lunes, 18 de agosto de 2008

Las aguas primordiales : La vida sonora del feto

Dr Bernard Auriol
(traduction Dr Hector Spivak)
(Coloquio Effervesciences « H2O mon Amour », 20 de¬ Septiembre de 2003)

"Para que un gitano fuera músico,
durante las seis semanas anteriores a su nacimiento
y las seis primeras semanas de vida,
todos los días, el mejor instrumentista debía tocar para él cerca de la madre embarazada,
y asimismo luego del parto, y mientras el niño mamaba".
Se dice que tiempo después el niño deseaba tocar ese mismo instrumento, y que lo hacía muy bien. (Dolto, 1985).

El ambiente sonoro del feto
En condiciones naturales, el feto se halla expuesto a toda clase de sonidos (Tomatis, 1963), empezando por los de los latidos cardíacos y los ruidos respiratorios, intestinales y vocales de su madre.
Se suma a ellos toda una cohorte de sonidos externos :
1. provocados por las acciones maternas (golpeteo de los tacones contra el suelo, motor del coche y retumbo del metro, ruidos de los quehaceres domésticos, del trabajo o de las actividades de esparcimiento)
2. o que provienen del ambiente (voz del padre o de otros miembros de la familia, de colegas del trabajo u otras personas, ruidos de la casa, de la calle, etc.).


Algunos de tales ruidos, extremadamente repetitivos, constituyen una especie de "paisaje sonoro" al que el pequeño ser no puede sino terminar por habituarse y dejar de reaccionar. El grado de esta redundancia es muy variable. Parece probable que los ruidos se escalonen aproximadamente en el orden recién mencionado, vale decir :
{corazón > respiración > intestino > pasos o motores > ruidos externos monótonos > voz materna > voces familiares > otras voces o ruidos inhabituales}.
Que el feto deja de reaccionar a estos ruidos significa que ya no los integra como informaciones. Los ruidos de todos los días se convierten en un "fondo" familiar necesario, factor de seguridad y elemento de orientación con respecto al cual habrán de diferenciarse "formas" que tendrán, sí, valor informativo.
La intensidad de los ruidos que rodean al feto va de 30 a 96 dB. Un cuchicheo es del orden de 30 dB ; una conversación normal supone unos 60 dB ; el tráfico de una carretera, unos 70 dB. Las palabras "gritadas" y las motos alcanzan unos 100 dB. La música rock llega fácilmente a los 115 dB. El umbral del dolor auditivo se sitúa en aproximadamente 125 dB. Un trabajo realizado con ayuda de hidrófonos demostró que la matriz es un lugar relativamente tranquilo (Deliege y Sloboda, 1996).
Gracias al hidrófono se disciernen los latidos cardíacos de la madre, su respiración y los borborigmos intestinales que, en conjunto, podrían constituir el origen de nuestra atracción por la resaca del mar, el ruido de una fuente o los ritmos musicales.
Las dos vías (líquida versus ósea)
Cuando la madre lee o habla en voz alta, el bebé recibe el sonido, en parte por conducción ósea.
Frecuencias
Según Rubel (1984), el feto responde primeramente a las frecuencias bajas y luego a frecuencias más altas.
¿Oye el feto?
La audición del feto es funcional, cuando más tarde, a la 30ª semana de gestación.
Hacia las 5 ó 6 semanas de edad gestacional el sistema coclear y el vestíbulo se diferencian. A las 7 u 8 semanas los huesillos empiezan a crecer, y a los 4 ó 5 meses el oído ya está definitivamente estructurado.
Como lo muestra la ecografía, el feto empieza a reaccionar a los sonidos hacia la 16ª semana, pese a que la construcción anatómica del oído aún no está del todo terminada (Shahidullah y Hepper, 1992). Las estructuras cocleares comienzan a funcionar de modo fragmentario hacia la 20ª semana. Se ha demostrado que existen sinapsis completamente constituidas entre la 24ª y la 28ª semana (Pujol et al., 1991).
Desde el primer trimestre se observaron por ecografía numerosas formas de movimiento que muestran la acción conjugada de los músculos y los receptores vestibulares (Van Dongen y Goudie, 1980).
De Mause (1982) resume así las reacciones del segundo trimestre : “ El feto flota en paz, patalea, se da la vuela, suspira, coge el cordón umbilical, se excita con los ruidos bruscos, se calma cuando la madre habla suavemente y, si ésta se pasea, se duerme acunado por sus pasos » .
Según Barbara Kisilevsky, de la Universidad Queen’s (Canadá), el comienzo sería menos precoz. Su trabajo (2000) abarca 143 fetos de 23 a 34 semanas, entre los que se cuentan 43 casos de embarazo riesgoso. Un computador produce un ruido blanco, mientras se registra ecográficamente el ritmo cardíaco y los movimientos del niño. En este protocolo los fetos no muestran ningún signo de reacción antes de la 30ª semana de gestación. Después oyen, pero para que reaccionen es necesario producir un ruido blanco muy intenso. Los resultados de la experiencia concuerdan con los estudios fisiológicos, según los cuales el sistema auditivo se encuentra desarrollado al octavo mes.
El Dr. Henry Truby, Profesor emérito de Pediatría y de Lingüística de la Universidad de Miami, señaló que a partir del tercer trimestre el feto se mueve según el ritmo del discurso materno. Coincide con William Liley (1972), quien descubrió que durante un concietrto sinfónico, el feto de 25 semanas o más podía moverse al ritmo del timbal de la orquesta.
El sistema auditivo es funcional desde el tercer trimestre de gestación. Ahora bien, ¿qué oye el feto? Abrams y Gerhardt contribuyeron a mostrar que la voz de la madre y los ruidos producidos por sus órganos ocupan un lugar importante en el paisaje sonoro fetal, pero que no se han de subestimar los sonidos provenientes del ambiente externo. Utilizando la oveja como modelo animal, mostraron que los sonidos graves del contrabajo atraviesan la pared abdominal sin gran deformación, como se observa al comparar los registros de un hidrófono colocado cerca de la sien del feto con los de un micrófono colocado cerca del contrabajo.
Un estudio de Gelman et al. (1982) determinó que un sonido de 2000 Hz provocaba un aumento significativo de los movimientos fetales. Este trabajo confirmó el de Johnsson et al. (1964), en el que se había mostado que, a partir de la 26ª semana, el feto sometido a ciertos estímulos vibroacústicos reacciona con aceleraciones cardíacas y otras reacciones de alarma, como movimientos de los brazos, extensión de los miembros inferiores y giro de la cabeza. Una vez que ha cesado el estímulo sonoro desencadenante pueden observarse bostezos (Cf. Birnholz y Benacerraf, 1983).
Shetler (1989) observó que el feto tenía reacciones diferentes según las modificaciones del tempo (pasar de una música rápida a otra más lenta).
Una investigación de Luz y al. (1980 y 1985) puso de manifiesto que el feto normal responde a los ruidos exteriores durante el parto. En particular, manifiesta reacciones de alarma cuando recibe estímulos breves.
Los sonidos que hayan estado presentes desde la concepción, aunque sean violentos y agresivos (por ejemplo, ruidos de avión en las inmediaciones de un gran aeropuerto como el de Osaka), quedarán mejor integrados y, después del nacimiento, causarán en el niño menos perturbaciones psicológicas que si hubieran aparecido en una etapa más tardía del embarazo. Los impactos tardíos pueden tener consecuencias alarmantes (angustia, insomnio, etc). En todos los casos, las agresiones que afectan a la madre y/o al niño inciden negativamente en la salud fisica de éste, que estadísticamente nace con menor peso (Ando, 1970). Como se sabe, la hipotrofia del feto puede tener consecuencias nefastas hasta en épocas muy avanzadas de la vida (tendencia depresiva, especialmente en el hombre).
Numerosas madres refieren que el bebé ha manifestado reacciones motoras intensas en correspondencia con fuertes ruidos del ambiente (televisión, cine, conciertos, etc.).
El lóbulo temporal del feto reacciona a las canciones infantiles
Hykin J. y col. utilizaron la resonancia magnética funcional[1] (FMRI) para estudiar la actividad del cerebro fetal en respuesta a estímulos auditivos. Esta técnica se vale del siguiente fenómeno : una activación local del cerebro provoca un aumento del metabolismo y el consiguiente aumento de la concentración local de oxihemoglobina paramagnética con respecto a la hemoglobina diamagnética de la sangre, lo cual aumenta la intensidad de la señal magnética (efecto dependiente de la concentración de oxígeno sanguíneo).
Se estudió a tres mujeres encintas con la cabeza fetal encajada en la pelvis (vale decir, inmóvil). Durante el barrido, mediante un altoparlante dispuesto frente al abdomen de la mujer (100 dB SPL en la superficie, 80 dB SPL a nivel de la cóclea fetal), se le dio a oír al feto una canción que la madre había grabado previamente. Alternando estímulos de 15 segundos con silencios de igual duración, se repitió este ciclo 18 veces (duración total : unos 10 minutos). En dos de los tres fetos se constató una activación significativa del lóbulo temporal.
Aprendizaje
Habiendo aceptado que el feto oye algunos sonidos externos, procede preguntarse si también los “procesa”.
Salk (1960) observó que los bebés hospitalizados a quienes se les hacía oir ruidos cardíacos respiraban con mayor profundidad y regularidad, y que aumentaban más rápidamente de peso.
Montagu (1962) sugirió que el atractivo universal de la música y el efecto sedante de los sonidos con ritmo podrían guardar relación con el sentimiento de bienestar que se supone que experimenta el feto al oir el corazón de la madre.
Murooka (1976) y De Casper (1983) demostraron asimismo que los recién nacidos podían recordar los latidos cardíacos maternos oídos in útero.
Szmeja et al. (1979) señalaron un vínculo entre ciertos problemas del nacimiento y los ruidos crónicos. Un autor refiere que, paseándose ante la jaula de los leones de un zoológico, una mujer embarazada de 7 meses vio -o más bien oyó- un conflicto entre dos de ellos por un pedazo de carne. El rugido, extremadamente intenso, provocó una fuerte agitación en su vientre, por lo que tuvo que marcharse. Mucho tiempo después, cuando el niño tenía siete años de edad, se le detectó un escotoma audimétrico en las bajas y medianas frecuencias. Por otra parte, el niño reaccionaba con intensidad cuando veía por televisión leones u otras fieras que rugían.
Según Satt (1987), los recién nacidos prefieren la melodía que la madre cantaba mientras estaban en el útero a una nueva melodía.
Peter Hepper (1991) descubrió que los bebés expuestos a la música de un programa televisivo antes del nacimiento se mostraban, después del mismo, atentos e intresados por esta música. Al oírla, los movimientos y el pulso de estos recién nacidos disminuían de modo significativo, como en un estado de alerta. Sallenbach constató que el feto expuesto a una música con disonancias puede responder mediante movimientos que él califica de rítmicos y ondulantes. También Sister Lorna Zemke observó que el feto responde rítmicamente a un golpeteo rítmico sobre el vientre materno.
Un estudio holandés (van Heteren y col.) sobre 25 fetos de 37 a 40 semanas demostró que el feto puede reaccionar, responder a un sonido particular, reconocerlo y “habituarse”. Cuando oye un sonido por primera vez, el bebé se mueve. Luego, si se le hace oir nuevamente ese mismo sonido ya no reacciona, porque lo recuerda y está acostumbrado a él.
Los 25 fetos reaccionaron a los sonidos “aplicados” directamente sobre el útero, en correspondencia con las piernas del bebé. Se aplicó 3 veces un ruido B formado por 4 sonidos consecutivos. Entre la primera aplicación (B1) y la segunda (B2) transcurrieron 10 minutos. Entre B2 y la tercera (B3) transcurrieron 24 horas. Todos los bebés se movieron por efecto de B1, pero 19 de los 25 ya no reacionaron a B2 ni a B3. Esto demuestra que los fetos poseen una memoria a breve plazo, y también a largo plazo.
Mulder EJH y col. (1999) ponen en tela de juicio la conclusión de C F van Heteren and colleagues (Lancet, Sept 2000, p. 1169), según la cual el índice fetal de habituación estaría relacionado con procesos de aprendizaje y memorización. La crítica se fundamenta en el hecho de que la reactividad a los estímulos externos puede depender del estado comportamental del feto en el momento en que se opera la estimulación. Cerca del término, el feto alterna entre dos estados principales :
1. Sueño tranquilo (1F) por períodos de aproximadamente 25 minutos;
2. Estados de sueño activo (2F) [¿“sísmico”?, ¿paradójico?] por períodos de aproximadamente 60 minutos.
En cuanto a su intensidad, la habituación es globalmente la misma en los dos estados, pero más rápida en el estado 1F que en el 2F. Van Heteren lo explica por el hecho de que la estimulación auditiva despierta al feto, pudiendo hacerlo más rápidamente en 1F que en 2F. Pero el nivel de habituación sigue siendo el mismo.
Si el feto procesa los sonidos, ¿conserva huellas de tal actividad después del nacimiento?
¬Hasta hace poco tiempo, la mayoría de las investigaciones sobre los primeros aprendizajes versaban sobre a la habituación (Querleu et al., 1981) o el condicionamiento (Van de Carr, 1988).
Resumiendo unos cuantos trabajos realizados principalmente en su laboratorio, Lecanuet y Granier-Deferre muestran que el feto humano es capaz de aprendizaje (como lo manifiesta la habituación de la desaceleración o de la aceleración del ritmo cardíaco). Este aprendizaje atañe a varios parámetros sonoros, como la altura, el timbre o la intensidad. Por otra parte, el feto sería capaz de memorizar ciertas características de los sonidos, puesto que el recién nacido de 2 a 4 días prefiere oir los sonidos a los que ha estado expuesto en el estadio fetal.

¿ Retener supone también comprender ?
Verny y otros advirtieron que los bebés prefieren claramente los cuentos, las canciones o los poemas que han oído antes de nacer.
El célebre violinista Yehudi Menuhin creía que su talento musical “se debía, al menos en parte, al hecho de que sus padres, ya antes de que él naciera, cantaban y hacían música permanentemente”.
La investigación de Polverini-Rey (1992) parece indicar que las canciones de cuna pueden calmar al feto.
¿ Significa esto que el feto comprende lo que oye? (cf. Efecto “dolto-mágico”).

El feto reconoce la voz de su madre y la diferencia de la de otra mujer.
En diferentes congresos y publicaciones, Tomatis (1981) y Feijoo (in Herbinet, 1981) polemizaron largamente sobre esta cuestión : entre todos los sonidos que recibe el feto ¿se incluye la voz de la madre? Y en tal caso, ¿qué parte de la voz materna llega hasta el útero? Por último : de todo cuanto recibe, ¿qué retienen el feto o el prematuro?
1. Tomatis, maravillado por el hecho de que los huevos de pájaros cantores empollados por pájaros no cantores dan nacimiento a pájaros que no cantan, considera que los pichones de hombre también deben de aprovechar la voz de su madre. Si de los huevos de pato a los que les hablaba Konrad Lorenz nacieron patitos que lo tomaban por su madre, ¿cómo imaginar que los niños de Dios puedan ser más salvajes e ignoren la voz de quien los ha llevado en su vientre? Tomatis considera que esta voz debe estar modificada por el líquido que rodea al feto, y que éste seguramente debe de arreglárselas para oir más el discurso de su madre que los intensos ruidos viscerales. Basándose en algunas manipulaciones acústicas y en su larga experiencia terapéutica con la voz materna filtrada a 8000 Hz (es decir, conservando sólo la banda pasante superior), Tomatis afirma que el feto está permanentemente en contacto con la voz de su madre, a la que tiende a oir por encima de todos los ruidos graves provenientes del funcionamiento orgánico (tamtam del corazón, fuelle de los pulmones, borborigmos intestinales, etc.).
2. Feijoo pretendía que solo los sonidos graves podían alcanzar el oído del feto. Éste, por consiguiente, oiría la voz del padre, pero no la de la madre. Cuando ésta se relaja, el feto —tal vez menos “comprimido” por las tensiones musculares— empieza a moverse. En varias ocasiones se le hace oir Pedro y el Lobo al feto poco antes de que la madre se ponga a descansar. El feto aprende entonces que esta música anuncia la relajación, y que puede moverse. Al cabo de varios ensayos empieza a moverse sin esperar a que desaparezca la sensación de compresión. Este condicionamiento puede persistir hasta mucho tiempo después del nacimiento. El niño sometido a la experiencia reacciona de modo espectacular cuando oye Pedro y el Lobo “por primera vez” (en su vída “aérea”). Abre los ojos, deja de llorar, y en lugar de moverse agitadamente lo hace con calma. Feijoo no obtiene tal aprendizaje con sonidos de más de 1000 ó 2000 Hz, lo que avala sus hipótesis.
El grupo de Reflexión sobre los Sonidos, coordinado junto con el Profesor Pierre Josserand (LAMI UPS – Toulouse), había propuesto una experiencia crucial a fin de aclarar el panorama. En realidad, el problema se despejó notablemente gracias a los trabajos de M.-C. Busnel (in Herbinet, 1981) y de Querleu (1981), quienes toman en cuenta nuestros debates con Feijóo. Colocando un hidrófono en miniatura dentro de la vagina, y después dentro del útero gestante, estos autores mostraron que el feto vivía en un ambiente sónico amortiguado por un efecto de filtro que deja pasar principalmente las frecuencias bajas. Físicamente, el feto puede captar todos los ruidos antes enumerados, incluida la voz materna, que se identifica con claridad en los registros experimentales. Sin embargo, la gama que mejor se transmite es la de los sonidos graves, mientras que la zona aguda (por encima de los 3000 Hz) se halla atenuada. Sobre este tema se puede encontrar un texto interesante en el sitio de LA FORGE (en francés).
Ahora bien : atenuada no quiere decir suprimida, y quedan suficientes vibraciones de la gama alta como para “tirar la escucha” hacia los agudos. Y éstos resultan más interesantes todavía por cuanto sólo llegan dificultosa y escasamente hasta el oído del pequeño ser. Aun los sonidos extremadamente agudos (situados más allá de las capacidades auditivas humanas), como los de la ecografía ultrasonora, parecen tener consecuencias (¿por un efecto térmico? ¿químico?) sobre el feto, que suele agitarse durante el examen [2] , y también en lo sucesivo, puesto que la dislexia sería más frecuente cuando se han practicado numerosas ecografías (si bien cabe objetar que los múltiples estudios probable fueran realizados porque el médico y los padres ya tenían algún motivo de inquietud) (Messadié, 1987).
Se siguen algunas implicaciones prácticas. Las curas Tomatis comprenden una fase de escucha de la voz materna filtrada (con eliminación de las frecuencias inferiores a 8 kHz). Estos sonidos, ¿son los que el paciente oía en el vientre de su madre? Si tomamos en consideración la opinión de Feijoo y los trabajos de Querleu, los sonidos de la cura corresponderían más bien a la parte de la voz materna descubierta al nacer. El llamado “parto sónico” (restitución de las frecuencias filtradas) puede tener efectos clínicos muy demostrativos (Dolto, 1985). Sin embargo, ateniéndose a esta hipótesis, los sonidos filtrados de Tomatis ya no suscitan una evocación de la vida intrauterina, sino que constituyen más bien una repetición sonora caricaturizada de los instantes inmediatamene posteriores al nacimiento. No hay por qué sorprenderse, pues, de que esta escucha posea tal poder dinamizante, ni de que en algunos casos pueda evocar ciertos elementos biográficos asociados a la vida posnatal (Auriol in Herbinet, 1981).
Pese a haberse topado con algunas dificultades experimentales (de las que dio claras explicaciones), y guiado por su notable intuición, Tomatis (1981, p. 50 y sig.) logró sus resultados clínicos con —por así decirlo— un error de signo (tomar por un filtro de graves lo que era un filtro de agudos). “Yo basaba toda mi experimentación en este hecho, pero todo era falso”.
Utilizando entonces algunos argumentos embriológicos discutibles y, más aún, el éxito considerable de su método de tratamiento con sonidos agudos obtenidos por filtración de las frecuencias inferiores, llegó a la audaz conclusión de que el filtrado uterino (que deja pasar principalmente los sonidos graves) sufre luego una hipercorrección por efecto del filtrado coclear, de sentido inverso. El esquema propuesto es el siguiente :
Fuente
Banda ancha (!!)

Filtrado uterino
Banda pasante baja (!)

Filtrado coclear
Agudos amplificados (?)

Recepción
Banda pasante alta (??)

Aún se está lejos de dilucidar, por ejemplo, el papel del tapón gelatinoso que obstruye el oído del feto (Moch, 1985) : ¿nivelará las escuchas aérea y ósea, creando una indistinción entre los sonidos provenientes del interior del feto y los provenientes de otra fuente (el cuerpo materno y el mundo exterior)? El simple hecho de la inmersión en un medio líquido podría restringir el mecanismo auditivo a una conducción puramente ósea (Hollien, 1969), más apta para transmitir la voz materna, especialmente en sus componentes medianamente agudos.
No pudiendo llegar a una conclusión firme a partir de estos debates teóricos, me conformaré con expresar mi opinión. Primeramente, el feto aprende a orientarse en un mundo de cuatro dimensiones gracias al sistema vestibular, con el que percibe el espacio estático y sus referencias vertical y horizontal. Dentro de este espacio, los conductos semicirculares suministran la información dinámica de las modificaciones más o menos bruscas correspondientes a los desplazamientos de la madre según tres ejes de aceleración.
Algunos de los movimientos son percibidos en función de un eje temporal marcado por la acumulación de ritmos bastante regulares, a saber : latidos cardíacos (aproximadamente uno por segundo), pasos, respiración (aproximadamente una cada 5 segundos), ciclos peristálticos (aproximadamente cada 90 minutos), alternancias de actividad y reposo (períodos de 24 horas), etc.
Sobre esta trama espaciotemporal el niño se prepara a comunicar, asociando movimientos inesperados y sonidos nuevos, el canto del lenguaje materno y los balanceos respiratorios, los ambientes ritmomelódicos y las variaciones del estado de consciencia (angustia o felicidad en correspondencia con las modificaciones químicas de la sangre), etc.
La seguridad de base está en relación con lo rítmico, mientras que la novedad (la información) lo está con lo melódico, particularmente la voz materna en la zona de las frecuencias medias. Algunos hechos excepcionales dan lugar a excursiones por los agudos.
En el momento del nacimiento, el paisaje sónico sufre una fuerte conmoción. El recién nacido posee sus ritmos internos, pero si no experimenta un contacto íntimo con su madre (amantamiento, transporte en la espalda, mimos, etc.), pierde los ritmos a nivel externo. Gracias a los componentes rítmicos vehiculizados por los sonidos graves reconoce la voz materna, a la que se aferra siempre que puede. Súbitamente los armónicos de esta voz le aportan una nueva riqueza, que a un tiempo lo excita y lo sosiega. El niño marca sus propios ritmos (por ejemplo, al mamar, aproximadamete dos movimientos de succión por segundo).
Esta metamorfosis en un ambiente de seguridad le permite integrar sin dificultad el enorme aflujo de los nuevos sonidos que le escoltan : los agudos de un mundo enceguecedor. Tal sería el origen de una asociación común a todos los seres vivos entre agudos y luminosidad, entre graves y oscuridad. Y asimismo (puesto que la luz viene desde arriba) el de la asociación agudo-alto, grave-bajo, etc. Todo este simbolismo de aspecto “arquetípico” —vale decir, común a todos los mamíferos— no se explica por un misteriosa inscripción genética ni por razones “espirituales”, sino que depende simplemente del cambio de medio (líquido/aéreo) en el momento del nacimiento.
La voz de la madre ocupa un lugar privilegiado, central, porque se sitúa a medio camino entre la costumbre y la variedad. Representa, pues, el prototipo de toda música, que no puede reducirse ni a la repetición, ni a lo imprevisible.

Verificaciones

De Casper y col. mostraron (1986) que si durante el último trimestre del embarazo la futura madre leía reiteradamente determinados pasajes de un texto, el bebé, después del nacimiento, prefería esos pasajes a otros.
Los niños que han oído repetidamente un cuento en el vientre materno, succionan más si oyen ese mismo cuento mientras están mamando. Los que no han sido acondicionados a dicho cuento no lo distinguen de otro.
Spence y col. (1987) también mostraron que a los bebés que habían sido habituados a un cuento antes de nacer les resultaba placentero oirlo filtrado en banda pasante baja, tanto como el mismo texto no filtrado. En cambio, los bebés que no habían oído el cuento no apreciaban la versión filtrada.
Barbara Kisilevsky (Psychological Sciences, Mayo de 2003) y un equipo de obstetras de Hangzhou (China) descubrieron que el feto puede aprender en el útero, puede recordar y reconocer la voz de su madre aun antes de nacer, y puede diferenciarla de la voz de otra mujer.
En otros estudios anteriores se había mostrado que los recién nacidos prefieren escuchar la voz de su madre a la de otra mujer, y que saben modificar su comportamiento para suscitar la emisión de esa voz.
Kisilevsky probó que tal posibilidad existe desde antes del nacimiento. La experiencia uterina de las interacciones del bebé con la voz de su madre tiene un impacto ulterior sobre el comportamiento de recién nacido y sobre la instauración del fenómeno de vinculación madre-hijo.
Estas investigaciones muestran que los fundamentos para la percepción de la palabra y la adquisición del lenguaje se instalan antes del parto. Por consiguiente, las competencias de lenguaje precoces observadas en los recién nacidos y en los niños muy pequeños se explican más bien por la interacción entre el feto y el ambiente, y no deben atribuirse a ningún módulo lingüístico cerebral “presinaptizado”.
En 60 fetos próximos al término (de 38 a 40 semanas de gestación) se realizó la siguiente experiencia : por medio de un parlante colocado cerca del abdomen materno, 30 de ellos fueron expuestos durante 2 minutos a la reproducción de una banda grabada con la voz de la madre (lectura de un poema); los otros 30 oyeron ese mismo poema en condiciones idénticas, pero leído por otra mujer. Los fetos sometidos a la voz de la madre “respondieron” con una aceleración del ritmo cardíaco [3]. En los otros, a la inversa, se observó una disminución de dicho ritmo [4] . El fenómeno se produjo a partir de los 20 segundos de reproducción del registro y persistió, como mínimo, durante los 2 minutos siguientes al final de la reproducción.
Así pues, los fetos oyeron y prestaron atención a ambos tipos de voz. Sin embargo, dado que respondieron de manera diferente, cabe llegar a la conclusión de que reconocieron la voz de su madre.
De Casper ya había mostrado que el feto puede reconocer un cuento especifico leído por su madre, pero que, tras esta lectura, no reacciona de igual modo al mismo cuento leído por otra mujer y a otro cuento leído por una voz extraña. El autor atribuyó la desaceleración del ritmo cardíaco a un efecto tranquilizante de la voz materna. Por el contrario, la aceleración in útero producida por la voz materna indicaría una suerte de excitación del feto.

Desde que nacen, los bebés distinguen el lenguaje humano del ruido.
Recientemente se publicaron en Tokio algunos extractos de un estudio que dejó fascinados a los investigadores. Según él, los bebés son capaces de diferenciar el lenguaje humano de los parásitos sonoros, prueba de que se produce un aprendizaje precoz in útero o de que tal función es innata en el ser humano.
Dicho estudio fue llevado a cabo por laboratorios de investigación italianos, japoneses (Hitachi) y franceses (CNRS) en 12 lactantes italianos. Para corroborar sus trabajos, los autores explotaron asimismo extractos de voces de dos madres cuyos bebés no habían participado en la experiencia.
Mediante un aparato óptico a rayos infrarrojos capaz de detectar las variaciones de la presión sanguínea se analizaron los efectos de la voz humana sobre el cerebro de los lactantes, y se confirmó la preponderancia del hemisferio izquierdo en el reconocimiento del lenguaje.
En cambio, los sonidos incoherentes y el silencio no dieron lugar a la aparición de diferencias significativas entre ambos hemisferios.
El estudio “demuestra que el cerebro del recién nacido reacciona específicamente a una voz normal pocas horas después de haber sido expuesto a señales sonoras fuera del útero”.

Arcaico, pero no perdido

Los efectos sedantes de la voz materna
Investigadores como Murooka et al (1976), Rossner (1979) y De Casper (1983) mostraron que el recién nacido se tranquiliza cuando se le hacen oir sonidos intrauterinos.

El corazón
Está suficientemente bien establecido que el ritmo cardíaco materno influye sobre la construcción neuronal del feto. Los ruidos del corazón de la madre ejercen un efecto calmante en el recién nacido. Se piensa que el “tempo motor espontáneo” del niño pequeño dependería del ritmo cardíaco de su madre : un niño de cuatro años al que se le pide que aplauda espontáneamente lo hace a un ritmo promedio de 170/minuto, que coincide perfectamente con el ritmo de los movimientos de succión del recién nacido. Cabe señalar (Carolyn Drake, 2001) que tal ritmo es el doble del ritmo cardíaco materno (fisiológicamente taquicárdico a causa del embarazo : 80-90 latidos/minuto en lugar de aproximadamente 70 latidos /minuto).

Borborigmos
Los obstetras refieren el frecuente estreñimiento de la embarazada debido a la compresión del intestino grueso y a la menor tonicidad de los músculos lisos por efecto de la progesterona. Sin embargo, esto no significa que el peristaltismo desaparezca, de modo que, dentro de las infinitas correlaciones posibles, se han de tomar en cuenta los ruidos intestinales.
La escuela Biodinámica de Gerda Boyesen destacó su utilidad para diagnosticar el estado psicoafectivo del individuo. Según su tipología, se observan las siguientes correspondencias :
• El sonido de río tranquilo es propio de un tránsito relajado y un estado mental agradable, apacible, sin conflictos de importancia.
• En los estados de angustia se produce un bloqueo del peristaltismo y un paro respiratorio en inspiración, lo que se manifiesta por un silencio.
• Cuando la tensión cede se oyen —asociados con un suspiro de alivio— unos borborigmos semejantes a gruñidos o a “rugidos de león”.
• Los “chirridos de puerta” indicarían una tensión más intensa y conflictos intrapsíquicos graves.

Planteamos entonces la siguiente hipótesis : las bandas espectrales correspondientes a estos distintos tipos de ruidos digestivos instituyen una biyección, especie de significación implícita que las vincula de modo casi inexorable y definitivo a los correspondientes estados emocionales. La aplicación entre sonidos uterinos y estados vivenciales no ofrece de elementos que pudieran explicitar una significación, pero no por esto es menos real. Imprime su marca en el sistema nervioso, un poco como la genética lo hace en el cuerpo (aunque, por cierto, de modo mucho más leve) : los ojos se dedicarán a ver, los oídos a oir etc. ¡Estamos, pues, en presencia de una adecuación que es previa al poder de hablar de ella!

A claire voie

Este individuo biológico experimenta un paralelismo masivo entre el conjunto de sus percepciones y el de sus vivencias subjetivas (aunque erróneamente se las crea muy pobres), y no puede distinguir con claridad las percepciones externas de los acontecimientos psíquicos internos.
En el ser humano maduro observamos un organigrama de tipo :
percepción —> llamado a la memoria —> significación —> reacción emocional central Y periférica —> acción / verificación.
En el feto, la acción no siempre da lugar a una verificación detallada. Desde este punto de vista, sus represenaciones son infalsificables. Unas cuantas simultaneidades entre sonido y otros acontecimientos psicofisiológicos se repiten con gran fidelidad. El sistema nervioso en proceso de maduración integra dichas simultaneidades en su propia estructura, a nivel de las selecciones de células y de sus conexiones. En adelante, cualquier acontecimiento sonoro sistemáticamente correlacionado con una variación de la química sanguínea específica evocará las “vivencias emocionales” apareadas.
Por ejemplo, si cierto ritmo cardíaco o respiratorio se repite en presencia de los testigos séricos de la angustia materna, dicho ritmo quedará sólidamente vinculado con ese tipo de vivencia, y su presentación ulterior (por ejemplo, musical) podría generar una emoción homogénea, cualquiera sea la cultura de pertenencia. Si habitualmente otros ritmos —o los mismos— corresponden en la madre a una excitación alegre, más adelante podrán recordar sentimientos análogos en el hijo. En cuanto a su propia acción, el feto puede hacer variar la posición de su cuerpo con respecto a la fuente sonora, mostrarse sensible al tacto transparietal —como lo demuestra la haptonomía—, y disminuir las tensiones que le impone la química materna dedicándose a la activdad autoerótica de chuparse el pulgar...

Conclusión

Lejos de limitar su vida perceptiva al mundo sonoro, el feto se informa asimismo a nivel vestibular, olfativo, gustativo y táctil. En determinadas circunstancias muy particulares puede incluso recibir informaciones visuales, y se sabe que es afectado por los exámenes ultrasónicos (ecografía). Otras comunicaciones, que ya no tendrán la misma forma después del nacimiento, lo informan emocionalmente por la vía de la circulación placentaria (algunos productos sanguíneos del estrés materno atraviesan la barrera fetomaterna). De todo esto cabe inferir que la vida fisiopsicológica del feto es muy rica, y que tiene gran importancia para el desarrollo ulterior del niño y del adulto.

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