lenguaje “y casi al mismo tiempo que el desarrollo de la capacidad perceptiva” . Pero es posible demostrar actualmente que la capacidad de diferenciación perceptual del bebé es mucho más temprana, de modo que su observación tendría que ser aplicable también al recién nacido.
La posibilidad de que el bebé se considere como un alter en el sistema de comunicación que Luhmann desarrolló en teoría (y que más adelante se demostrará en esta ponencia), presupone que prácticamente desde su nacimiento las personas están acopladas estructuralmente a la sociedad, ya que la comunicación es un fenómeno básicamente social. En otras palabras, el sistema psíquico “madre” y el sistema psíquico personificado en el bebé se encuentran en interpenetración, y ésto estimula el desarrollo del psiquismo, porque le ofrece la posibilidad de evolucionar apropiándose selectivamente (autorreferencialmente) de la complejidad de su entorno.
El acoplamiento estructural es un empalme temporal de unidades independientes; tal empalme o acoplamiento, en el caso de la comunicación, implica la participación de dos o más sistemas que se prestan mutuamente parte de su complejidad con fines productivos o reproductivos, pero sin que uno intervenga sobre el otro, sino manteniendo su autonomía funcional. A este fenómenos se lo llama interpenetración.
Todo el proceso de comunicación es producto de la interpenetración sistémica bajo diversos acoplamientos, y en todos los casos éste se encuentra sujeto a un alta improbabilidad, que puede ser mejor entendida mediante la doble contingencia.
La doble contingencia implica que en el proceso de comunicación participan un alter y un ego que constantemente hacen selecciones de sentido en las que pretenden involucrar al otro, de modo que la comunicación se continúe con éxito.
La comunicación es, de acuerdo con esta teoría, el conjunto de tres selecciones: selección de la información, selección del mensaje y selección de la expectativa de éxito.
Cada selección hace posible algo que antes era improbable, dado el enorme abanico de posibilidades que existieron hasta el momento mismo de actualizarla (llevarla a cabo). Y como quienes realizan esas selecciones son alter y ego, ambos hacen esas selecciones constantemente sobre una base de opciones contingente. En eso consiste la doble contingencia y no existe ninguna forma de estabilizar o controlar totalmente el sentido para que signifique lo mismo; por eso Luhmann es muy preciso cuando dice que comunicación no significa transmisión de sentido.
Este enfoque es aplicable al primer encuentro entre la madre y su hijo o hija porque plantea con gran claridad lo que sucede en él: la madre y el bebé son observables como sistemas psíquicos autónomos (y tanto es así, que las madres a veces se desesperan por no entender al bebé) que, en tanto personas, hacen selecciones de sentido que se expresan como comunicación, lo cual les exige además encontrarse en interpenetración y estar disponibles para comunicar.
Ciertas observaciones de Luhmann sobre la interpenetración entre ser humano y ser humano también son aplicables a la relación madre-bebé en el primer encuentro. Dice Luhmann: “Quien se compromete en una relación íntima de dos, para lo cual no existe casi apoyo social y que es, en sí misma, bastante improbable, tiene que encontrar puntos de apoyo que le permitan considerar probable la casualidad que se presenta inicialmente como improbable. Sólo puede referirse en este esfuerzo (…) a la persona individual de la pareja. –todos los demás recursos quedan fuera de un sistema especializado en la interpretación de los seres humanos. El comportamiento del otro se lee, por lo tanto, en relación con las características personales más fuertes, para después apropiarse de esas características y hacer plausible que el compañero elija esa relación íntima. El yo del otro se convierte en punto de referencia de una atribución ciertamente paradójica: tiene que reconocer disposiciones fuertes y, a la vez, manifestar disposición a trascenderse a sí mismo en dirección del otro, es decir, no actuar sólo de acuerdo con sus intereses y costumbres. ”
De este modo, la interpenetración humana sólo se puede producir mediante la formación de un sistema social en el que fluya la comunicación. Este aspecto productivo y reproductivo de la interpenetración -señala Luhmann- además de la comunicación, supone que se delimitan las posibilidades del lenguaje y que puede haber algún acercamiento físico.
Integración teórica e hipótesis de trabajo.
Desde el horizonte de la teoría de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos, la comunicación no implica ni transmisión ni tener algo en común. Se trata en cambio del conjunto de tres selecciones de sentido que entablan un alter y un ego y que consisten en selección de la información (los datos), selección del mensaje (de la forma en que se integrará la información) y selección de la expectativa de éxito (es decir, del modo en que será expresado el mensaje para que el otro pueda interesarse en él y continuar produciendo comunicación). Alter y ego son roles intercambiables y aluden a quienes producen, captan, reelaboran y reproducen la comunicación.
Esta forma de concebir la comunicación se aproxima a la orientación psicoanalítica en relación al intercambio de señales emocionales que una persona inicia para darle significado y sentido a una situación por medio del fenómeno llamado referenciamiento social , lo cual implica concebir los diferentes niveles de relación comunicativa entre alter y ego. Desde este marco teórico las selecciones que hacen alter y ego durante el proceso comunicativo se alternan y complementan incorporando diversos niveles de expresión de los mensajes y procesamiento de los mismos.
La comunicación que se establece en el caso del primer encuentro con la madre y él o los neonatos, implica básicamente un acoplamiento estructural entre ambos, acoplamiento en el cual la madre toma la iniciativa, pero en el que él o los bebés son también parte activa, a pesar del caracter primitivo de la información que disponen y de los escasos recursos que tienen para comunicar.
Partiendo de este horizonte teórico, las hipótesis que se sostienen en esta presentación son las siguientes: 1) que en este primer encuentro, dada la regresión de enlace que tiene la madre en el parto (y aún desde la gestación), ésta puede mantener una escucha muy amplia de las necesidades del niño o niña y sus signos comunicativos, de forma que no sólo es sensible a los mensajes primarios sino que los decodifica y les hace devoluciones que fungen como hipótesis o tentativas de entenderlo-la desde ella y el estado de ensoñación en que se encuentra, y 2) que el hijo o hija dentro de la enorme limitación de formas de expresión e información que tiene, va expresando comunicativamente estados primarios de satisfación, malestar, ansiedad, desorganización, etc., directamente al objeto “madre”.
A continuación, y para exponer la información obtenida en función de la comprobación de tales hipótesis, se tratarán: a) las formas predominantes de la comunicación que la madre dirige hacia su o sus bebés, b) las formas de comunicación que mantiene el bebé con ella y c) una interpretación de tales comunicaciones con base en las teorías antes citadas. Con posterioridad se presentarán las conclusiones de esta presentación, en las cuales se tratará el impacto de los datos en la validación de las hipótesis y sus reverberaciones tanto en la teoría psicoanalítica como en la teoría de los sistemas autorreferentes y autopoiéticos.

a) Las formas predominantes de la comunicación que la madre dirige hacia su o sus bebés:

Como puede parecer obvio, la iniciativa de la comunicación recae en la madre. Sin embargo, debido al estado de regresión de enlace en que ésta se encuentra, los mensajes que elabora y dirige al bebé son extraordinariamente sencillos y se basan en recursos primarios o poco estructurados. La madre utiliza como recursos para tal comunicación (a.1) el contacto tactil, (a.2) su voz , (a.3) el ritmo y (a.4).
a.1. La comunicación tactil es la más importante en este primer encuentro y, de acuerdo con el material disponible, es la que introduce al recién nacido al mundo de la comunicación y el desarrollo del psiquismo. Ya desde 1923 Freud en El Yo y el Ello, planteó que los inicios del desarrollo del niño tenían su base en el contacto de la piel y del cuerpo del niño o niña por parte de la madre.
El contacto de la piel por parte del objeto materno cumple diversas funciones: (a.1) de sostenimiento, al generar en el bebé una sensación que algo lo sujeta, (a.2) de comunicación, porque filtra los intercambios entre el interior y el exterior, (a.3) de placer, porque por medio de la estimulación tactil recibe caricias, y (a.4) de ritmo, porque la madre a través de la misma estimulación táctil también transmite ritmos.
Klaus y colaboradores comprobaron que un porcentaje muy alto de las mujeres estudiadas en su primer acercamiento con el crío, le tocan las extremidades con las yemas de los dedos, continúan con masajes, caricias, y con un amplio contacto con las palmas de las manos; aspectos que se reconfirman en esta investigación, además de que se observaron palmoteos en diferentes partes del cuerpo y la presencia muy frecuente de besos.
El amamantamiento es la forma de comunicación más significativa y elemental que existe en la díada, y suele iniciarse cuando la madre le enseña al bebé a aproximarse al pecho, a acoplarse a él y a acomodarse en una posición apropiada. La altísima incidencia de amamantamiento entre las madres estudiadas puede guardar relación con los datos de las entrevistas donde se reporta el hecho de que todas ellas a su vez fueron, a su vez, amamantadas por sus propias madres. Estudios previos como los de Klaus y Kennell efectuados en Guatemala, sobre madres que parieron recientemente, señalan un paralelismo en este sentido en cuanto a que la mayoría de ellas contaba en sus historias, la experiencia previa de haber sido amamantadas por sus propias madres.
Asimismo, los resultados en México probablemente tienen relación con el impacto que pueden haber tenido las campañas de salud para la revaloración de la lactancia por medios naturales, lo cual estaría indicando un aprendizaje cultural de la comunicación por amamantamiento que puede ser complementario de cualquier otra conducta institntiva al respecto.
En el primer encuentro, la mayoría de las madres del grupo estudiado optó por amamantar a su crío. Estas madres ocuparon la mayor parte del tiempo en dicha actividad, concentraron su atención en alimentarlo y observaron sus reacciones rompiendo la barrera de la burbuja invisible de la que nos habla Stern . Independientemente de las interferencias (ruido, otros llantos o llamado de otra persona), había un periodo de envolvimiento e involucración emocional absoluta al acto de amamantar.
Las sesiones de amamantamiento observadas variaban de una pareja a otra, y cada una de ellas poseía un estilo propio.
La sensibilidad materna al desplegarse durante la lactancia, suele constituir un componente vital de la interpenetración, y un determinante fundamental en la futura vinculación. Por lo tanto, es muy factible que la alimentación con leche materna juegue un papel vital en todo el proceso y naturaleza de la relación desde el principio, al establecerse diferencias en las parejas participantes en la alimentación. Es más, es posible afirmar que el tipo de vínculo y relación especifica de las madres con sus propias madres, sienta las bases para esa relación futura con su hijo o hija.
En la mayoría de los casos, las madres que alimentan a pecho a sus lactantes mantienen una significativa proximidad física con ellos; dicha proximidad es un factor que permite la ocurrencia de diversas formas de comunicación. De esta manera las madres y sus infantes se envían mutuamente mensajes por medio de cambios de posición, ritmo, sostenimiento. Desde esta perspectiva, la alimentación con leche materna no sólo juega un papel importante en la comunicación materno-infantil sino que facilita el acoplamiento para que se ejerzan otras formas de comunicar y se ejerciten otros lenguajes.
En la lactada se da un dialogo a nivel corporal, la madre al estimular con el pezón en la boca y la succión del bebé, le da pautas de como desplegar ciertos turnos en la comunicación humana. Esto contribuye a la fragmentación temática (tiempo de succión, tiempo de no succión durante el amamantamiento) y la formación de episodios, que son características de las formas más evolucionadas de comunicación.
Asimismo, se observaron en casi todos los casos, no sólo la inspección, exploración y reconocimiento del cuerpo del bebé, sino la facilitación por parte de la madre de algunas formas en que éste podría investigarla corporalmente a ella. Este tipo de comunicación puede observarse cuando la madre enseña al bebé a ajustarse o acomodarse en su brazo sostenedor y en sus pechos.
Amantamiento, inspección, exploración y reconocimiento se encuentran complementados por diversos tipos de caricias. Las caricias no sólo indican el amor materno, sino que tienen su propia forma de “hablar” al bebé: pueden alertarlo para que se despierte, servir para reducir su displacer o indicar la bienvenida y la despedida, así como plantear la principal forma de sentar las bases del futuro erotismo del o la recién nacida. Un tipo de caricia que no se da en todos los casos es el beso. Este se produce en momentos en que la madre alcanza a expresar su afecto y depende del nivel de expresividad de cada madre; también se da como un signo de despedida -tal vez- como una respuesta social, culturalmente aprehendida. Los besos se pueden manifestar en cualquier momento durante el primer encuentro entre la madres y el bebé.
Mediante el contacto tactil la madre estimula al bebé para que éste vaya participando en la comunicación preverbal. Este estímulo también es observable a partir del sostén estabilizador que mantiene la madre algún tipo de movimiento desorganizado del bebé. El contacto tactil materno transmite, además, calor y sensación de envolvimiento, ritmo, sensualidad.
a.2. La comunicación materna a través de la voz plantea una serie de aspectos de interés. Entre ellos es posible diferenciar los juegos de entonación suave, el arrullo (como las nanas que se cantan para tranquiliar), el canto (con palabras) y las palabras que se dirigen al bebé.
En la mayoría de los casos observados, el tono de la voz suele ser aniñado, aunque puede cambiar cuando se regaña al bebé o se le dan indicaciones.
Comunmente el discurso, el tipo de lenguaje y la entonación que la madre guarda con el o la recién nacida difiere sustancialmente de la sostenida con adultos. En este intento por funcionar a niveles más primitivos, ella lentifica frases, repite los mensajes, habla como si fuera una niña, usa sonidos onomatopéyicos y diminutivos.
A pesar de que a veces puedan perder la paciencia por no atinar a contener el displacer del bebé, los regaños no suelen hacerse en el mismo tono de voz que la madre emplearía con niños de mayor edad o adultos, tal vez porque ella está tratando de ponerse a un nivel de comunicación muy elemental, que según su perspectiva, tiene mayor posibilidad de ser entendido por el bebé y de satisfacer expectativas. Los regaños pueden ir acompañados de desasosiego y de ruego en el tono de voz de la madre.
El arrullo y el canto introducen al bebé en el lenguaje del ritmo, al que se hará referencia más adelante. Son estímulos que ayudan a reconocer la musicalidad del sonido y suelen utilizarse para expresar la armonía con la criatura o para apaciguarla si está inquieta, para comunicar la ternura y la sintonía afectiva.
Respecto a las palabras, la madre suele dirigirse a su bebé con diminutivos por la misma situación regresiva en que se encuentra y para nivelarse con el bebé y, de este modo, acoplarse para obtener mayores posibilidades de buena comunicación. Asimismo, usa términos muy sencillos que coinciden con lo anterior y lo reafirman. De este modo, le da órdenes (¡Quietecito!), le llama la atención (Mira que si sigues así no vas a comer nada), le comunica sus propias expectativas (Quiero que cuando usted sea grande sea…), le reporta situaciones actuales (Oye nomás que ruido hay), lo adula (Mi chiquita hermosa…) y, además, va nombrando los estados emocionales del bebé (hambre, sueño) y sus estados emocionales (placer y displacer), sostiene su narcisismo (Preciosa, hermosa, guapo), le comunica su estado de ánimo (Estoy tan contenta…), le deposita sus valores y deseos (Las damitas primero…). Es decir que desde el inicio de la relación los bebés ocupan un lugar en el inconciente de sus madres, en lo que se refiere a los temas de la comunicación verbal, a la selección de la información que proporcionan y a la selección del mensaje o forma de lo que se dice.
En cuanto al diálogo (la forma verbalizada de la comunicación), Stern señala la existencia de un diálogo no común en la díada madre-bebé; es decir, un monólogo de la madre en forma de diálogo imaginario, porque la madre deja después de cada una de sus intervenciones un espacio de tiempo para la supuesta respuesta del bebé.
La comunicación de la madre se dirige fundamentalmente al hijo o hija, le informa cosas acerca del mundo, le habla de sentimientos y, ocasionalmente, se vuelve hacia sí misma se despega de la comunicación, pero ésto sólo para volver a orientarse inmediatamente a su hijito o hijita, lo cual implica que en la mayoría de las madres observadas existe un sobreinvestimiento del bebé.
En todo caso, la comunicación verbal refuerza a la tactil y se reafirma mediante la ratificación del gesto. Ejemplo de esto es el video que muestra a una de las madres que luego de calmar el llanto de su hijo lo toca y le dice: “Tiene que dejar de ser chilloncito. ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?”, al mismo tiempo que sube y baja la cabeza reafirmando con ese gesto sus plabras y las entona con cierta firmeza.
Además, tal como ya se indicó, las madres al establecer comunicación verbal con sus bebés, suelen plantearles preguntas y dejar espacios de silencio en los cuales estarían contenidas las respuestas del bebé (y que ellas imaginan). Encontramos aquí una dimensión del sentido del silencio muy interesante, que coincide plenamente con la posibilidad de contener todos los sentidos que le atribuye E. Pulcinelli Orlandi. De hecho, en el primer encuentro madre-hijo, el silencio ocupa una posición privilegiada con respecto a la palabra, por cuanto hace a la variedad y calidad de significaciones que pone en juego.
a.3. El ritmo se presenta tanto en el arrullo y la canción como en el acunamiento, el acto de mecer y de pasear al bebé, de acariciarlo y de estimularlo tactilmente.
El ritmo cumple una importante función comunicativa de apaciguamiento, que se puede demostrar a través del hecho de que es intenso cuando el bebé está irritado y se va atenuando a medida en que se tranquiliza. El ritmo parecería ser parte de otras formas de comunicación (tactil o a través de la voz) pero no se reduce a ellas, sino que las atraviesa. Por lo mismo, reviste cierta complejidad en la construcción que se compensa con la facilidad con que es comprendido por el bebé. Éste parecería entender perfectamente el lenguaje del ritmo dada la forma en que se acopla a él. Desde este punto de vista, podríamos decir -a reserva de buscar una comprobación más rigurosa a futuro- que el del ritmo es un lenguaje innato o que el ser humano está condicionado para responder al ritmo.
Resulta notorio que cada madre ejerce un tipo de ritmo o tiene preferencia por un ritmo, pero lo interesante es que sus bebés se adaptan rápidamente al ritmo presentado por ellas, de tal manera que el o la recién nacida se acopla sin problemas a él. Es posible que esto se deba en parte a un ritmo propio de las personas y que cada madre haya acostumbrado al suyo a su hijo desde que lo estaba gestando.
a.4. Otro tipo de comunicación elemental es la mirada, que en este caso se ejerce recurrentemente mediante el contacto visual cara a cara entre la madre y el neonato; es decir, que la madre establece también una relación de tipo visual, procurando situar esta comunicación dentro de una perspectiva frontal mediante la cual reconoce al bebé y lo identifica para diferenciarlo de cualquier otro bebé. Inclusive al amamantarlos tratan de mantener un contacto ojo a ojo con su hijito o hijita, y si no lo logran, su preferencia es enfocar el rostro.
Con la mirada es posible que la madre trate de estimular el interés del recién nacido, aunque este no se encuentre en condiciones aún de percibirla y responder. Sin embargo, en la mirada de la madre parece encontrarse el estímulo primitivo para la diferenciación entre un objeto y el mundo que lo rodea, diferenciación que es indispensable para el avance de cualquier tipo de desarrollo psíquico, lenguaje, comunicación y relación social.
Tanto la alimentación como la mirada ocupan un lugar preponderante en la comunicación de la madre con su bebé. Es una forma de establecer el vínculo dado que hay una especial preferencia por el rostro del hijo o hija. Otras veces, la cara es un espejo en el cual se mira al niño, tal como lo plantea N. Reyes. Es decir, hablando en sentido metafórico, la madre tiende a observar y a proyectar sus propias expectativas en él o ella.
En su trabajo, Stern refiere que desde la perspectiva etológica sirve de desencadenante innato del comportamiento de cuidado a la prole por parte de los padres. La mirada mutua de la díada puede adquirir también otro significado, ya que para Levobici, el bebé configurará la imagen de sí mismo, distinta y diferenciada de la imagen materna.

b. Las formas predominantes de la comunicación del bebé.

Recién ingresado al mundo por medio del parto, el bebé recién nacido expresa sus estados internos mediante el manejo de su cuerpo (movimientos de brazos y piernas, aequeamiento de la espalda, cabeza) y su voz (gemidos y llanto). Sin saber diferenciar entre él y el mundo, ya que en su “mundo” anterior él mismo era el centro, cuenta con recursos muy limitados para comunicar en este nuevo mundo.
Como parte de los recursos de que dispone de manera innata hemos encontrado que está filogenéticamente capacitado para rechazar el displacer, para reaccionar con el reflejo de Moro y para seguir con la cabeza y el cuerpo la orientación de la voz de la madre.
A pesar de sus escasas posibilidades motrices, el recién nacido hombre o mujer utiliza todo su cuerpo como recurso comunicativo.
Expresa rechazo o profundo displacer arqueando su cuerpo en dirección opuesta al estímulo que lo irrita.
Agita manos y piernas para indicar ansiedad o malestar, el cual puede ser ocasionado por hambre, como señal de resistencia y rechazo a la estimulación externa o como pedido de atención.
Se introduce la mano a la boca y la chupetea también para expresar hambre, y cuando éste es mucho, los chupeteos llegan a ser muy ruidosos.
El reflejo de Moro se produce cada vez que la madre tiene un movimiento brusco, ya que el bebé corresponde al mismo con otro. Este reflejo es, al mismo tiempo, una muestra de que el acoplamiento estructural está dado, lo cual es básico para que se produzca comunicación.
En cuanto a dirigirse físicamente a la madre cuando esta habla, los bebés dirigen su cabeza hacia su voz (si les es posible porque están los suficientemente libres, también orientan su cuerpo hacia ella), ya sea como reflejo o como demostración de interés y atención. De esta manera el bebé contribuye a crear las condiciones básicas de disponibilidad para que la comunicación tenga lugar.
Asimismo, es perfectamente notorio desde este primer encuentro que los bebés tienen preferencias: se muestran sosegados y atraidos por los tonos de voz suaves y melodiosos, rechazan y se asustan hasta el punto de manifestar conductas muy desordenadas y llanto ante ruidos estridentes o voces muy duras y fuertes; les gustan las caricias muy suaves que suelen adormecerlos y se atemorizan ante cualquier movimiento brusco; se contentan con lo tibio y protestan irritados ante el calor o el frío, reaccionan al ritmo suave y cadencioso de la madre y, generalmente, cuando su madre los aprieta o sujeta contra su cuerpo dejan de llorar o de mostrarse inquietos.
Además, si bien no pronuncian palabras, emiten gemidos y llanto. Ambos (gemidos y llanto) admiten categorías de diferenciación que permiten distinguir varios sentidos.
El llanto puede tener su origen en diferentes fuentes de malestar: calor, hambre, sueño desorganización interna, displacer, falta de sostén, dolor, y ésto se puede verificar mediante los intentos de las madres por calmarlos en los que ellas tienen que descubrir mediante ensayo y error cuál es el motivo de ese llanto para sosegarlo. Medida que la madre conoce mejor a su bebé o que tiene experiencia en el trato con él, puede reconocer que estos llantos que al principio parecen similares, son realmente distintos entre sí.
En esta etapa primigenia de la comunicación del bebé, los gemidos aununcian el llanto y de esa manera le dan a la madre la primera señal de que debe atender sus necesidades, malestares, displaceres o dolor. Desde el registro que hace la madre la madre de ese tipo de mensajes, es posible observar en las videograbaciones que ésta desarrolla una respuesta automática y desde su función de reverie responde intuitivamente a las demandas de su hijo o hija.
Aunque en general, los bebés no parecen muy activos en el proceso de comunicación en el que apenas se están iniciando, dos casos especiales entre los que se videograbaron sirven para tener una impresión mucho más completa de los que es capaz de llegar a comunicar un bebé en el primer encuentro con su madre. Estos casos fueron el de una madre juguetona que estimulaba a su hijito jugando con sus manos, brazos y piernas y el de una madre intrusiva con una clara patología para percibir los estados de su hijo.
En el primer caso (el de la madre juguetona) el bebé estuvo, a lo largo del período observado, mucho mas activo que los demás bebés. Movía sus brazos y piernas, volteaba el cuerpo, rechazaba los estímulos cuando se cansaba y, en general permaneció más tiempo despierto.
En el segundo caso (el de la madre intrusiva) el bebé libró una dura batalla contra su madre que pretendía obligarlo bruscamente a mamar. En su “lucha” el bebé daba manazos contra la madre, lloraba, pataleaba, se arqueaba y en fin, combinaba todos sus recursos expresivos para comunicar que él no quería hacerlo y que lo dejaran en paz.
Tanto en el caso de la madre juguetona como en el de la intrusiva, fue evidente la sobreestimulación del bebé, y a partir de ella se pudo observar que lo que el bebé rechaza no es la sobreestimulación sino el que lo obliguen a hacer algo que le provoca displacer o que, de plano, no quiere. A pesar de ésto, la sobreestimulación de la madre hacia el bebé en todos los casos tiende a generar expresiones comunicativas diversas y mucho más evolucionadas (complejas) que las que tienen los bebés que no han sido sobreestimulados. A través de esta acción que algunas madres le plantean al bebé, es posible que éste pueda acceder a la interpenetración y a la comunicación tempranas, reconociendo el vínculo, optando por el apego o el desapego y proveyéndolo de elementos valiosos (información) para la posterior orientación persuasiva o disuasiva de sus mensajes al objeto materno.

Conclusiones.

La información producto de las observaciones anteriores nos remite de manera directa a las hipótesis de trabajo.
En el caso de la primer hipótesis, los datos confirman que la regresión de enlace provoca en la madre una orientación comunicativa primaria, en la que sólo operan las formas de comunicación más simples y primigenias. Ejemplo de ello es que en ningún caso las madres utilizan en sus mensajes verbales un lenguaje indirecto (hablan sin sutilezas o subterfugios), tampoco hacen referencias doctas, no mienten, no ocultan sus expectativas e intenciones y, en cambio, utilizan un lenguaje claro y directo, dicen lo que sienten e incorporan de una manera muy notable una serie de recursos comunicativos elementales, tales como la entonación de la voz, la prolongación de las palabras (Bonitaaaa), la lentificación del discurso y el uso de palabras breves y de gestos y movimientos que las refuerzan.
Pero además, dan mayor importancia a los lenguajes no verbales (ritmo, tacto) que al hablado. Esto pone de manifiesto que este estado de regresión de enlace es un facilitador apropiado para situar sus expectativas de éxito en la comunicación con el bebé dentro del margen de posibilidades y preferencias de éste. Al respecto, cabe notar que el bebé tiene preferencias muy definidas y una gran capacidad para rechazar lo que lo irrita o lo perturba, las cuales va expresando a medida que transcurre la primera “conversación” e “interpretación” con su madre. El mayor o menor éxito de tal conversación reside en la posibilidad de acoplamiento demostrada por la madre dadas las condiciones propias del bebé.
Cuando el o la recién nacida se encuentra atenta, la presentación de un sonido, en este caso la voz de la madre, desencadena una reacción de orientación: vuelve la cabeza en dirección al lugar de donde proviene la voz.
La propia madre es la que ofrece los elementos necesarios que permiten sostener que mantiene una atenta escucha del bebé. Estos se expresan con claridad al decir, por ejemplo: “¿Ya comiste, mi cielo? (…) ¿Cómo está mi bebé?”…y cuando el bebé comienza a moverse: “Ya, mi vida…”.
Las madres también hacen devoluciones consistentes con sus interpretaciones de los estados internos del bebé. Así, una madre le pregunta a su hijito: “¿Qué, chiquito?”. El niño se mueve. La madre lo lleva al pecho. Hay acople. En otro caso, la madre “con su dedo índice le empieza a acariciar el pelo (al bebé); el bebé mueve la mano, ella le dice: “¿Quée? ¿Quéeee?”, como preguntándole qué pasa y a qué obedece su movimiento. Le dice algo ininteligible. Con la sábana le limpia la boca. El bebé levanta las manos. Ante ese movimiento la madre lo empieza a mecer de arriba hacia abajo y lo observa… En otro caso, la madre enfrentándose a un bebé terriblemente irritado logra calmarlo mediante la palabra. Al principio le preguntaba: “¿Por qué lloras?” con tono suave y pero insistente e intentaba calmarlo acunándolo, meciéndolo o dándole pecho. Para apaciguarlo le dice al niño: “Qué vamos a hacer chaparrito? ¿Eh? ¿Qué vamos a hacer, mi vida? No ves que si tú te portas mal, algo temos que hacer…” -el bebé se calma y la madre continúa- …“¿Va a ser usted un chilloncito?”. El bebé está callado. Luego empieza a mover el cuerpo y la cabeza y entonces le dice: “No mi vida, no debe usted de llorar”, se lo acerca y le comienza a decir cosas sobre su aspecto y cómo va a parecer más adelante, mientras el niño se sosiega; a continuación se mantiene tranquilo.
Cada una de las devoluciones con que la madre responde al bebé refleja así como ésta va elaborando y poniendo a prueba hipótesis o tentativas de entenderlo, en las que procede por el sencillo método del ensayo y error.
El carácter netamente autorreferencial de este proceso comunicativo entre la madre y el o la recién nacida se expresa con claridad en las manifestaciones comunicativas del bebé, ya que a pesar de no disponer de un lenguaje convencional, procesa los estímulos comunicativos y les hace devoluciones (es decir, modifica los estados de displacer e intranquilidad por placer) que no sólo corresponden a las expectativas de la madre, sino a sus propios estados internos. Ejemplo de lo anterior es que no todos los intentos de aproximación comunicativa de las madres son aceptados y, en ciertas circunstancias, éstos pueden ser violentamente rechazados por un bebé irritadísimo que manifiesta una conducta totalmente desorganizada, con llanto fuerte, movimientos bruscos de brazos, piernas y arqueamiento del cuerpo. Asimismo, la contención materna, el arrullo suave, los tonos de voz dulces son selectivamente preferidos por los bebés.
En el caso de la segunda hipótesis, el bebé va comunicando sus estados internos primarios. Al no disponer de un lenguaje convencional tiene especiales problemas para expresar la irritación provocada por no poder dormir cuando tiene sueño, ya que la madre -con otras expectativas- puede estár estimulándolo para mantener la vigilia y confundir su llando con un pedido de alimento.
La impotencia para dar a entender malestares conduce al bebé rápidamente a la manifestación desorganizada y descontrolada por él mismo, de todos los recursos con que cuenta para expresar malestar. Para salir de este estado debe ser contenido por la madre y adecuadamente interpretado, ser distraido de su enojo por señales que orienten su atención hacia ellas y le permitan recuperar el autocontrol o cansarse hasta el agotamiento.
En términos de Winnicot , la disponibilidad materna primaria suele evitar (evita en todos los casos observados) que el descontrol agote al bebé.
A lo largo del primer encuentro con su madre, el bebé aprende lo que es comunicar. Se acopla físicamente a ella al mamar. Atiende y se interesa por su voz (la sigue con la orientación de la cabeza y, a veces, de todo su cuerpo). Actúa conforme a los tonos que percibe. Tiene brevísimos momentos de atención antes de sumergirse en el mundo de sus estado internos (aunque probablemente para él sean suficientes, ya que no existen en él muchas impresiones externas registradas). En todo caso, se cumple la predicción de la hipótesis en el sentido de que el bebé dirige a la madre sus esfuerzos comunicativos. La madre no sólo fantasea acerca de los estados internos del bebé, también aprende a decodificarlos y leerlos a partir del idioma en que éste se expresa, le ofrece la satisfacción a la solicitud expresada y también lo instruye acerca del comportamiento que se espera de él. El tono, la palabra y el ritmo son los que marcan el sentido. El significado es aún para el bebé algo que está fuera de su alcance.
Se inicia así, en este primer encuentro y de esta forma “primitiva”, la experiencia comunicativa que le permitirá madurar psicológica y socialmente a cada ser humano.

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